🕊️! 𝐚𝐧𝐠𝐞𝐥 𝐧𝐨𝐢𝐬𝐞𝐬

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Era un día celeste, el cielo parecía estar feliz porque unas cuantas nubes recreaban varias formas llamativas en su lienzo, el olor a pasto y a vida se colaban por el aire, flores hermosas nacían aisladas del pueblo sumergidas en la espesura del bosque donde algunas viviendas dejaron de estar vivas hace años. Los pies de un joven parcialmente alto se movían atraídos por el sonido celestial de un piano, caminaba perdiéndose entre el follaje rumbo al lugar prohibido, porque según los habitantes del pueblo el bosque estaba maldito por una pequeña alma triste y perdida que divagaba engatusando a sus víctimas antes de que estas partieran con él.

Y ahí estaba Jeongguk, no debería estar atravesando las rejas de esa vieja casa en ruinas en la mitad del bosque, las pequeñas ramas y parte de la cerca rota resonaban bajo sus pies y la delicada melodía que enredaba sus oídos se sentía mucho más cerca aumentando su curiosidad, por eso entró por una parte hueca de la longeva pared causando que el polvo y unos cuantos insectos se adhieran a sus prendas desabridas y también cayeran en su cabellera oscura alborotada.

Entonces lo vio.

Cabellos claros como la miel danzaban con la ligera brisa primaveral que entraba por uno de los tantos agujeros de la desgastada madera, era un joven de mediana estatura, estaba de espaldas hacia él, a pesar de la poca iluminación su piel parecía estar recubierta por una luz esperanzadoramente luminosa, vestía de un blanco pulcro casi transparente, Jeongguk se sintió envuelto por los finos movimientos de las pequeñas manitos que sobresalían de las ligeras mangas largas, deditos de algodón presionando con una calma envidiable un par de teclas del piano dorado que iluminaba esa pequeña parte en donde estaba colocado, junto con cada sonido esparcía pequeñas plumas brillantes y suaves que caían en el cabello de Jimin y otras terminaban en el frío y lúgubre piso carcomido por los años.

Jeongguk se vio a sí mismo acercándose a la figura angelical de aquel desconocido, invadido por aquella tonada dulce y melancólica como si cada nota pidiera a gritos ser salvada de algo que él desconoce, y antes de darse cuenta, el sonido cesó, los deditos detuvieron su algarabía, varios segundos de una calma inefable, Jimin giró su cuerpo, revelándose ante aquel curioso que con una valentía inmensa había plantado sus pies frente a él.

Ojos miel igual que su cabello, pequeños paréntesis adornando una de sus mejillas en forma de tiernos hoyuelos, un rostro sumamente etéreo, seguramente un ser del cielo, porque Jeongguk juraría que nunca antes vio a una criatura más preciosa que la que estaba admirando, la misma que le dedicaba una sonrisa devastadora con labios rosas como el rosa que ahora cubría sus avergonzadas mejillas.

¿Acaso era un ángel?.

─ ¿Quieres tocar? ─ofreció el pequeño ángel, irradiando un aura de inocencia tan pura que quizás le daría envidia a las margaritas que rodeaban los árboles.

Jeongguk creyó que el eco de aquel instrumento era lo más precioso que alguna vez escuchó, y claramente estaba equivocado, porque la voz del chico se convirtió en lo más afable que quizás existiría sobre la faz de la tierra.

─ No sé cómo ─admitió en voz baja, un poco perdido entre la brillosa sonrisa de Jimin y el resplandor del piano que a gritos sordos le pedía ser entonado por su presencia.

El ángel se levantó con cuidado y tomó una de sus manos con suavidad guiandolo hacia donde él había estado sentado, Jeongguk colgado de la mano adversa, dio un paso hacia la banqueta frente al cajón sonoro y se sentó junto con Jimin que durante todo ese tiempo le ha transmitido una paz interminable.

Paz.

La gente del pueblo es solo eso, pueblerinos llenos de prejuicios y mentes cerradas que juzgan a la primera y siempre se equivocan.

¿Cómo algo tan lindo podía estar maldito?. ¿Era posible que existiese magia entre los escombros?.

La respuesta es sencilla, porque está en los ojos de Jimin.

Sí.

─ Así ─indicó la criatura con uno de sus dedos sobre los de Jeongguk indicándole el lugar en donde debía presionar.

Una fina pluma de un color triste cayó sobre la pierna del más alto, y sin darse cuenta, una lágrima también había escapado junto con el sonido que ahora era la nada en el abandonado lugar.

Jimin lo nota y dirige su mano libre hacia la mejilla empañada que inmediatamente reaccionó al tacto, y aquella porción de agua pasó a ser un rastro de brillo luminoso que adornó su cara.

─ ¿Eres real? ─preguntó Jeongguk un poco asombrado y a la vez maravillado.

Porque está seguro de que si él regresa a contar todo lo que sucedió esa tarde lo van a tildar de loco y probablemente termine aún más excluido por la gente ignorante que se burla de lo que está fuera de su alcance.

Jimin sonrió.

─ Soy lo que tus ojos puedan ver, no fui yo quien te trajo hasta aquí, fue tu corazón, los corazones desdichados siempre tendrán refugio en unos brazos que deseen atesorar la desdicha, y yo, puedo sostenerte incluso con mis alas.

Y cual Ícaro, dos alas aterciopeladas igual de brillantes que el piano se desplegaron preciosamente por su espalda iluminando mucho más las cuatro paredes, tan luminosas, capaces de cegar a cualquiera, pero lo suficientemente preciosas como para no hacerlo.

Los ojos de Jeongguk brillaron tan intensos que Jimin se preguntó por un instante quién era el verdadero ser de luz.

Las palabras del ángel tenían tanta convicción que lograron cuestionarlo si esa miserable vida llana y mortal era lo que realmente quería, embriagado por una celestial melodía le pidió perdón en su mente a su madre por dejarse cautivar por unos ojos almibarados que sin decir nada le prometieron todo, porque él estaba exhausto de abrazar la soledad, y si había un par de alas altivas que le ofrecían paz y libertad él no podría decir que no, más aun si venían acompañadas de una angelical sonrisa.

─ Mucho y muy fuerte, sí quiero.

Entonces Jimin habrá cumplido su misión, salvar de las penumbras a una pobre alma que estuvo manchada de oscuridad por el vacío de la pronta juventud y la llenaría de teclas mágicas, tonadas sutiles y tacto apacible.

─ Entonces toma mi mano y grítale a tus miedos que nunca más te podrán tener preso.

Para los ángeles, un beso en los labios no era un acto de morbo, era una forma muy única de expresar empatía y cariño, y para Jimin, los besos eran la firma de su promesa, Jeongguk nunca besó a nadie, por eso siempre recordaría aquel gesto como la única muestra de amor que alguien le demostró en la vida.

Jimin no era esa maldición que todos aseguraban, él no cazaba a sus víctimas, él refugiaba corazones puros que alguna vez se vieron opacados por no tener aquello que le falta a la humanidad en estos tiempos.

Ese algo se llama amor y nada más que eso.





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𝘾𝙚𝙡𝙚𝙨𝙩𝙞𝙖𝙡 𝙢𝙚𝙡𝙤𝙙𝙮 국민 KOOKMIN!¡ [mini o.s]Wo Geschichten leben. Entdecke jetzt