—¿Qué está pasando aquí?—mierda, el Charles también estaba súper curado y la palabras se le arrastraban.

—Este embarao culiao anda hablando hueas sobre el cuerpo de la Maite—le dijo el Erick notablemente encabronado.

—¿Qué te dijo, Maite?—el Charles se acercó a mi y me habló con suavidad. Negué con la cabeza mientras las lágrimas seguían cayendo sin parar.

—N-no quiero—sollocé.

—Le dijo que tenía las tetas grandes—escuché a la Camila atrás.

—Cállate Camila, déjate de ser tan hocicona—la retó la Fer atrás.

Estaban todos presentes en la cocina y me sentía tan mal, tan humillada. Lo único que quería hacer era llorar y llorar.

—Y agradece que esta no es mi casa, porque me da la huea y te pesco a puras patas en la raja, ¿me escuchaste?—le advirtió el Erick.

El Erick se volteó sin decir más, me tomó de los hombros y me sacó de ahí, que era lo único que necesitaba.

Caminamos juntos a la pieza, lo único que escuché fue la música de la Sonora Palacios que había puesto le Charles. Apenas llegué me senté en la cama e intenté quitarme los zapatos. Cerré los ojos y grité para mis interiores cuando me di cuenta que no podía. El Erick me miraba atento desde la puerta, se agachó frente a mi mientras luchaba por encontrar un equilibrio y me desabrochó los zapatos para después dejarlos a un lado de la cama.

—¿Estás bien?—preguntó.

Asentí con la cabeza. ¿Qué le iba a decir? Me sentía agredida, humillada y cualquier sinónimo más. No estaba acostumbrada a ese tipo de comentario y tampoco quería admitir que ya no quería ponerme más ropa en donde mostrara demasiado. Había sido una mala idea...

Me di vuelta dándole la espalda a Erick y apenas apoyé la cabeza en la almohada las lágrimas comenzaron a salir. Era imposible callarme porque si lo intentaba me ahogaba. El peso del Erick hizo que el colchón se hundiera más en su lado, sus manos se posaron en mis hombros y en silencio, sin decir absolutamente nada, me hizo cariño y fue la única manera de relajarme y dormir.

Desperté con un dolor de cabeza y ojos terribles. Fruncí el ceño, aún estaba con el vestido puesto. El Erick no estaba dentro de la habitación así que me cambié rápido de ropa, me puse un buzo y un poleron holgado. Cuando bajé las escaleras lo primero que vi fue al Erick con un cojín en la cabeza. Estaba con caña, era de esperarse después de ver las cuatro botellas de Whisky que estaban en la mesa.

No quise hacer mucho ruido, me metí a la cocina y busqué en la despensa un sal disfruta. Llené un vaso de agua y después se lo eché para ir rápidamente donde el Erick. Lo moví un poco y pegó el medio salto, llegó hasta asustarme. Tomó el vaso y se bebió el contenido de un puro sorbo.

—Estoy seco—dijo.

—Lo sé.

Me miró apenas y pude ver la cara de poto que tenía. Sonreí y me senté a su lado.

—¿Cómo estás tú?—preguntó.

—Bien.

—Eso no sonó muy convincente pero, ¿tomemos desayuno?

Asentí con la cabeza y antes de ir a la cocina ordenamos un poco el confeti y cotillón que había quedado tirado en el piso. Cuando quedó un poco más ordenado recién nos pudimos sentar a comernos un pan con jamón y queso.

—Wena chiquillos—dijo el Charles llegando a nuestro lado. Se saludaron de manos con el Erick y a mi me dio un beso en la cabeza.

—¿Cómo está la caña?—pregunté.

Ill be loving you forever || Erick Pulgar #LTIA2 Where stories live. Discover now