Un cielo nevado llega a la vida del Genio de Konoha: Repentina, inesperada, divertida e irónicamente cálida.
¿Será lo suficientemente problemática como para captar su atención?
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Drabble 01.
Los drabbles son pequeños extra que no siguen un orden cronológico, son escenarios donde podrán conocer más sobre lo que nuestros protagonistas han vivido.
La primavera había llegado a Konoha, los árboles florales lucían su mejor imagen repletos de vivaces colores. Era un espectáculo, más si tu hogar estaba en medio del bosque con varios de ellos sobresaliendo entre el verde profundo. El suelo también se teñía de color gracias a las flores silvestres.
Como Sora había dicho en su primera presentación con su equipo, le gustaba mucho la primavera. La actividad en el bosque había aumentado, cervatillos nuevos, la camada de lobos jóvenes, insectos, sus hijos disfrutando de estos.
Y hablando de ellos.
La mirada azul profundo de la mujer subió para verificar qué hacían. Estaba sentada en uno de los varios corredores de madera con un mapa extendido sobre una mesa, ser líder de un Clan no era del todo fácil. Cruzó sus piernas ingiriendo té con suavidad, volviendo a repasar el asunto que estaba manejando.
Los niños estaban bien.
Pasaron minutos de pequeños gritos, juegos, unas cuantas quejas hasta que se silenciaron. De pronto la ex Yuki pudo sentir dos pares de manos jalando de su falda azul pálido. Sus ojos dejaron el mapa de lado para enfocarse en sus mellizos, dos pares de preciosos ojos la veían con sentimiento de tristeza visible, más en la pequeña niña que resultaba ser su copia.
—¿Qué sucede parecito?— susurró inclinándose hasta dejar sus codos sobre sus piernas, su rostro estaba a la altura de sus dos niños.
En esos cuatro años la imagen de Sora no había cambiado mucho, era una madre joven después de todo. Sus rasgos seguían siendo frescos pero con un toque más maduro.
Había dejado en flequillo atrás, ahora dos mechones de cabello perfectamente acomodados a los lados enmarcaban su rostro elegantemente, el largo de su cabellera llegaba por debajo de sus hombros dándole a su cuello ese aspecto de ser interminable y su vestimenta seguía en aquellos tan lindos tonos azules que la caracterizaban.
Una falda de tela delgada y ligera color azul pálido llegaba hasta sus tobillos, se ceñía perfectamente a sus caderas dejando un leve vuelo la parte baja, la parte superior de su cuerpo estaba cubierta por una blusa blanca estilo kimono y su cintura era decorada por un obi del mismo color que su cabello proporcionando todo en delicadas curvas.
El Nara se consideraba a un bastardo con suerte.
—¿No le dirán a mamá?— insistió. Shikadai fue el primero en hablar.
