Los ojos del rey se entrecerraron. —Charlotte, ¿me estás llamando viejo? —Preguntó, y al ver que Ada soltaba una risita, también la miró a ella—. ¿Te parece gracioso que me llame viejo, Ada? Ven aquí, les mostraré a las dos de lo que soy capaz.

Sorprendiéndola, tomó a la rubia en sus brazos y la levantó del piso.

—¡Papá! —Exclamó Char poniéndose las manos en la cadera.

Ada empezó a reír y pasó los brazos alrededor de su cuello para sujetarse. Volvió a sentirse bien por una milésima de segundo hasta que vio que Geraldine todavía estaba allí y tenía la intención de seguirlos.

Ella no quería decir nada delante de Charlotte, lo último que deseaba era abrir una brecha entre las hermanas. Tenía el leve presentimiento de que si se enteraba, se pondría de su lado y todo se complicaría entre ellas. Ella no estaba allí para destruir su relación, incluso cuando todo fuese culpa de Robert y Dina.

Por suerte, Brianna salió del coche y luego de procesar la extraña imagen que tenía frente a sus ojos, arrugó la frente y habló. —¿Qué sucede? ¿Te sientes mal, Ada?

Charlotte respondió por ella. —Papá quiere demostrar un punto.

—¿Qué punto?

—Que no es un anciano —se burló la joven—. Y por eso va a cargar a Ada hasta su cuarto aunque implique que se lesione y no pueda llevarme al altar.

La pelirroja parpadeó. —Charlotte, querida, por supuesto que tu padre no es un anciano. Si lo fuera, querría decir que yo también lo soy. ¿Tú me ves como una anciana?

Char negó con la cabeza y pasó de su comentario, porque, obviamente, no concordaba con su objetivo. —Al menos usa el ascensor, papá. Por la seguridad de Ada si no es por la tuya.

El rey miró a su hija como si le hubiese planteado un reto y empezó a caminar hacia dentro del palacio.

—Geraldine, quédate conmigo, por favor —pidió la reina al ver que tenía la intención de seguirlos—. Tenemos que hablar tú y yo.

Dina se detuvo y su sonrisa se borró al ver la expresión de su madre. Ada no pudo ver nada más porque Alioth, ajeno a todo lo demás —o simulando que lo era—, entró con ella y Charlotte pisándole los talones.

Al final, terminaron utilizando el ascensor y el rey la llevó en sus brazos hasta su habitación.

—Iré por las niñas mientras te acomodas —le dijo luego de dejarla en su cama en compañía de Charlotte, que no dejaba de dar vueltas a su alrededor preguntándole cómo se sentía y qué necesitaba.

—Estoy bien, Char —compuso tomándola de una mano y tirando de ella para que se sentara en su cama.

—No te ves bien —repuso la princesa—. Te ves terrible, ¿cómo es que te dejaron salir de la clínica estando así? ¿Qué te ha hecho ese... monstruo?

Adelaine suspiró sabiendo que no iba a poder ocultarle el verdadero motivo de su malestar por mucho tiempo. Si se veía tan mal como se sentía, comprendía porqué Charlotte estaba tan preocupada.

—No es por él que estoy así —susurró dejándose caer sobre la almohada—. Todo lo que me dolía se fue por los calmantes que me dieron en la clínica.

—¿Te golpeó? —Preguntó Char apretando los labios en una fina línea—. ¿Cómo se atrevió?

—No, no me golpeó. Los golpes que tengo son por mi culpa, cuando intentaba escapar. Me daba algo para dormir cuando tenía que irse y eso me daba migraña al despertar —musitó con un suspiro—. Pero además de eso, cada vez estoy más convencida de que si bien sus métodos no eran los indicados, tenía buenas intenciones. Parece que no estaba mintiendo después de todo.

Mentiras reales (Descontrol en la realeza 5)Where stories live. Discover now