Volvió a girarse, mirándola a los ojos.
—Porque estoy enamorada de ti. —dijo como si fuera la cosa más obvia del mundo.

Denki se sonrojó hasta las orejas.
—¡¿P-pero cómo puedes decir cosas tan vergonzosas y quedarte tan tranquila?!
—exclamó cubriendo su cara con las dos manos, sin darse cuenta de que Sero se había agachado frente a ella.

—Yo no tengo dudas sobre mis sentimientos. — Tomó las muñecas de Kaminari y las alejó de su rostro. —¿Las tienes tú?

Denki calló.

—¿Debería tomar eso como un no? —preguntó de nuevo.

La rubia bajó la mirada, tener tan cerca a Hanta la incomodaba bastante y no sabía cómo sentirse ante ese calor en sus mejillas que llegaba al punto de agobiarla.

Si se acerca más, podría hasta darme un beso, pensó nerviosa.

Pero, ¿por qué ese sonrojo molesto aumentó con ese pensamiento?

Hanta suspiró resignada, sabía que nada obtenía acorralando de esa forma a Kaminari —y aparte, no quería agobiarla, eso nunca—.

—Denki, no estoy enfadada por el golpe. Por favor, he recibido palizas peores de Bakugo y sigue siendo mi mejor amiga, no tiene nada que ver con esto. —señaló la venda en su cabeza. —Lo que me cabrea es que no me has dado una respuesta. No sé si te gusto, o si te asquea la idea de que seamos algo más. Y me jode, ¿sabes? Porque pensé que si te lo decía, me contestarías de forma sincera. Y sin embargo, parecía que querías salir corriendo en cuanto tuvieras la oportunidad.

Kaminari entendió entonces que su reacción a la confesión de Sero no fue la correcta, y que con ello, hirió sus sentimientos.

Y por supuesto que la pelinegra merecía una respuesta.
Pero el problema era que no la tenía.

Con la cabeza gacha preguntó en voz baja: —¿Te sigo gustando a pesar de lo que te hice?

Sero la miró, en silencio. Luego se acercó a la mejilla izquierda de la rubia y la rozó levemente con sus labios.
Se separó y mirándola de nuevo a los ojos habló: —¿Qué te dice eso?

Kaminari, más roja que un tomate, dijo con un hilillo de voz: —¿Me lo puedo pensar?

Hanta llevó una de sus manos al cabello de la rubia y lo acarició, como si supiera que estaba más nerviosa que nunca y quisiera calmarla, lo cual consiguió.

—Me deja más tranquila que lo hagas. —dijo con una leve sonrisa. Luego tomó los hombros de Denki y se pusieron en pie.

—¿Me... voy? —cuestionó dudosa, mirando hacia abajo.

—Sí, quiero estar sola un rato, ya te lo he dicho antes. Y tú también lo necesitas, así que...

—Mm... —asintió mientras se dirigía a la puerta. —Nos vemos mañana.

—Adiós.

Kaminari salió del cuarto y al cerrar la puerta tras de sí, sintió que gritaría en cualquier momento.

Eso, y el breve pensamiento de no lavarse la mejilla ese día, ni el siguiente.

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Serokami Week 2020 Where stories live. Discover now