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Los sucesos únicos, tienen la especialidad que solo pasan en momentos inesperados, aquella tarde-noche de abril, nada de lo ocurrido fue planeado, ni los golpes, ni las marcas, ni siquiera la lluvia. Un momento de enojo, provocó que el corazón de un pequeño se llenara de dolor. Esa misma mañana, Marcus vio entrar a muchas personas a su casa, entre de ellas a la abuela, quien no paró de llorar y abrazar a su madre quien se encontraba en un estado de shock. La policía hacía pregunta tras pregunta y Marcus solo se preguntaba si ellos eran conscientes que ni él ni su madre, tenían fuerza para hablar. Cuando preguntaron si hubo algún motivo para que su padre actuara así, la abuela de Marcus junto a su madre –Laura- voltearon a verlo para que en el instante, rompieran en llanto.

-Mi nieto, por accidente... él, él solo es un niño. No sabía lo que hacía.

La policía entonces volteo a verlo, Marcus supo cuál fue la razón, y la vergüenza no pudo desaparecer de su mirada. Queriendo cubrir su culpa, agacho la cabeza mientras se explicaba así mismo la situación: "Si tan solo, no lo hubiera hecho, ese niño no tenía la culpa de nada...de haberme detenido, mamá no estaría así. ¿Soy culpable?", las lágrimas volvieron a salir de sus hinchados ojos, y mientras curaban las heridas de su espalda, él intentaba encontrar una respuesta a lo que había sucedido anoche. El tiempo pasó rápido y las heridas fueron cicatrizando, sin desaparecer completamente, al principio era doloroso verse al espejo, pero el tiempo ayudó a que la tristeza desapareciera volviéndola solo un mal recuerdo de infancia. El caso se solucionó lo más pronto posible, pues el abogado defensor ofreció la libertad de su padre, solo si él firmaba los papeles de divorcio y pagaba por los daños físicos y psicológicos de su madre y de él, o eso fue lo que Marcus supo años después. También se le dio otro nombre, otra identidad, según su madre eso le ayudaría a iniciar de nuevo, como si el recuerdo marcado en su espalda se borrara con el cambio de un nuevo nombre. Jamás pudo olvidar, lo que sucedió esa noche, así que, solo lo dejo ser hasta que se acostumbró a él. Con un poco de ayuda por parte de la abuela, su madre y él se mudaron a un apartamento en la capital. Laura encontró empleo en un hotel donde el exceso de trabajo y el aumento de sueldo, la hicieron sumirse por completo en su nuevo rol.

En los primeros años, Marcus escuchaba los sollozos de alguien por las noches, pero, nunca tuvo el valor de levantarse a averiguar ya que cada mañana al ver a su madre tratar de cubrir con maquillaje aquellos ojos hinchados era más que suficiente para él. Su vida no fue tan complicada después de la mudanza, se cambió de barrio, de escuela, hizo nuevos amigos. Nunca hablo de la razón por la que su madre y él se cambiaron de casa. Cuando le preguntaban sobre su padre, el respondía que no tenía –pues eso era lo que su madre le había pedido que dijera, por si preguntaban-, siempre se cubrió la espalda, y siguió siendo un niño como los demás, era un niño normal. Aprendió a hacer el quehacer del departamento, o al menos lo intentaba, aprendió a hacer huevos y a calentar frijoles, también aprendió a hacer café, ya que su madre llegaba tan cansada del trabajo que él siempre intentaba animarla con un beso y una taza de café. Esa fue su vida, en los siguientes 10 años, su lazo se fortaleció, eran un equipo, volvieron a sonreír, a hacer bromas y ver películas hasta horas de la madrugada cada viernes. Se acostumbraron a ser mamá y Thomas –ya no Marcus-, cada mañana se levantaban temprano para desayunar, darse un baño y arreglarse, él para ir a la escuela y ella para ir al trabajo, afuera del edificio lo esperaba su mejor amigo Michael, un chico revoltoso y conocido por toda la cuadra como un mujeriego empedernido. Para muchos él era un total peligro frente a sus novias, pues lo que tenía de feo también lo tenía de adulador, siempre caían, pero a Thomas le pareció un amigo muy leal –tal vez porque no tenía novia que cuidar-.

-Buenos días Thomas, buenos días señora dígame ¿Se hizo algo en el cabello? Porque se ve hermosa esta mañana. – dijo mientras empezaba a caminar con aquellos dos.

-¡Michael! Es mi mamá de quien hablas –advirtió Thomas, intentando detener a su coqueto amigo.

-Deberías tener vergüenza – regaño Laura dirigiéndose a su hijo- ¿por qué no dices cosas tan lindas como las que dice Michael? Con razón sigues soltero.

-¿Verdad que si? Yo siempre le digo que debería ser más adulador pero no, el joven no siente que sea necesario. Te tienes mucha confianza ¿verdad Thomas?

Saludando a algunos vecinos que se dirigían a sus trabajos, los chicos se despidieron de la apresurada madre quien tomó el autobús que estaba a punto de partir, ellos siguieron su camino a la escuela. Mientras Michael le contaba de la conversación que tuvo con su novia actual, el chico mantenía el paso en silencio, solo hablaba para pedir que su amigo repitiera lo que acabara de decir pues seguramente se había distraído con algún pensamiento inesperado en su mente, eso o algún animalito callejero que pasó por ahí. Poco a poco, los uniformes verde y blanco se hicieron más y más hasta que en una vuelta, a tan solo una cuadra del colegio, faldas y pantalones verdes con camisas polo blancas, adornaban el camino, algunos salían de carros que se veían como nuevos, otros que vivían más cerca –como Michael y Thomas- llegaban caminando minutos antes que tocaran el timbre. Saludando al profesor que se encontraba en la entrada del colegio, siguieron su camino a la clase. Y en una fracción de segundo Thomas vio la silueta de una joven en la sala del director, supo que era una chica por su cola de caballo tan bien peinada, no puso su total atención a ese detalle pero se sorprendió a si mismo por el leve impacto que esa corta imagen le causó.

Un invierno en abrilWhere stories live. Discover now