"Si, hombre de Dios- pensó Emma-, pero todo eso ¿qué tiene que ver con saber reproducir el parecido de una cara? Sabes muy poco de dibujo. No te quedes en éxtasis pensando en los míos. Guárdate los éxtasis para cuando estés delante de Harriet."

-Verá usted, señor Elton- dijo en voz alta-, si me anima usted de un modo tan amable, creo que trataré de hacer lo que pueda. Las facciones de Harriet son muy delicadas, y por eso son más difíciles de reproducir en un retrato; y tiene rasgos muy peculiares, como la forma de los ojos o el trazado de la boca, que es preciso reproducir exactamente.

-Usted lo ha dicho... La forma de los ojos y el trazado de la boca. Yo no dudo en que usted lo conseguirá. Por favor, inténtelo. Estoy seguro de que tal como usted lo haga será, para expresar su propia expresión, algo precioso.

-Pero yo temor, señor Elton, que Harriet no quiera posar. Concede tan poco valor a su belleza. ¿Ha visto usted la manera en que me ha contestado? ¿Qué otra cosa quería decir si no?: "¿Para qué hacer un retrato mío?"

-¡Oh, sí! Le aseguro que ya me he fijado. No me ha pasado por alto. Pero no dudo de que podemos convencerla.

Harriet no tardó en regresar, y casi inmediatamente se le hizo la proposición; y sus reparos no pudieron resistir mucho ante la insistencia de ambos. Emma quiso ponerse manos a la obra sin más demora, y por lo tanto fue a buscar la carpeta en donde guardaba sus bocetos, ya que ninguno de ellos estaba terminado, a fin de que entre todos decidieran cuál podía ser la mejor medida para el retrato. Les mostró sus numerosos bocetos. Miniaturas, retratos de medio cuerpo, de cuerpo entero, dibujos a lápiz y al carbón, acuarelas, todo lo que había ido ensayando. Emma siempre había querido hacerlo todo, y había sido en el dibujo y en la música en donde sus progresos habían sido mayores, sobre todo teniendo en cuenta la escasa disciplina en el trabajo al que se había sometido. Tocaba algún instrumento y cantaba; y dibujaba en casi todos los estilos; pero siempre le había faltado perseverancia; y en nada había alcanzado el grado de perfección que ella hubiese querido poseer, ya que no admitía errores. No se hacía muchas ilusiones acerca de sus habilidades musicales o pictóricas, pero no le disgustaba deslumbrar a los demás, y no le importaba saber que tenía una fama a menudo mayor que la que merecían sus méritos.

Todos los dibujos tenían su mérito; quizá los mejores eran los menos acabados; su estilo estaba lleno de vida; pero tanto si hubiera tenido mucho tiempo menos, como si hubiese tenido diez veces más, la complacencia y la admiración de sus dos amigos hubiera sido la misma. Ambos estaban extasiados. El parecido gusta a todo el mundo, y en este aspecto los ciertos de la señorita Woodhouse eran muy notables.

-No verá usted mucha variedad de caras- dijo Emma-. No disponía de otros modelos que los de la familia. Aquí está mi padre (otra de mi padre), pero la idea de posar para este cuadro lo puso tan nervioso que tuve que dibujarle cuando él no se daba cuenta; por eso en ninguno de estos esbozos le saqué mucho parecido. Otra vez la señora Weston, y otra y otra, ya ve. ¡Ay, mi querida señora Weston! Siempre mi mejor amiga en todas las ocasiones. Siempre que se lo pedía estaba dispuesta a posar. Esta es mi hermana; y la verdad es que recuerda mucho su silueta fina y elegante; y sus facciones son bastante parecidas. Hubiera podido hacerle un buen retrato si hubiera posado más tiempo, pero tenía tanta prisa para que dibujara a sus cuatro pequeños que no había modo de que se estuviera quieta. Y aquí está todo lo que conseguí con tres de sus cuatro hijos; éste es Henry, éste en John y ésta es Bella, los tres en la misma hoja, y apenas se distinguen uno del otro. Su madre puso tanto interés en que los dibujara que no pude negarme; pero ya sabes usted que no es posible lograr que los niños de tres o cuatro años se estén quietos; y tampoco es muy fácil sacarles parecido, aparte de un vago aire personal y de la construcción de la cabeza, a no ser que tengan las facciones más acusadas de lo que es normal en una criatura; éste es un esbozo que hice del cuarto, que aún estaba en pañales. Lo dibujé mientras dormía en el sofá, y le aseguro que esta cabecita sonrosada se parece a la suya tanto todo lo que puede desearse. Tenía la cabeza inclinada de un modo muy gracioso. Se le parece mucho. Estoy bastante orgullosa de mi pequeño George. El rincón del sofá está muy bien. Y aquí está mi último dibujo (y desenvolvió un esbozo muy bonito, de pequeño tamaño, que representaba a un hombre de cuerpo entero), el último y el mejor: mi cuñado, el señor John Knightley. Me faltaba muy poco para terminarlo cuando lo arrinconé en un momento de mal humor y me prometía mi misma que no volvería a hacer mas retratos. No puedo soportar que me provoquen; porque después de todos mis esfuerzos, cuando había conseguido hacer un retrato lo que se dice bueno (la señora Weston y yo estuvimos totalmente de acuerdo en que se parecía muchísimo(, sólo que quizá demasiado favorecido, demasiado halagador, pero eso era un defecto muy disculpable, después de esto llega Isabella y su opinión fue como un jarro de agua fría: "Sí, se le parece un poco; pero, desde luego, no le has sacado muy favorecido". Y además nos costó muchísimo convencerle para que posara; como si nos hiciera un gran favor; y todo en conjunto era más de lo que yo podía resistir; de modo que no pienso terminarlo, y así se ahorrarán excusarse ante sus visitas de que el retrato no se le parezca; como ya he dicho entonces me juré que nunca más volvería a dibujar a nadie. Pero siendo por Harriet, o mejor dicho, por mí misma, pues ahora no va a intervenir ningún matrimonio en el asunto, estoy decidida a romper mi promesa.

Emma.  Jane Austen.Where stories live. Discover now