Esconder a la niña

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-Cariño, ¿Que te ha pasado?- le preguntó al verla tan asustada.

En ese instante ve como la canasta se mueve, mira  aterrado en su interior al ver a la niña

-¡Que has hecho!-echándose las manos a la cabeza.

-Pobre criatura, la gente del pueblo iban a matarla, la habían dejado allí, tirada y no me vieron cuando la cogí, tenemos que ocultarla por un tiempo o irnos de aquí, no permitiré que le hagan nada-obsérvala esta sana,le dijo dejándosela en los brazos.

Aquel hombre miraba aquella niña y se le caían las lágrimas, deseaban ser padres desde hacía mucho tiempo, se amaban, pero les faltaba algo muy importante para completar aquella unión y esa niña seria quien los completara.

-Pero no pueden verla saben que tú no puedes tener hijos, como vamos hacer-pregunto él.

-lo importante ahora, es que no la vean y pronto pasaran por aquí, es la casa más cercana -dijo ella metiendo a la niña en la cesta.

Jacobo y loreto que así se llamaban, nombres muy corrientes de aquella época, se apuran a esconder a la niña, en ese momento escuchan gente acercándose, Jacobo coge la cesta y sale por la puerta de atrás, dirigiéndose al establo, escondiendo a la niña en un pequeño hueco de las cuadras de las vacas y rezando para que no llorase, volvió con loreto.

-Jacobo,Loreto-gritaba el cura, varios hombres y mujeres del pueblo incluido el padre de la niña.

-¿Qué pasó?-Salen los dos intentando disimular.

-¿Habéis visto alguien con una niña recién nacida, o algún ruido extraño?-dijo el cura al mismo tiempo mirando hacia el interior de la casa.

-No,acabamos de llegar estuvimos en la parcela toda la mañana padre, ¿Por qué?

-El demonio ha llegado a este pueblo y alguien está intentando salvarlo- dijo mirando a Loreto

Sin permiso alguno, solo la necesidad de matar al demonio, las mujeres empezaron a mirar y registrar cada hueco de tierra alrededor de la casa.

-¿Quieren mirar dentro de casa?-dijo Jacobo con la tensión contenido, pero apartándose de la puerta.

-No, no le molestamos más, pero les ruego que si saben de algo me lo hagan saber, estamos expuestos al látigo del diablo- dijo el cura presignándose y abandonando sus tierras.

Las mujeres como hienas ávidas de sangre, estaban en ese momento en la cuadra, un ruido alerto a una de ellas llamando a las demás, el corazón de Jacobo y loreto bombeaba sangre a mil por hora al mismo tiempo que se agarraban de la mano.

El cura y el padre de la niña van hacia donde estaban aquellas mujeres y como si la vaca comprendiera aquella situación, le dio una coz a la mujer que había escuchado el ruido tirándola al instante al suelo, tuvieron que abandonar la granja y llevar a la mujer a médico del pueblo, pero el cura les aviso de que volverían pronto.

Jacobo y Loreto respiran aliviados cuando ven como desaparecían de allí aquella gente, era el momento para volver a entrar a la niña a la casa, desde que deposita a el canasto en el suelo, ella rompe a llorar, Loreto la coge intentando calmarla y Jacobo busca un cachorro para ir a buscar leche. Sus vidas cambiarían para siempre.

LA PRESENCIADonde viven las historias. Descúbrelo ahora