—Gracias a Dios. —dijo el pelinegro de forma dramática, llevándose una mano al pecho. TaeYong soltó una fuerte carcajada. 

Sabía a ciencia cierta que cuando DoYoung actuaba como una señora de sesenta años, religiosa y solterona, era porque ya se estaba tomando las cosas con calma, así que él también tenía permitido relajarse. 

—Idiota. —murmuró entre dientes, volviendo a ponerse de pie cuando recordó que había llevado un producto nuevo—. Como sea, hoy tú te harás cargo de agacharte porque eres mi mejor amigo y no quieres escucharme gemir por el dolor en mis piernas. 

El tono cantarín de su voz combinó a la perfección con las suaves palmaditas amistosas que dio en la espalda de su amigo que le dedicó una mala mirada, algo que le hizo sonreír radiantemente, cual infante que se sale con la suya. 

—No olvides recordarme por qué soy tu mejor amigo, Lee. —refunfuñó el pelinegro antes de sonreír, sin poder contenerlo. TaeYong volvió a reír—. ¿Trajiste algo nuevo hoy? —cuestionó el de afiladas facciones al cabo de unos segundos, tomando asiento en el taburete que el pelirrojo había utilizado con anterioridad—. Debo decirte que tu última receta fue como un grano en el culo. 

Y TaeYong volvió a soltar una carcajada, aprovechando de caminar hacia la parte trasera del local, aquella especie de bodega donde tenían los repuestos para las cosas que suponían irían vendiendo durante el día y, además, sus pertenencias. 

Desde que tenía uso de razón se había interesado por dos cosas, la música y la pastelería pero, el venir de una familia demasiado convencional, demasiado religiosa y apegada a las leyes homofóbicas del país, le llevaron por un camino en específico; sus padres habían considerado que ser chef era mucho mejor que músico, porque la música lo dejaría mucho más cerca de las tentaciones del demonio, o algo así había dicho su padre, no lo recordaba muy bien,y tampoco le importaba a esas alturas. 

Después de estudiar cocina internacional, se había especializado en todo lo que era panadería y pastelería porque, mierda, los sabores dulces y las masas blandas, además de los llamativos colores y el chocolate -sobretodo el chocolate- eran su maldita obsesión; y allí, durante sus años de universidad, había conocido a DoYoung, su actual socio de aquel pequeño local donde, por lo general, era él quien creaba nuevas recetas, y el pelinegro le ayudaba con la preparación que, gracias a Satanás -le gustaba decir aquello para fastidiar a sus padres, quienes apenas y veía una vez al año- cada vez era mayor. La tienda cada vez tenía más y más clientes, permitiendo que cada uno fuera capaz de arrendar para sí mismo un pequeño departamento en el centro de la ciudad, en el mismo edificio, y cerca de su humilde local. 

El gato y el conejo. 

Era como se llamaba, y estaba ubicado frente a unos enormes edificios llenos de oficinistas. 

Aburrido, pero con dinero. Aún mejor para ellos. 

Se acercó a la última estantería de metal, donde tenían unas bandejas de color morado que indicaban que eran dulces con chocolate los que estaban allí, y con delicadeza sacó una de las bandejas. 

—Eres demasiado quejica —habló alzando un par de notas el tono de su voz para que DoYoung le escuchara desde el otro lado de aquella pared y puerta abierta, aunque el local no era demasiado grande ni tampoco demasiado concurrido a esa hora de la mañana—. Sólo eran unos panes dulces con líneas de caramelo. 

Mientras hablaba, aprovechó de sacar la pequeña bandeja para comenzar a caminar de vuelta a la parte principal de la tienda, donde se encontró con DoYoung en medio de un bostezo. 

Sonrió con burla, manteniendo una ceja arqueada cuando sus miradas se encontraron. 

DoYoung bufó. 

El error Perfecto. 《JaeHyun x TaeYong》OS.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora