Capítulo 1- Nuestra rivalidad

132 41 45
                                    

"General de Irchar, una posición tan deseada en un comienzo como pesada a la larga. Tan difícil de lograr como de manejar. Una vez que nacía el primogénito del General, muchos de los que eran pertenecientes a su generación eran los que ansiaban poder tener la oportunidad de obtener tal título, pero sólo uno podía llegar al final, mientras que los demás que se quedaban atrás, o se llevaban algún obsequio de segundo lugar, o terminaban en el olvido.

Soy descendiente de generales, pero eso no impidió que, desde los siete años, me atara a mí mismo para luchar por el puesto, combatiendo contra los rivales más fuertes de mi generación. Así fue, es, y será la forma de vivir en Irchar: Si quieres algo, debes pelear por conseguirlo, incluso si ello conllevara a arriesgar TODO cuanto te hace feliz".

HISTORIA - 12 años después ― 19 de abril de 2991

En Irchar, la seguridad era eficiente, los soldados patrullaban las calles, vigilando todo aquello que pareciese poco habitual. Aunque, en estos últimos años, con la nueva política que estaba llevando a cabo la actual Gobernadora de Irchar, Leaniar Gaber, esta seguridad ha ido bajando por motivos sociales, tales como el intentar acercar al pueblo ircheno a la sociedad no irchena ―Karzaquistanos, mestizos...― que vivían marginados en el conocido "Barrio Karzaquistano", lugar que consideraban sucio por estar aquellas razas, las cuales, al terminar la guerra con el tratado de paz que se firmó por ambos bandos hace diez años, en el sexto día de diciembre del año 2979, pasaron de ser prisioneros de guerra a ciudadanos irchenos ―acción que copiaron los karzaquistanos con sus prisioneros irchenos―.

Y aunque la acción de detener las peleas callejeras se encontraba entre las funciones de los soldados, las luchas entre jóvenes que eran cadetes del Ejército Ircheno se consideraban una excepción, pues estas eran para ellos como una forma de adiestramiento, para las futuras guerras en las que tendrían que participar. Lo único que no se podía pasar por alto en aquellos enfrentamientos, era que uno de los partícipes utilizara un arma de verdad y llegara a herir a una persona, pues si eso pasara, podía considerarse como un intento de asesinato, un delito inaceptable, cuya sentencia podía ser, como mínimo, la cadena perpetua en los Calabozos.

En la Plaza Central de Irchar, un joven Adlar de doce años se encontraba practicando la esgrima con espadas sin filo con su grupo de amigos, luchando alrededor de la enorme estatua del actual General de Irchar. Adlar estaba luchando contra el miembro más grande de todo el grupo, Ayar Gormet, un muchacho que le sacaba media cabeza, un par de años, y que ―al contrario que Adlar― era más corpulento, su pelea estaba bastante pareja, cosa que no pasaba con dos de sus amigos, Llegrar Tesfadí y Umrir Tosburd ―siendo el primero un joven de catorce años que era de la oscura raza frecla, y el segundo un joven enano pelirrojo de la misma edad―, quienes ni uniendo fuerzas pudieron hacer frente al que era conocido como el número uno en la generación de Adlar, dentro de su barracón, y el segundo en el Campamento ―según la lista de este―, Elenrir Vainlor, un elfo de catorce años, quien luchaba de forma presumida, al tiempo que esquivaba los golpes de sus rivales con suma facilidad.

―¡Oh, vamos! ¡Deja de moverte! ¡Pelea! ― Gritaba exhausto Llegrar.

Elenrir hizo caso a las palabras de Llegrar, se apartó del rostro un mechón de su corta cabellera negra y se lanzó al ataque. Umrir cargó contra él, solo para después caer de bruces contra el suelo, a causa de la zancadilla que le puso el elfo. Llegrar lanzó su espada con la intención de darle al elfo, pensando que no estaba mirando, pero se equivocó, y ahora el elfo tenía dos espadas. Llegrar, al ver que se le acercaba, sólo podía hacer lo que mejor se le daba, correr veloz, dejando atrás a su adversario, quien estaba reclamando la pelea que había pedido su compañero.

Adlar eligió bien a su oponente, Ayar era por poco peor esgrimista que él, por lo que no recibiría una paliza, aunque tampoco se lo escogió tan debilucho como Teomar, el hermano adoptivo de Elenrir, un elfo de cabello rubio, él era todo lo contrario a su hermano, era más torpe en la lucha, siempre terminaba en el suelo, y era el chico más joven, bajo y delgado del grupo. Otra cosa que le hacía diferente a su hermano era su habla, pues era tartamudo, pero pese a eso era preferible mantener una conversación agradable con él que con Elenrir.

Las guerras de Oriennón (Volumen 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora