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— Isabella Ochoa, sigue usted. — Dijo, luego de mirarme con comprensión.

«Vamos carajo, me salvé» pensé victoriosa.

Juliana vino corriendo hacia mí con la campera, y me la até rápidamente a la cintura. — Gracias Juli, sos un sol. — Dije con alivio.

— De nada Eve. — Se sentó nuevamente, con la respiración agitada. — Que bueno que te ví a tiempo.

— Con razón me sentía como el culo. — Reí apenas, acomodándome junto a ella. — Ahora seguro manche mi campera.

— No te preocupes, se lava. — Sonrió. — Después te doy tips de limpieza.

Yo solté una carcajada, y desvié mi mirada hacia el lado derecho de Juliana.

Crucé miradas con Tadeo, quién se veía confundido. Cuando lo ví también, comenzó a acercarse hacia nosotras.

— ¿Estás bien Eve? — Me preguntó, sin quitar de su rostro la expresión preocupada. — ¿Por qué no pasaste a dar la prueba?

Yo me encogí de hombros, no quería tampoco contar mi situación. — No me sentía muy bien.

Depa hizo una mueca y puso su mano en mí frente. — ¿Tenés frío?

«pobre incrédulo» pensé en ese momento, aunque me había dado ternura su gesto.

— La verdad que si. — Asentí levemente. — Por suerte Juli me trajo la-

— ¿Alguien vió mi campera? — Gritó Valentin desde lejos, interrumpiendo lo que iba a decir.

La mayoría de chicos, negó.

Yo fruncí el ceño, y una extraña sensación de pánico me invadió; bajé mi mirada para ver el abrigo atado a mi cintura, y ahí me dí cuenta... esa no era mi campera.

Tenía la campera de Valentín Oliva atada a mi cintura, y seguramente manchada con salsa de tomate femenina.

Casi me muero, literalmente. Miré con desesperación a Juliana quién también se había dado cuenta, y tapó su boca, impactada.

— ¿Estás bien Eve? — Me preguntó El Depa elevando una ceja. — Te pusiste pálida.

Valentin se acercó corriendo hacia nosotros y tomó el hombro de Tadeo, con una expresión afligida.

— Amigo, me chorearon la- — Ya no emitió sonido al poner sus ojos sobre mi, y notar su abrigo puesto en mi cadera.

Mi mirada reflejaba una gran desesperación y vergüenza. Quería que la tierra me tragara, quería desaparecer, quería cualquier opción que me sacara de ahí.

El Depa siguió los ojos de Valentin, y miró también, dándose cuenta de lo que ocurría. — ¿Esa no es tu campera? — Preguntó a su amigo.

Yo tragué grueso, y Juliana se cubría el rostro con culpa. Mi campera era muy parecida a la del chico, entonces se habrá confundido al agarrarla. Además, yo tampoco me di cuenta cuando me la até.

Oliva se quedó dudoso algunos segundos, y contestó. — Ah boluda, pensé que ya me la habías devuelto.

Pensé que iba a putearme, pero cuando lo escuché, mi ceño se frunció con confusión, al igual que el rostro de Juliana. Nos miramos extrañadas por las palabras del chico.

• c u p i d o ; wos •Where stories live. Discover now