A es de Amigas-Siempre

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Los regalos cayeron a sus pies y se desparramaron a su alrededor.

Holland sintió su corazón romperse un poquito antes de agacharse para recogerlos cuanto antes. Parecía que, sin importar cuánto se esforzara por ser una buena persona, una fuerza externa siempre intervenía para demostrarle que eso no cambiaría su destino. Nina siempre se quejaba sobre cómo estaba maldita por ser una Loksonn, Holland nunca había sabido cómo decirle a su mejor amiga que no era quien tenía mala suerte sino ella. Estaba llegando tarde a la fiesta. Se había ofrecido, a espaldas de Nina quien siempre la estaba regañando por ser tan servicial, a ir a buscar los regalos que el anfitrión de la fiesta se había olvidado en su atelier. Unas pocas calles no eran mucho. ¿Verdad? Y ahora el aguanieve estaba arruinando los coloridos y preciosos envoltorios.

Solo ella, de todos los seres vivos, podría tropezarse con otra persona la víspera de Navidad cuando se suponía que todas las calles estarían vacías. No podía usar magia delante de un humano. Tampoco podía recoger los regalos lo suficientemente rápido. El frío le había congelado hasta la punta de la nariz, la nieve no dejaba de caer, y el reloj seguía avanzando. Había prometido que no le tomaría más que unos pocos minutos, ahora no sabía con qué cara le pediría disculpas al anfitrión de la fiesta por haber dejado que los regalos cayeran.

—Mi scusi.

El extraño se agachó frente a ella y la ayudó a recoger rápidamente todos los regalos. Partió antes que Holland tuviera siquiera tiempo de verlo o decirle que no había problema y agradecerle por la ayuda. Ella metió los paquetes dentro de la bolsa de nuevo y la colgó de su espalda. Miró sobre su hombro solo para ver al joven encapuchado alejarse mientras intentaba resguardarse también de la nieve. Holland tiró de su gorro más abajo para intentar proteger su cabello. El invierno entre humanos siempre la confundía, entonces todos usaban guantes y no había modo de distinguir a los suyos de los humanos. Tampoco era como si importara, los brujos tendían a evadir a los exiliados.

Continuó con su camino, esperando no estar demasiado tarde. No era como si odiara la nieve, pero entre eso o un lugar cálido escogería sin pensarlo el segundo. El clima en la comunidad siempre había sido perfecto y agradable, y ella podía llevar años fuera sin haber puesto un pie dentro de nuevo pero como bruja seguía acostumbrada a ese clima. No le gustaba el frío. Tampoco los cielos nublados. Pero Nina adoraba la nieve como si fuera su propia magia, tal vez porque la nieve era tan común en Rike como el sol. Ella le había escuchado hablar de prados eternamente congelados, puentes de hielo, regiones en las que siempre nevaba. En invierno un manto blanco cubría por completo a Rike, y la nieve les daba tantas posibilidades a los cambiaformas para jugar y causar problemas.

Londres también la incomodaba, para ser una de las ciudades más grandes que los humanos tenían no entendía por qué todos parecían hablar un idioma distinto. ¿Qué tenía esa especie con todas sus diferencias? ¿No podían ponerse de acuerdo en algo? Aunque quizás fuera a causa que resultaran tan numerosos, o que su territorio resultara tan amplio. Había estado contenta con su actual estadía en Melbourne, pero Nina tenía amigos en todas partes y Holland sabía cuánto esa chica se desesperaba por pasar tiempo con cambiaformas. Adoraba cualquier excusa para una fiesta, y ella la seguía a donde fuera. Nina nunca era tan feliz como cuando pasaban unos días en Rike, hasta que algún noble aparecía para recordarle su deber como Loksonn o mencionar que debería estar ocupándose de asegurar su descendencia.

Discretamente por estar en la vía pública intento utilizar su magia para secar los regalos mientras se apresuraba por correr los últimos metros. La residencia Mashcom era impresionante, del tipo que los humanos se detenían a admirar cuando pasaban por su fachada y tomar fotografías de su increíble arquitectura. Holland todavía no sabía a quién pertenecía, pero Nina era amiga de un cambiaformas muy cercano al anfitrión y todo lo que amistad y cercanía podía implicar entre cambiaformas. Cruzó la alta verja que separaba la residencia de la calle y atravesó todo el patio delantero hasta llegar a la amplia puerta de roble.

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