Culpa

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Momia💕
Chūya, ¿Dónde estás?
Por favor, responde.
Quiero hablar contigo, por favor.
9:03 A.M.

Cariño, si hice algo mal, sólo dímelo.
Responde, te lo ruego.
Te extraño.
12:30 P.M.

Sólo dime dónde estás.
No importa donde sea, iré hasta ahí.
Necesito saber que estás bien.
1:27 P.M

Chūya, mi Chibikko, vuelve por favor.
Te necesito.
Te amo.
3:00 P.M.

Chūya había estado recibiendo mensajes de Dazai desde hace algunos días, cada vez más frecuentes y con desesperación impregnada. Desde aquella llamada en la que le dejó claro que todo había terminado, la culpa le comía vivo gracias a la constante llegada de estos.

Pero la verdad es que él no le creía. No creería nada de lo que aquel bastardo dijera porque desde que lo conoce le ha dicho mentiras más que verdades, incluyendo el hecho de que lo haría feliz si aceptaba vivir con él.

Aunque siendo honesto, los primeros meses de vivir junto al castaño fueron como un sueño, miel sobre hojuelas, que eventualmente se torno en una pesadilla, al menos para Chūya.

Aún podía recordar cuando Dazai le pidió vivir juntos y junto a su propuesta, una sortija barata que aún llevaba en el dedo anular. No fue ni lo más romántico ni convencional, demonios, es Dazai de quién se habla, y el Demonio Prodigio (que en estos temas es uno de los más brutos) se lo propuso mientras Chūya se recuperaba en una cama de hospital después de terminar bastante herido gracias a Corrupción (cortesía de Dazai). Lo soltó como si de un saludo se tratase y él simplemente aceptó. Aún recuerda lo inmensamente feliz que se sentía.

Decidir el departamento en qué vivirían fue otro gran evento para el Soukoku, pues mientras el castaño decía estar bien con cualquier cosa, Chūya rechazaba todas las propiedades que les ofrecían, ya sea porque el baño era muy pequeño, la iluminación en las habitaciones era demasiada o porque no había bodega para vino... Hasta que cansado, le dijo al otro que tal vez aún no estaba listo para vivir en pareja, resolviéndose la situación cuando el de vendas le mostró justo la casa que el deseaba y le entregó las llaves de esta.

Al inicio, ambos desayunaban juntos incluso si uno tenía que irse al trabajo antes que el otro, también cenaban juntos. Pero eso era antes de que el castaño comenzará a salir de la casa justo antes de las ocho de la mañana y volviera al día siguiente. Chūya ya no podía ni cenar ni desayunar con él porque a diferencia del otro, él sí que cumplía con su trabajo y terminaba agotado. Por esa razón, se conformaba con dejarle la comida en el horno de microondas y abrazar al castaño el poco tiempo que permanecía acostado en la cama junto a él.

Pensar en esos días en que Dazai le llevaba de paseo a cualquier lado, asistían a festivales juntos e iban a todas las fiestas posibles le parecía tan lejano... Cada vez que había una fiesta en los casinos de la Port Mafia, el pelirrojo simplemente no podía ir porque el otro alegaba que no le apetecía, que estaba cansado y que esos eventos eran ridículos. Pero para Chūya no lo eran, él quería divertirse, quería bailar, quería beber, y si Dazai tenía ganas de algo así, prefería buscar a sus dos amigos inseparables, con quienes pasaba más tiempo que con él.

Ni hablar de los detalles como flores o chocolates, que de recibirlos casi a diario, durante el último año no los recibió ni en su cumpleaños, ni en su aniversario, ni nunca. Simplemente desaparecieron y no sabía por qué.

Hola, Dazai, estoy bien

No, no. No podía escribir algo así.

Dazai, déjame en paz, estoy muy bien sin ti.

¿Realmente le enviaría eso? No, podría trabajar en la mafia pero él un mentiroso no era. No iba a mentirle a Dazai. Le dolían inmensamente sus mensajes desesperados, las miles de llamadas y los intentos de contactarlo, pero le lastimaba más saber que si volvía, probablemente todo sería igual. Al principio bien pero después volverían a la rutina de evitarse.

No quería ver más mensajes ni llamadas desesperadas. Bloquearía a Dazai, lo echaría de su vida.

Más de un año había pasado desde que se mudó a Rusia con la excusa de manejar las operaciones de la mafia en ese país. Durante ese tiempo el contacto con Kōyō, Mori y los demás fue breve, principalmente por el hecho de que las conversaciones siempre incluían un 'Dazai-kun ha venido a buscarte'. Chūya no deseaba saber nada de aquel sujeto, en realidad, ya estaba conociendo a alguien.

Pasar el tiempo con Fyodor era bastante gratificante, le recordaba a los buenos tiempos con el idiota de Dazai sin la parte de las burlas, por lo que el primero tenía las de ganar. Se parecían un poco físicamente, aunque sus auras eran muy similares. Ambos le hacían estremecerse cuando le daban esa mirada de que sabían todo y no podía ocultar nada.

Su relación con el ruso avanzaba a pasos de tortuga, mientras que la que tuvo con Dazai estaba estancada.

Fyodor le propuso matrimonio al final de su tercer año en Rusia, un poco antes de que tuviese que volver a Japón. Si bien Dazai y él jamás estuvieron casados, sí tenía una sortija en la mano que indicaba que ya no estaba disponible. Intento deshacerse de esta más de una vez, pero cada que lo hacía, terminaba llorando mares por todos los recuerdos que se agolpaban en su pecho. No podía hacerlo. No obstante, quitó el anillo de su dedo y lo guardó en un alhajero, para después colocarse el anillo de bodas que compartía con Fyodor.

Regresar a Yokohama no fue fácil para él, sin embargo era su deber como ejecutivo hacerlo. Mori estaba encantado con el hecho de que se casara con el líder de la mafia rusa que inclusive organizo una costosa cena como bienvenida. Mencionó que invitaría a la ADA y como consecuencia, Dazai estaría también ahí. Amaba a Fyodor, así que no tenía que tener miedo ni dudas. El ruso lo hacía feliz, era atento, era detallista, era cariñoso... Chūya no necesitaba nada más.

Cuando su mirada chocó con aquella chocolate que tanto le alteraba, tuvo un momento de pánico. Estaba tan asustado que creyó que lloraría, pero Fyodor lo reconfortó de tal manera que terminó riendo y regalandole un pequeño beso. Él estaba bien, podía enfrentar lo que sea sí tenía al de ojos violetas a su lado.

"Chūya, yo-"

"Hola Dazai, me da gusto ver qué estás bien." Realmente no deseaba tener esa conversación, no quería oír nada de lo que saliera de esa boca mentirosa.

"No es así, escúchame, yo, yo puedo" vaya, escuchar tartamudear al demonio prodigio era todo un evento. "Chūya, yo puedo hacerte más feliz que él, te amo."

La voz quebrada y a punto de llorar. Dazai se veía en esos momentos muy patético. Tan patético que le dolía a él.

El pelirrojo sintió pena, más por él que por el castaño, ¿cuántas veces no deseó que Dazai le prestará atención, que le dijera que le amaba, que luchara por él? Pero ya era tarde, estaba con alguien más y eso no cambiaría.

"Basta, Dazai, ¿no ves que estoy bien con él?" miro a Fyodor quien charlaba desde el otro lado del salón con Mori. "Él me quiere, tiene los pies en la tierra, me cuida, hace cualquier cosa por mi bien."

Todo eso era cierto, aunque le faltó mencionar que muchas veces se aburría porque Fyodor era demasiado recto, que le destrozaba cuando sus sueños no eran realistas y a diferencia de Dazai, este siempre iba por lo seguro.

"Soy feliz, no puedo estar más contigo, lo siento" sabía que sus palabras dañaban al castaño, sólo debía darle el golpe final y ambos dejarían de sufrir.

"Soy muy feliz, así que tú también deberías buscar a alguien más."

NightmaresWhere stories live. Discover now