El Peso del Poder

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Suena el despertador

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Suena el despertador. Unos pocos rayos de luz se filtran por las persianas verticales de madera de nuestro dormitorio. A mi lado duerme Orph, mi marido. Estará soñando con Ricca y conmigo o, tal vez, con su trabajo. Se cumple su primera semana desempeñando el rol de secretario general del Ministerio de Educación Física. Es un trabajo muy exigente, de jerarquía, y las responsabilidades están a la altura de su salario.

Giro la cabeza y me siento tentada de despertarlo. Me miraría con expresión somnolienta, entre la duda de besarme o mandarme de paseo a Efasthereth —y me lo merecería, para qué negarlo. Su trabajo transcurre en otro horario y, a pesar de que trabajamos juntos en el MEF, pocas veces coincidimos debido a nuestros roles.

Mientras él hizo la carrera administrativa, yo me decanté por la de instrucción. Entreno a: los futuros miembros de los cuerpos de seguridad de Dëkifass, los candidatos a instructores y los futuros militares de Tie-Galam, nuestro país.

Me levanto delicadamente de la cama y me cubro con un manto. Hoy será un día caluroso, lo presiento. Aunque estemos en Sesem —el mes más caluroso del año—, en la mitad superior de la isla se disfruta de un clima cálido, pero no agobiante, a diferencia de la zona meridional. Podremos disfrutar del inicio del Día de la Refundación y —lo que es más importante—, del cumple de Ricca en las calles de Dëkifass.

Nada más me asomo en la habitación de mi bebé —sí, ya sé que no es un bebé ya, pero para mí lo es—, la encuentro destapada y despaturrada para todos lados. ¡Esta niña es terrible! Me muerdo el labio mientras la miro y la veo tan grande. ¡Tres años va a cumplir mi tesoro! Cuando menos me dé cuenta, ya será una mujercita que terminará dejando la casa y buscando su propio camino en la vida. ¡Qué los días pasen lentos, boyr Thelos!

En mi inocencia, pensé que la maternidad sería una tarea sencilla. Lo tenía todo claro: qué haría, qué no o cómo obraría en una u otra circunstancia. Todo eso no vale después para nada. Si bien no tuve un embarazo complicado y el parto fue llevadero —mi actividad física me permitió una dilatación relativamente rápida y una mayor tolerancia del dolor— desde el primer momento que sostuve a Ricca, supe que no sabía nada. Que todas mis presunciones estaban basadas en la lógica; pero, si algo aprendí durante estos tres años, es que este camino se vive día a día. Vas con una brújula avanzando, buscando el norte, porque el mapa que tenías nunca fue válido.

Hemos vivido momentos muy tensos con Orph, porque su cuidado, el mantenimiento de nuestra casa, de nuestros trabajos y, ante todo, de nuestra relación nos obligó a reorganizar y redefinir rutinas y prioridades. Nada podía ser igual. Estábamos obligados a cambiar. Costó tiempo encontrar esas nuevas versiones de nosotros mismos. Hoy puedo decir que lo conseguimos. Nuestra familia no puede ser mejor.

Acaricio sus cabellos castaños y lacios y la despierto con un beso. Ella se despereza, estirándose, frotándose los ojos y a punto de sollozar. Nunca tiene ganas de levantarse.

—Vamos, mi amor. Vamos a desayunar.

Ayudo a Ricca a incorporarse. La llevo de la mano a la planta baja, mientras bajamos los escalones de madera. Sé que no deberíamos ir descalzas, pero el suelo está fresquito —estoy por tirarme sobre él y aprovechar esa sensación que no durará mucho tiempo. En un rato estaré rogando para que el sistema de refrigeración natural haga su trabajo.

El Bosque de los DiosesWhere stories live. Discover now