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El chico miró el reloj de la pared, y luego frunció el ceño. — Son las dos y media, Eve.

Me encogí de hombros y el rió, negando con la cabeza.

— ¿Qué? — Pregunté con confusión, viendo como sonreía.

— Me parece que sos media testaruda. — Contestó sin borrar su expresión.

— No me conoces como para decirme eso. — Mi mirada seguía seria, mirándolo con un toque de fastidio.

— Bueno che, fue una suposición nomás. — Me dijo, y como acto seguido, tomó una porción de pizza. — ¿Vas a comer, o...?

Me levanté del sillón refunfuñando y me acerqué más hacia donde él estaba. — ¿No las calentas? — Pregunté refiriéndome a la comida en su mano.

De pronto, me miró con los ojos muy abiertos y el ceño fruncido. — ¿Cómo vas a calentar las sobras de la pizza?

En ese instante casi suelto una risa, pero la contuve: fue algo dramático por su parte.

— Bueno, que se yo. — Tomé una porción y me senté junto a él.

Comenzamos a comer en silencio, cruzando algunas miradas raras, sin saber que decirnos. Definitivamente, era muy incómodo. Me preocupaba el hecho de no poder disimular mi desagrado hacia él, aunque, seguramente yo tampoco le caía bien.

Apenas terminamos nuestro almuerzo, nos acomodamos en la mesa para hacer el trabajo.

El profesor nos había anotado un montón de preguntas para que nos guiáramos con el informe.

— Que paja hacer todo esto. — Comentó el chico sentado frente a mi, leyendo todas las preguntas.

— Vamos a dividirlas, no es tan difícil. — Contesté, leyéndolas en mi hoja.

— Vos porque te va bien en Historia, yo no entiendo nada. — Soltó con un tono frustrado.

— Buscá en internet. — Mi tono de voz era neutro. — No veo tanto problema.

— Gracias por la ayuda, genia. — Me sonrió con ironía.

Yo lo miré mal y seguí en mi trabajo.

Pasaron algunos segundos hasta que Valentin volvió a hablar.

— ¿Que es lo que te pasa? — Preguntó ante mí, con un tono algo enojado.

Mi vista volvió hacia el, a quién miré con una ceja elevada. — ¿Qué me pasa con qué?

— Conmigo. — Valentin me hablaba con los brazos cruzados, y el ceño fruncido. Parecía un nene. — ¿Por qué te caigo tan mal?

Tragué grueso. Era obvio que se iba a dar cuenta que no me caía bien. — No me caes mal.

— ¿Ah no? — El chico elevó las cejas algo desafiante. — Decile eso a tu cara de ojete.

Yo negué, ofendida. — Es mi cara normal, pelotudo.

Valentin abrió la boca y apoyó sus manos en su rostro, fingiendo sorpresa. — Me siento especial por ser el único al que le pones tu cara "normal", entonces.

• c u p i d o ; wos •Where stories live. Discover now