Arlys tiene miedo.
Ese es su estado natural, al menos, lo que parece en el exterior, tiene miedo de lo que ocurrirá en su futuro.
Y cuando despierta en un cuarto acompañada de dos gemelos cuyas caras están marcadas por cicatrices ese miedo se increm...
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Vivir en este lugar nunca constituyó un gran sueño para mí, las pesadillas de los monstruos más oscuros y deformes me perseguían porque sabía muy dentro de mí que aunque nunca los hubiera visto eran tan reales que causaban temor a cualquiera que se dignara a pensar.
Convertirme en un monstruo ante los ojos de mis amigos nunca estuvo en mis planes pero seguí adelante pensando que quizá un día me perdonarían.
Siempre estúpida, Arlys.
Los comentarios con doble intención dirigidos de la reina a mi no pasan desapercibidos, la última hora ha hecho más de tres bromas que involucran lanzarme a algún lugar para dejar que mi cuerpo se destruya.
En broma, supuestamente.
El tiempo se desliga de mí cuando noto que todos ya están durmiendo, el fuego acompañando sus respiraciones y la guardiana que acababa de llegar fijando su mirada en la reina.
No compartimos nunca una palabra y hoy no será el día, no sé si siquiera es la misma que nos acompañó la otra vez así que solo ignoro su presencia.
Recuesto mi cabeza en el piso de piedra, sintiendo como todo el peso de lo ocurrido llega de nuevo a mí.
¿Mañana encontraremos a mi padre? Probablemente.
¿Mañana será asesinado mi padre? No sé, por alguna razón dudo que eso ocurra.
Cinndy se empieza a remover bruscamente en su sueño, palabras entrecortadas y llanto empieza a soltar.
Miro a la guardiana pero sé que interrumpir a su reina en un sueño no es algo bien visto, así que me acerco yo y le agarro del brazo, moviendolo intentando despertarla.
—Hey... Cinndy... —murmuro— ¡Reina! —termino casi gritando haciendo que los chicos se levanten.
—¿Qué pasó? —pregunta Mich agitado.
Cuando la reina abre los ojos me alejo rápidamente, levantandome ya completamente.
—¿No puedes dormir? —me pregunta Trino mientras Cinndy recupera su tranquilidad.
Lo miro, se ha acercado a mí, no me gusta ese tipo de supuesta preocupación que muestra, realmente no confío en el, ¿debería?
—No —susurro.
Él baja la mirada. —No creí que me odiarías todavía, Arlys.
—¿Es el momento? ¿Es el momento? No, así que vamos todos a dormir, mañana será un día duro —le respondo enojada.
Poco después finjo dormir mientras pienso en lo que ha pasado y sin quererlo, me duermo pensando en una época distinta, un lugar parecido, donde unos brazos me calentaron en la oscuridad.
Al día siguiente la cueva a la luz del sol deslumbra un color brillante que me recuerda a las piedras preciosas de la dimensión humana, tan verde como una esmeralda se va transformando en una versión oscura del arcoíris.
