No quería, en serio que no.

   Pero... ya no estaba en mis manos. Era una especie de adicta, su olor, su sabor, su presencia... todo en él me llamaba y no podía resistirme. Dile a un drogadicto que deje de inyectarse o aspirar o fumar, dile a un alcohólico que deje de beber, dile a un pirómano que deje de incendiar cosas, dile a un ave que deje de volar o a un león que deje de comer carne.

   No podía. En serio que no.

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   Enzo estaba tendido en mi cama mientras revisaba su celular, aproveché de cambiarme la camiseta pues estaba haciendo demasiado calor para llevar una holgada.

—Nirvana —, la puerta se abrió y mi melliza asomó la cabeza. Parpadeó un par de veces evaluando la situación. Enzo en la cama y yo quitándome la ropa, bonito, ¿no?

—¿Qué ocurre? —pregunté como si nada mientras cogía otra camiseta más escotada y me la ponía.

—Eh... llamó mamá y dijo que vendrán mañana —. Me quedé con la cabeza en la camiseta y con los brazos levantados, no podía moverme y de pronto me sentía ahogada. Mamá y papá en nuestro apartamento.

—Tengo que limpiar —dije luchando contra la camiseta, era tan ajustada y pequeña que se me quedó atascada en los brazos y la cabeza—. Ve a la tienda y trae una esponja, lavaré toda la vajilla. Compra harina para hacer una tarta, y trae frambuesas para hacer la mermelada que le gusta a mamá —, logré al fin bajar la camiseta, Sylvana me miraba como si estuviera loca—. De paso compra compresas porque se me acabaron, y tampones, y un desodorante ambiental para la sala o mamá encontrará algo rarito como el olor a los pies de tu novio.

—¿Estás bien, Nirvy? —preguntó Enzo desde la cama. Negué.

—No, si mamá y papá vienen quiere decir que estoy pensando en el suicidio —, puse los brazos en jarra luego de haber acomodado la camiseta ajustada en mi torso y acomodar mis senos en el sujetador luego de haber levantado tanto los brazos pues se había corrido un poco.

   Miré a Sylvana.

—¿No vas a ir a comprar lo que te dije?

—Ya voy, ya voy. Si llega Keith dile que vuelvo en diez minutos —, cerró la puerta de la habitación, gruñí y me lancé a la cama sobre las piernas de Enzo.

—¿Por qué les tienes tanto miedo?

—Papá quería que estudiara medicina y mamá quería que fuera más alta —murmuré sintiéndome como la mierda. Él comenzó a reír.

—¿Y?

—¿Cómo que "y"? —Alcé la cabeza para verlo a los ojos. Suspiré cuando Keith entró en mi habitación como quien está acostumbrado... bueno, en realidad él si estaba acostumbrado, pero eso Enzo no tenía que saberlo.

—¿Qué ocurre? —preguntó mi cuñadito con esos labios carnosos que me ponían tanto.

—Los padres de Nirvy vienen mañana y se volvió loca, dice que va a hacer mermelada y una tarta —explicó Enzo. Keith se tiró a mi lado sobre la cama y torció esos ricos labios.

—Es grave si va a cocinar —coincidió. Enzo asintió varias veces y luego me pateó suavemente un brazo.

—No respondiste a mi "y" —. Abrí la boca y arrugué la nariz.

—Mi madre me odia —dije mirando al techo—, cuando tenía dieciséis años me decía que ella a mi edad pesaba cinco kilos menos y medía lo mismo que Sylvana, me decía que había sacado los ojos comunes de papá y que mis pechos jamás iban a crecer —, me llevé las manos a los senos, no lograba sujetarlos por lo grandes que eran.

—Yo los veo bastante grandes —comenzó Enzo.

—Sí, me crecieron de golpe cuando tuve sexo con Phillipe Brown, ¿recuerdas? —le dije frunciendo las cejas—. El chico negro con rastas rubias, ese que la tenía más o menos así —, separé mis manos hasta cumplir con el tamaño del pene erecto de mi ex novio.

—¡Ah! ¿Hablas de ese tipo con el que perdiste la virginidad en el baño del instituto cuando estábamos en la clase de deportes? —preguntó como si se le prendiera la ampolleta. Asentí varias veces.

—Creo que fue cosa de mis hormonas —, miré mi escote, mis pechos se veían excelentes. Estaba orgullosa de ellos.

   Alcé la mirada y abrí mucho los ojos al recordar algo. Me cubrí la boca de golpe.

—¡Si me ven el piercing me matan! —chillé levantándome de golpe. Corrí al espejo de la puerta y abrí la boca para mirarme la lengua, seguía estando delicada pues solo hacía una semana que me hice el orificio y solo podía alimentarme de sopas por el momento.

   Pegué las manos al espejo dramáticamente y luego mi frente, cerré los ojos mientras me lamentaba.

—No quiero que mis padres vengan, ¡van a matarme si se enteran que sigo sin novio!

—¿Qué? —preguntaron ambos al unísono.

—Sí, están desesperados. Me pidieron que buscara un abogado o un doctor para formalizar, son malas personas, solo quieren dinero —, quise llorar mientras giraba y pegaba la espalda a la puerta.

—No quiero padres así —aseguró Enzo.

—Ni yo —, alcé los ojos y miré a Keith. Me reí.

—Querido, si eres novio de Sylvana significa que ahora mis padres son tus padres y tendrás que venir mañana a decirles que eres casto y puro, que jamás has tacado a una mujer en tu vida y esperas casarte con mi hermana para al fin metérsela porque te ahorcarán si se enteran que tú y ella y... —torcí la cabeza, con una sola mirada supo que deseaba decir "yo"—. Bueno, tú entiendes.

—No quiero venir.

—Sylvana te obligará a venir de todas formas —, me acerqué a la cama y me cumbé sobre Keith para llegar a Enzo—. ¿Quieres ser mi novio falso? Tú estudias leyes, ¿verdad?

   Pestañeé varias veces, él hizo una mueca de desagrado mientras negaba varias veces con la cabeza. Oh sí, Enzo sería mi novio falso por las buenas o las malas.

Un cuñado para llevarWhere stories live. Discover now