Jack pensó en ello, con el cuerpo tendido en el suelo, realizó un veloz movimiento con su báculo, alejó la tormenta, lejos de él, y de pronto todo desapareció. Todo quedó completamente en silencio y ahora cara a cara con la luna, como la primera vez cuando salió del lago congelado con un nuevo propósito de vida, del que no descubre aún.

-Estoy harto... no sé que estoy haciendo mal -se encogió levemente-. Nadie ha podido verme y... -pasó su dorso por sus ojos, en un suspiro quebrado- ...quisiera que pudieras decirme por qué estoy vivo.

Y la luna estaba quieta en lo alto.

Con ira y resentimiento, Jack flexionó los dedos, atrapando nieve en su mano, y lo lanzó hacia la luna, pero al cabo de unos segundos la nieve regresó, esparciéndose sobre su frente. No tenía caso.

Con el cuerpo adolorido, siguió su camino y halló una cueva, para adentrarse velozmente, estaba muy desmadejado, se sentó sobre la tierra en un rincón abrazando sus piernas, concentrándose en su propio calor corporal. Pensó en cómo los guardianes deben sentirse dichosos sabiendo que creen en ellos. Por unos segundos, Jack también estuvo feliz por los cuatro, la suerte que deben tener. Mientras él solo era un niño destinado a la juventud eterna. Seguiría pensando en ello si no fuera por un chillido en la cueva que lo alertó.

Miraba a distintos lados, hasta que se dio cuenta frente a él, se acercaba una pequeña comadreja albina saliendo de la oscuridad. El animalito lo miró con sus ojos negros, agitando sus bigotes.

-Al menos tú si me ves. ¿No es así? -dejó su báculo en el suelo, para extender su brazo y acariciar la cabecita del animal, que de pronto, entró en confianza a tal punto de subirse en su regazo, antes de dar unas vueltas y terminar durmiendo en su cálida sudadera-. Gracias por acompañarme, aquí -declaró en una sonrisa, y bostezó, recargando su cabeza en una esquina, hasta quedar en un sueño profundo.

Él estaba en su castillo, y la tormenta había acabado dentro de su hogar, la segunda que había provocado luego de expulsar a su hermano Andy junto a una chica rubia. El sol débil estaba saliendo, y era la hora de su desayuno.

Colocó en su espalda un saco de flechas, y en su mano un arco que él mismo aprendió a fabricar con su padre. Puso el pie en el exterior, buscando alguna presa para poder alimentarse.

Caminó por el bosque entre los árboles de ciruelo, cuidando cada paso que daba, sin hacer ruido con el pasto, hasta tuvo que dejar en casa su extensa capa de tela fina.

Bajo las flores rosáceas de los árboles, comía un ciervo hembra pasivamente, agitando las orejas. Elián recordó que todo cazador no debía matarlas, aunque lastimosamente no había presencia de ningún macho. En fin, se puso en posición, tomó una flecha, la colocó junto al arco estirándolo hacia atrás, entrecerró los ojos, a punto de lanzar el arma a lo lejos.

Y soltó la flecha, pero un golpe de hielo lo desvío.
El rey de Arendele, lo tomó por sorpresa, abriendo los ojos tan grande como el vacío de su corazón. ¿Es que él no era el único? Tal vez era una ilusión por el hambre.

Puso en posición otra flecha, la lanzó y pasó lo mismo. Ya fue suficiente, dejó su arco en una roca, y fue en la dirección en donde apareció ese rastro de magia.
Todo eso, mientras Jack lo observaba balanceando las piernas, sentado en la rama de un árbol, con la misma comadreja albina, escondida dentro de la capucha. Pudo ver a un joven de rubia cabellera, aproximándose bajo él. Pero algo no concordaba, su mirada se iba a diferentes lados, sin mirar arriba. Jack Frost, dedujo que no creía en él, entonces tampoco podía verlo. De eso, el peliblanco sacó provecho en molestarlo un poco.

-A ese ciervo no le gustaría ser comida. ¿no es así?

Su amiga, recorrió su brazo, hasta quedar en otra rama guiada por Jack, quien se acuclilló sobre la rama gruesa en la que él estaba.

La Misma Luna (Jack Frost x Elsa Male)❄ 𝐎𝐧𝐞-𝐬𝐡𝐨𝐭𝐬✨Where stories live. Discover now