Cualquier cosa que estuviese ocurriendo, tenía que ser delicado, para que Joe le hablara de ese modo a su hermano. No tuve más remedio que dejar de lado mi enojo.

—Hablaremos más tarde, ve con tu hermano —dije sin dudar.

Sam me observo detenidamente. No estaba seguro de seguir a su hermano, por lo que di un apretón a su mano, para hacerlo sentir más seguro, todavía estaba enojada, pero lo menos que necesitaba en ese momento era una pelea entre hermanos.

—Ve con Joe —insistí.

—Más tarde te hablamos ¿sí? —asentí.

Sonrió de manera forzada y no muy convencido comenzó a seguir los pasos de Joe.

El día estaba llegando a su fin, mi celular se había vuelto mi única compañía ya que no paraba de verlo, con la esperanza de que Alexander se comunicara. Estaba muy al pendiente por si recibía un mensaje o llamada de él, pero como era de esperarse no había nada; no quería entristecer, aun así, no podía dejar de pensar en que una vez más solo se había aprovechado de mí.

Por más que daba vueltas, no podía encontrar alguna justificación, pudo enviar un mensaje para decirme que estaba bien o algo por el estilo, fastidiada avente el celular sobre mi cama.

Estaba enojada con él, pero más conmigo misma por ser tan estúpida y creer nuevamente en sus falsas palabras.

Los toques en la puerta me hicieron levantarme de golpe de la cama, con la ilusión de que fuese Alexander. Al abrir me di un golpe mental, pues era Sam quien estaba ahí con una enorme sonrisa.

Arrufe la frente al ver en sus manos llevaba una computadora portátil y una bolsa de plástico.

—¿Puedo pasar? —por breves segundos dude, pero mi emoji ya se había esfumado y no era tan cruel como para correrlo.

—Bien... pero te advierto, si intentas propasarte, te golpearé muy fuerte.

—Prometo no hacer ni una sola estupidez —por la forma en que lo dijo, me fue imposible reprimir mi risa. Me hice a un lado para dejarlo entrar.

—¿Se puede saber qué haces aquí con todo eso? —señale lo que llevaba en las manos.

—Como no podemos ir al cine, el cine tuvo que venir hasta aquí —sin esperar a que yo dijera algo, acomodo la computadora en la cama —Te dejare elegir la película que quieras, no importa que sea alguna cursi, vengo preparado con frituras, dulces, bebidas y hasta pañuelos desechables en dado caso de que tenga que llorar.

—¿Llorar?

—Por si eliges una película romántica —comencé a reír.

Me acerqué a la cama para ver el contenido de la bolsa, efectivamente había muchas golosinas que comenzaron a ser esparcidas por mi cama.

—Bien. Solo acepto porque me dejarás elegir la película y trajiste chocolates —en realidad no quería estar sola.

—Maddi —se acercó —Necesito preguntarte algo.

—Suéltalo.

—¿Amigos? — extendió su mano delante de mí, con una enorme sonrisa.

—Amigos —confirme, estrechando su mano. En un arrebato me acerque a darle un beso en la mejilla tratando de calmar la tensión que aún había entre nosotros.

—Gracias. Temí que jamás me perdonarías.

—Queda olvidado, solo que no se vuelva a repetir —levanto su mano, para prometer que no volvería a propasarse.

En manos de la Bestia Where stories live. Discover now