Imbécil en la línea infernal

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No era su departamento. 

Así como tampoco era su obligación limpiar el desastre que Hastur hizo para celebrar el retorno de su compañero Ligur. Pero allí estaba, con una escoba en la mano y con una carreta llena de demonios a una copa de volverse alcohol; Dagon debería estar en su escritorio o mejor aún, en medio de una batalla liderando su pelotón y dando muerte a todas las alas blancas que se le cruzaran enfrente tal como había sido el plan. Cuando el demonio hizo cuentas, se corrigió a sí mismo; luego de siete meses de lucha, su corporación debería estar en alguna isla remota de Asia luego de haber derribado al pelotón más grande del Cielo. 

Pero... La guerra se había cancelado, los traidores habían comprado una cabaña en algún lugar paradisíaco al punto de vista de parejas con 60 años de matrimonio a cuestas y de un día para otro, Dagon cambió las armas y las sesiones de entrenamiento por memos de Autoayuda que repartió su Rey con fines de elevar la moral y por clases en línea de Yoga para evitar un colapso nervioso. Fue la mejor forma de sobrellevarlo, al menos para ella. El Infierno se había vuelto tan caótico el primer mes que fue casi un milagro que nadie presentara una renuncia o demanda inmediata, debía darle el crédito a la rapidez del Consejo Oscuro para elevar los ánimos con la llegada de Internet, televisión por cable y algo llamado Juegos de Video, los demonios desquitaron la ira en partidas temerarias en consolas, series, novelas. cine de arte y clases donde los favoritos incluían cocina doméstica y tutoriales de maquillaje. 

Si hubo alguien que no estuvo de acuerdo con la política de espera, fue silenciado casi de inmediato dando pie a la falta de revolucionarios, lo que nadie quiere en medio de una crisis fue el clásico llamado a tomar las armas sin más motivos que desquitar las horas perdidas y la falta de trabajo. El mal no descansaba, pero a decir verdad, Dagon estaba cansado. Esa era la décimo novena fiesta de bienvenida de Ligur, en siete meses había asistido a al menos cien bodas, supervisado la adquisición de casas rodantes por parte de ciertos demonios que querían vacaciones y lo peor de todo, tuvo que lidiar con el expediente de Lord Beelzebub cuando el teatro que ella y uno de los líderes del cielo mantuvieron en secreto terminó su obra y dejó a la luz el secreto del que solo Dagon sabía. 

El Señor de los Archivos pegó el grito en el cielo cuando vio en el dedo de su jefe un aro metálico con un rubí de adorno; la relación de Beelzebub con el arcángel Gabriel la tomó por sorpresa al descubrirlos por accidente en la oficina en algún punto del siglo XIX y siempre había puesto mala cara al ver o escuchar alguna mención de ellos juntos, algo que según el mismo Señor de las Moscas era solo para liberar la tensión. Se dio cuenta de que Beelz le mentía cuando hizo su anuncio oficial con todo el infierno. 

Hubo gritos, aplausos, negativas, destituciones y una amenaza de agua bendita, a final de cuentas, solo comprobó que cualquier plan que viniera, incluía relaciones aceptables entre miembros de ambos bandos. En consecuencia, el Cielo y el Infierno hablaron de un tratado de paz donde más allá de cualquier tentación o bendición, no había motivos para atacarse entre ellos, la mayoría estuvo de acuerdo, la mayoría que no escuchó los temores de Dagon. 

El demonio estaba acostumbrado a eso. Había servido a Beelzebub tantos años que era fácil perderse en la sombra del príncipe, nunca le importó, Beelz era un excelente jefe, un buen amigo, ambos bromearon en las largas horas de trabajo y fueron a comprar helado de azúcar a las ferias locales. Incluso después de descubrir su acuerdo con Gabriel, Dagon siguió representando el papel más importante para Beelzebub, antes que algún arcángel era su mejor amiga, su mano derecha y la primera que recibía las buenas y malas noticias. 

Pero el Apocalipsis lo cambió todo. Mejor dicho, el NO Apocalipsis. 

No había más guerra que aquella en las consolas, más rivalidad que la de los demonios con las compañías de cable que no aseguraron el servicio completo y la oficina antes tan familiar era ahora un sitio donde el escritorio de Lord siempre estaba lleno de flores, chocolates, el marco de una fotografía de ella y Gabriel en uno de sus viajes y de memos de Cosas que Hacer que ocupaban un segundo puesto junto al papeleo corriente. 

Sentimientos, Monstruos Marinos y Otros Archivos Perdidos (Good Omens)Where stories live. Discover now