• - C I N C O - •

Start from the beginning
                                        

— ¿Te gusta Spinetta? — Me preguntó la pelinegra con interés, tras haber escuchado mi tono de llamada.

— Gustar es muy poco... Lo adoro. — Sonreí orgullosa.

Su sonrisa se amplió. — Nosotros solemos escucharlo. — Me contó, refiriéndose a los ds3.

— ¿Posta?

Asintió. — En especial Valentin.

Yo sonreí. Me di cuenta que, con Oliva, teníamos gustos parecidos en la música, y me agradaba saberlo.

— Tiene buenos gustos el pibito. — Reímos las dos.

El grupo no notó nuestra presencia cuando llegamos, estaban riéndose entre si a los gritos como si estuvieran en pedo. Sabía que no lo estaban, en clases también eran así.

Juli también reía con ellos, se notaba que la estaba pasando bien.

— Les trajimos el almuerzo, manga de simios. — Wawa se sentó y abrió la bolsa con los sanguchitos.

Yo hice lo mismo pero con las cocas.

— Uhh, que rico, la puta madre. — Comentó Sergio.

Luego de dos minutos aproximadamente, la ronda era un silencio, ya que todos tenían la boca llena con sanguchito.

— Aguanten los de lechuga. — Dije al tragar con placer. Tenía hambre, mí almuerzo había sido interrumpido por una loca enamorada.

— Concuerdo totalmente. — Contestó el Depa.

Se escucharon algunas risitas.

Tobo elevó una ceja divertido — Lo decís porque lo dijo Eve, sino vos odias la lechuga.

Todos reímos y pude notar como Tadeo se sonrojó levemente. — No jodan, pelotudos.

— Basta, tontos. — Reí yo también.

— Se pusieron rojitos. — Agregó Juliana. Yo la miré indignada, jodiendo.

— Cortenla, salames. — Dijo Valentín rodando los ojos.

— ¿A vos no te gusta nadie, Juli? — Preguntó Tobias una vez que todos se callaron.

Juliana no tardó en sonrojarse, y todos gritaron con emoción.

— ¿Quién es? — Preguntó Valentino, entusiasmado.

Juli negó, indicando que no iba a responder, y todos comenzaron a gritar al unísono.

— ¡Que lo diga, que lo diga!

Cuando mi mejor amiga estaba a punto de hablar, pequeñas gotas fuertes comenzaron a caer encima de nosotros.

— Cagamos chicos, levanten todo. — Gritó apresurado Sergio.

— Vamos a mí casa, que está cerca. — Propuso Valentín y todos asentimos rápidamente.

En un abrir y cerrar de ojos, estábamos corriendo con mochila, sanguchitos por la mitad, bolsas.

La lluvia empezaba a empeorar cada vez más, pero no le dábamos tanta importancia; nos estábamos riendo de la situación, y era algo muy divertido.

— ¡Apurate salame que te mojas! — Me gritaba Valentín, viendo cómo me quedaba atrás.

— ¡Me pesa la mochila, boludo! — Contesté.

Automáticamente, él se acercó a mi y me arrebató la mochila de entre mis manos.

— ¿Que haces?

• c u p i d o ; wos •Where stories live. Discover now