—Más bien hace mucho que tú no me invitabas —le respondió Andy, apuntándole juguetonamente con su dedo.

El estudio ahora sí estaba en silencio, pues todos, público y staff, estaban atentos a cada una de las palabras del invitado. Y no era para menos. Andy Woodhouse era una de las estrellas de la música más grandes de los últimos treinta años, y en la última década había incursionando también al cine, hasta incluso haber ganado recientemente un Oscar a Mejor Actor. Famoso también por sus muchas acciones caritativas alrededor del mundo, y por sus filosofías de vida que habían servido de inspiraciones para miles de personas. Siempre con su cabello largo y su barba que asemejaban, según algunos, la apariencia más popularizada de Jesús. Incluso le habían propuesto interpretarlo hace un par de años atrás, pero lo rechazó.

—Oh, tú no necesitas invitación, y lo sabes —respondió la conductora a su último comentario, dándole una palmada en su rodilla—. Pero es que además has estado en extremo ocupado, ¿no?

—Supongo que sí —añadió Andy, asintiendo—. Acabamos de volver de una gira por Asia, y mi reloj interno aún no se acostumbra al cambio de horario.

—Y en lugar de estar descansando te tenemos aquí; vaya montón de explotadores que somos. Pero enserio, Andy, no sé cómo lo haces. Tantos años de carrera, y sigues tan vigente. ¿A qué crees que se deba?

—Supongo que el mal gusto nunca pasa de moda —soltó Andy de forma burlona, y el estudio se llenó de risas otra vez—. Ya enserio, siempre he creído que cuando haces algo que en verdad amas y de lo que te sientes orgulloso, la gente lo percibe y lo recibe con alegría. La música es eso para mí. Y espero seguir haciéndolo por muchos años más. Bueno, mientras el público lo quiera, y al Universo le parezca.

—Siempre has sido un hombre muy espiritual, ¿verdad, Andy?

El hombre de barba sonrió, mostrando parte de su brillante dentadura, y asintió con su cabeza.

—Me agrada pensar que tengo una relación sana y estable con las fuerzas que le dan forma a nuestro mundo. Ya sea Dios, Buda, el Monstruo Gigante de Espagueti... o algo más. Llevo mi vida encaminada a estar en paz con todo y con todos.

—En esta época predominantemente atea y agnóstica, se ha vuelto un tanto inusual que los famosos expresen ese tipo de ideas tan públicamente, ¿no?

—La gente está cansada de las religiones organizadas y los dogmas, y ese es un sentimiento que también comparto. Confío, sin embargo, en que tarde o temprano todos comprenderán a separar lo que es la iglesia como institución, del concepto que tengan de Dios. Y al hacerlo, entiendan que su relación con Él, Ella o Eso, se trata más de una interacción íntima y personal, y menos de seguir una serie de pasos y ritos, como si se tratara de magia negra.

El músico se quedó callado unos instantes mirando al suelo, y luego miró de nuevo al público, sonriéndoles como si se acabara de acordar de algún chiste e intentaba no reírse de ello.

—Pero estoy divagando, lo siento —se disculpó, aparentemente un poco avergonzado—. No me invitaste para hablar de eso.

—Oh, no te disculpes —musitó Claudia risueña, dándole otra palmada en su rodilla—. Tienes una voz tan hermosa que podría oírte por horas hablar de cualquier cosa. ¿Y ustedes? —Se viró y señaló hacia el público buscando su opinión, y estos la secundaron con aplausos y ovaciones. Andy alzó una mano hacia ellos, en gesto de gratitud—. Déjame decirte —prosiguió Claudia—, hablando de magia negra, que cada vez que te veo te ves mejor. ¿Cuántos años cumpliste el junio pasado? Si se puede saber, claro.

—No tengo problema con revelarlo —declaró Andy, encogiéndose de hombros—. Cumplí cincuentaiuno.

—Cincuentaiuno —repitió Claudia con gran asombro, y no todo en él era parte de su sobreactuada personalidad. Se giró con la boca bien abierta hacia las cámaras. El público rio, y algunos soltaron silbidos de admiración—. Y te ves increíble, como un jovencito.

Resplandor entre TinieblasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora