• - S E I S - •

Mulai dari awal
                                        

El frunció el ceño y me miró con asco. — ¿Lo decís posta o...?

Yo solté una carcajada y le mostré el dedo del medio. — Es re linda, flaco.

— Vos sos linda, flaca, no eso. — Dijo con total neutralidad, mirando la campera.

Yo me quedé algo atónita, pero no le contesté. No quería que pensara cualquier cosa, solamente lo acompañaba a comprarse una nueva campera porque yo había roto la de él. Además, le estaba haciendo gancho con Juliana.

Finalmente, pudimos encontrar su abrigo original. Salía un poco más caro que antes, pero Valentín me ayudó a pagar la diferencia.

— Gracias, Eve. — Me dijo, al salir del local con la bolsa en su mano. — Sos alguien muy piola.

Yo sonreí en forma de agradecimiento por el cumplido. — Te la debía, tonto.

— Si pero, pudiste haberte hecho la boluda tranquilamente. — Ladeó su cabeza y sonrió, alegre. — Y no lo hiciste.

— Es cierto, soy lo más. — Asentí agrandada, en forma de joda, tirando un mechón de pelo hacia atrás.

Valentín rió conmigo, y abrió los ojos como si se hubiera acordado de algo importante. — Yo también te debo algo.

En ese momento, sacó de su mochila mi vieja campera, la que se había llevado días atrás. — Toda suya, señorita. — Me dijo formalmente, ofreciéndola.

— Gracias, señor. — Asentí en forma de reverencia y la tomé. — Vamos que ya es tarde.

Luego de algunos segundos, comenzamos a caminar y a hablar de boludeces. Yo me estaba muriendo de hambre, no podía esperar a llegar y comerme las tremendas milanesas caseras que habían sobrado de la noche anterior.

Pero, ese buen ambiente no duró mucho.

Escuchabamos detrás de nosotros como pisadas rápidas se nos acercaban. Y, apenas volteamos, un grupo de pibes nos arrebataron las bolsas de las manos, para continuar corriendo.

Yo miré con desesperación a Valentín, y él me tomó de la mano rápidamente para empezar a correr. Íbamos tras ellos.

— ¡Vuelvan acá, hijos de puta! — Gritó el castaño a mi lado.

Lo único que escuchábamos de ellos eran risas, mientras se alejaban cada vez más. Mis ganas de llorar por la bronca eran fuertes, pero me contuve para ser fuerte y poder alcanzarlos.

Seguimos corriendo por algunos minutos, pero llegó un momento en donde fue inútil, ya los habíamos perdido.

— Ya está, Eve. — Me dijo Valentín, frenando con la respiración muy agitada. — Los perdimos.

— ¡No, boludo! — Grité con pocas esperanzas. — ¡Dale que los atrapamos!

— Ya se escaparon, Evelyn. — Suspiró rendido. — No podemos hacer nada.

Al escucharlo de esa forma, lágrimas mojaron mis mejillas. Había gastado un montón de plata en esa campera, para que unos pelotudos vengan a chorearla sin siquiera haberla estrenado.

— Son unas mierdas. — Agregó Valentín, con su mirada en el suelo.

— ¿Los conoces?

— Antes eran de mi barrio... tuvimos varios problemas con ellos. — Su mirada seguía perdida, recordando lo que me contaba. — Nos trajeron muchos quilombos, y los terminamos echando.

Cabizbaja, sin poder evitarlo, solté un sollozo. Valentín me miró rápidamente con los ojos como dos platos.

— Que asco de personas. — Solté con la voz entrecortada, negando con la cabeza.

Me dolía mucho lo que había pasado. Yo no era alguien que tenía problemas de plata, pero sabía lo que le costaba a mi mamá ganarse cada moneda ella sola, y poder mantenernos.

De pronto, sentí unas manos tocar mis cachetes.

— No llores, eu. — Valentín levantó mi cabeza suavemente para que lo mirara. Otra vez, ese azul profundo dejándome hipnotizada. — Ya no me tenés que comprar nada, no te preocupes.

— Disculpame, Valentín. — Hablé con la voz temblorosa, angustiada. — Si no fuera tan boluda, no estaríamos pasando por esto.

— No fue tu culpa, Eve. — Sentí como movía su dedo pulgar en mi mejilla, limpiando lágrimas que caían. — No seas tan dura con vos, ya está.

Sonreí apenas, y él hizo lo mismo. — Sos un amor. — Le dije sin pensarlo, rodeando mis brazos en su torso. Me estaba sintiendo acompañada.

— Vos también, tonta. — Valentín corresponde y me abraza, dejando apoyar su cachete en mi cabeza. — Pero dejá de llorar, porfavor, no quiero verte así...

Una sonrisa inconciente salió de mis labios, y ya no me sentía tan mal. Los brazos de Valentín se sentían un refugio, que era capaz de protegerte ante cualquier daño y maldad.

En ese momento, él era mi refugio.

-----------------

Uia este me gustó.

¿Que les pareció? Déjenme sus opiniones que yo lxs leo.

¡Lxs quiero! ♥️









• c u p i d o ; wos •Tempat cerita menjadi hidup. Temukan sekarang