Capítulo 4

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Tiempo después, la despertó la luz, y abrió los ojos al oír que alguien pronunciaba
suavemente su nombre.
-Vamos, Victoria.
La joven pestañeó para acostumbrarse a la claridad y cuando alzó la mirada,
descubrió a Nick frente a ella.
-Ya ha vuelto la luz –comentó con voz temblorosa-. Se había ido cuando… -no hizo
ningún movimiento que indicara que pretendía levantarse. Al ver que Nick no decía
nada, continuó explicándole-: Ha habido un estallido terrible y después he oído que se
caían unas piedras.
-Ha caído un rayo enana de las chimeneas –Victoria se quedó mirándolo fijamente y
él le tendió la mano-. Pero la tormenta ya hace mucho que se ha alejado –le aseguró-.
Ya no hace falta que te escondas.
-¿Y por qué…? ¿Cómo has sabido que estaba aquí?
-¿No es aquí donde vienes siempre? –le preguntó Nick secamente-. He tenido que
esperar a que todos se hubieran dormido. Si se enteraran de que todavía te escondes en
los armarios, tu imagen iba a sufrir considerablemente. Puede que Tony tenga razón
cuando dice que ya conoces los mecanismos de una tormenta, pero me temo que no es
consciente del alcance de tu fobia.
Como Victoria continuaba sin moverse, la agarró de la mano para levantarla
suavemente.
-Vuelve a la cama antes de que te descubran –le advirtió.
La joven reparó entonces en que lo único que Nick llevaba encima era una bata corta,
y decidió que no estría mal pedirle una explicación.
-No llevas nada encima –señaló.
-Normalmente duermo desnudo –respondió Nick con expresión burlona. Victoria,
por su parte, sólo llevaba encima un camisón. No había tenido tiempo de pensar en
ponerse una bata.
-Pero si todo el mundo se ha levantado… -se interrumpió-. ¿Cómo te has enterado de
lo de la chimenea? ¿Y por qué nadie se ha acordado de mí? Quiero decir…
-Todos estábamos viendo la tormenta desde la ventana del vestíbulo –le explicó
Nick, rodeándole los hombros con el brazo para encaminarla a su habitación-. En cuanto
a ti, pensaban que ya te habrías dormido. Tony estaba muy orgulloso de ti. Pero, repito,
el no sabe lo del armario, ¿verdad?
Victoria estaba demasiado cansada para sentirse molesta o avergonzada por sus
burlas. En cuanto llegaron a la habitación, alzó sus asombrados ojos hacia él.
-No puedo entender por qué no se lo has dicho –musitó-. A mí no me importa que la
gente sepa que las tormentas me dan miedo. Podía habérselo dicho a todos.
-¿Por qué voy a tener que decírselo a nadie? Estoy seguro de que tendrán
oportunidad de enterarse cuando me vaya de casa, y que se divertirán contándomelo
cuando venga a visitarlos. Pero, por ahora, continúa siendo mi secreto, y pienso seguir
manteniéndolo.
De pronto, se inclinó sobre ella y la besó en la comisura de los labios. Victoria
todavía continuaba mirándolo con los ojos abiertos de par en par mientras Nick se
dirigía a su habitación.
Se metió en el dormitorio, cerró la puerta y se acostó. Hacía frío, pero estaba
demasiado ocupada intentando descifrar la actitud de Nick para preocuparse por ello.
Para alivio de Victoria, el fin de semana Nick lo pasó fuera de casa. Todo el mundo
dio por sentado que se había ido con Cheryl, pero en realidad nadie lo sabía con certeza.
Nick no acostumbraba a hablar de sus planes con nadie.
Después de pasar un agradable día de descanso, Tony le sugirió que fueran al teatro,
pues había conseguido un par de entradas. Victoria aceptó entusiasmada, pues sabía que
no sólo disfrutaría de la función sino también de tener una oportunidad para arreglarse
por simple diversión.
Cuando terminó de ducharse y vestirse, se miró satisfecha en el espejo. Rara vez se
ponía algo negro, pero aquella noche había decidido mostrarse todo lo sofisticada y
elegante que pudiera y aquel vestido corto de tirantes le quedaba estupendamente. Se
puso un chal a juego y bajó al cuarto de estar.
-¡Estás preciosa, Victoria! –exclamó Muriel la verla-. ¿Pero crees que vas
suficientemente abrigada?
-No sé cómo tuviste valor para decirle que estabas pensando en marcharte –comentó
Tony cuando se metieron en el coche-. Sabes que a Muriel le afectaría muchísimo.
Victoria lo sabía. Y también que había sido una tontería decirlo. Muriel no era una
mujer muy fuerte, y lo último que necesitaba eran sobresaltos como aquel.
-Tendrás que ir a la fiesta de compromiso –comentó Tony, y Victoria asintió.
-Lo sé –suspiró-. Si no fuera, Muriel se quedaría desolada. Y, además, supongo que
me necesitará para poder soportar a la señora Ashton.
-Estoy convencido de que no vamos a tener ningún problema –comentó Tony en tono
de superioridad y Victoria le sonrió.
-A no ser que lo provoquen ellos. Que esté dispuesta a ir a la fiesta, no significa que
esté dispuesta a dejarme pisotear por nadie.
-¿Crees que alguien se atrevería a hacerlo? –rió-. Además, si vas tan guapa como esta
noche, vas a dejar a todo el mundo demasiado impresionado hasta para hablar.
Aquello le recordó a Victoria que debía ir pensando en comprarse un vestido nuevo
para la fiesta, cosa que la animó un poco. Sabía que no podía hacer nada para evitar
aquel compromiso, como Nick le había advertido, pero también que le resultaría más
fácil esconder sus sentimientos tras el velo del glamour.
Estaban saliendo del teatro, un par de horas más tarde, cuando Victoria vio a Cheryl
y a Nick. Aquella visión la afectó más de lo que podía esperar, quizá porque pensaba
que se encontraban a kilómetros de allí. Cheryl estaba incluso más elegante que de
costumbre, y Nick tenía un aspecto, sencillamente, devastador. Involuntariamente, le
apretó el brazo a Tony y éste se volvió inmediatamente hacia ella.
-¿Qué te pasa? –le preguntó.
-Eh… nada, me he resbalado.
-Es por culpa de esos tacones. Si quieres parecer más alta, creo que el método más
sencillo es que vayas de puntillas. ¡Mira! Allí está Nick.
Victoria albergaba la esperanza de que no se diera cuenta, pero en cuanto vio a su
hermano, lo llamó y Nick volvió los ojos hacia ellos. Sonrió brevemente a Tony y
deslizó a continuación la mirada sobre Victoria con una expresión tan despiadada que la
joven se sintió incómodamente fuera de lugar.
-¿Qué tal os lo estáis pasando? –le preguntó Tony alegremente a su hermano, pero
era evidente que había percibido la incomodidad de Victoria, pues le rodeó los hombros
con el brazos con un gesto consolador.
-Mucho. Ahora pensábamos ir a cenar.
-¿Por qué no vamos todos juntos? –sugirió Tony amigablemente.
-¿Por qué no? –resolvió Nick, para pesar de Victoria-. Propongo que vayamos a
algún sitio alegre. ¿Qué os parece el Sampson?
-¿Un lugar alegre? –repitió Tony secamente-. Supongo que te refieres a un lugar
ruidoso, si estás pensando en ir al Sampson. No sabía que te gustaran ese tipo de sitios.
Pero si a Victoria no le parece mal…
-¿Y a Victoria le parece mal? –preguntó Nick con voz sedosas, al advertir que la
joven no decía nada.
-Me parece perfecto –repuso ella.
-Podéis dejar el coche aquí –les recordó Nick-. Iremos en taxi.
Tony se mostró de acuerdo y Victoria deseó que no siempre fuera tan dócil con su
hermano. Le habría gustado que fuera capaz de negarse, que le hubiera dicho que él y
Victoria preferían cenar solos.
Lo último que le apetecía a Victoria era aquella reunión improvisada, sobre todo
cuando llegaron al restaurante y tuvo que sentarse al lado de Nick. Tony se enfrascó en
una conversación con Cheryl, pero esta última no parecía prestarle mucha atención,
escrutaba con la mirada a los clientes que había en el restaurante, como si estuviera
esperando encontrarse con alguien. Nick, por su parte, la ignoraba por completo. Nadie
podría haberse imaginado que aquella mujer era su prometida.
-¿Qué te apetece comer? –le preguntó Nick a Victoria.
-La verdad es que no tengo hambre –contestó fríamente, pero Nick ignoró su tono de
voz.
-No hace falta que tengas hambre. Mucha gente viene aquí a bailar y a picar algo, así
que, ¿qué te apetece picar?
-La verdad es que no…
-De acuerdo. Pediré yo por ti –alzó la mano y al momento se acercó un camarero.
-Me alegro de verlo, señor King –saludó, y Victoria suspiró. Todo el mundo conocía
a Nick. Aunque no lo conocieran personalmente, todos habían leído algo sobre él en el
periódico. Estar con Nick era como encontrarse al lado de un anuncio luminoso.
-No deberías estar aquí –exclamó de pronto Victoria, sin poder dominarse. Cuando
Nick se volvió hacia ella, la joven se sonrojó violentamente.
-¿Por qué? ¿He hecho algo mal? ¿Has vuelto a enfadarte y quieres que empecemos
otra discusión?
Nick la miraba divertido. Afortunadamente el camarero estaba ocupándose ya de
Cheryl y de Tony.
-Estaba pensando en el caso en el que estás trabajando –le respondió la joven
bajando la voz-. Aquí puede entrar cualquiera. ¿Cómo sabes que ese hombre, Kenton,
no ha encargado a alguien que te vigile? Podrían…
-Tranquilízate, Victoria –Nick le tomó la mano-. No es la primera vez que me
enfrento a un caso difícil.
-Esto es más que un caso difícil. Esos tipos son criminales. Es posible que tenga a
alguien espiándote, esperando una oportunidad para… si te ocurriera algo, Nick…
-Yo siempre me ocupo de criminales, Victoria. Este caso no es diferente. Sólo es un
poco más importante de lo normal, y por eso ha despertado la atención de la prensa. Sin
embargo, todos los acusados tienen amigos y cómplices que prometen vengarse.
-Pero esta es la primera vez que yo me entero –suspiró Victoria. Nick se levantó de
pronto y la instó a imitarlo.
-Vamos a bailar hasta que no sirvan la comida –dijo con firmeza.
-¿Y Cheryl?
-Cheryl va a desaparecer durante un rato. No te preocupes por ella.
Se acercaron a la pista de baile y Victoria lo miró asombrada.
-¿Cómo que va a desaparecer? ¡Pero si es tu prometida! No me digas que no te
importa…
-Sólo un poco –musitó, mientras la abrazaba-, porque sé dónde está.
-¿Y dónde está? –le preguntó Victoria, pero Nick empezó a bailar y tuvo que
seguirlo.
-Ha ido a encontrarse con alguien –le dijo Nick, en un tono tan indiferente que la
joven se quedó mirándolo fijamente.
-Sois la pareja más extraña y más misteriosa que he conocido en toda mi vida.
-Algunas personas considerarían esas palabras como un cumplido.
-Sólo las que son tan raras como tu.
-Chss, princesa. No quiero perder el tiempo discutiendo –deslizó las manos por su
espalda y la estrechó contra él.
La joven sentía crecer en su interior un deseo casi sobrecogedor.
-Esto… no está bien –dijo con voz temblorosa. Nick gruñó suavemente y le susurró
al oído:
-¿Por qué? El otro día me dijiste que antes estábamos muy unidos el uno al otro. ¿De
verdad crees que quiero que salgas para siempre de mi vida? Yo nunca te dejaré
marchar, Victoria.
-Por favor, Nick…
La cabeza le daba vueltas y tenía que aferrarse a Nick para poder sostenerse sobre
sus temblorosas piernas.
-Vamos a ver si nos han llevado ya la comida –sugirió Nick tranquilamente, y la
condujo hacia la mesa.
Cuando se sentaron, le sirvió a Victoria una copa de v. Tony estaba bailando con una
chica a la que Victoria no había visto en su vida, una pelirroja que absorbía toda su
atención. En otras circunstancias, la joven hubiera estallado en carcajadas al verlo. Tony
era un aprendiz de don Juan, o al menos eso era lo que él decía de sí mismo. Pero en ese
momento, le habría gustado que estuviera a su lado en la mesa.
Llegaron entonces dos camareros con todo el equipo necesario para preparar unos
crêpes. Cuando las llamas estaban ardiendo sobre la mesa, Victoria reunió valor para
mirar a Nick.
-Recuerdo todo lo que te gusta –susurró él-. Y, en cualquier caso –añadió divertido al
ver que la joven continuaba mirándolo asombrada-, me resulta imposible discutir
contigo cuando estás comiendo estas cosas.
Victoria se quedó mirando fijamente las crêpes y se volvió después hacia los
camareros. Acababa de descubrir por qué no quería que Nick se comprometiera. En
cuanto hubiera formalizado su compromiso con Cheryl, lo perdería para siempre y la
sola idea de pensarlo le resultaba insoportable.
-Tómate el vino y deja de temblar –le aconsejó él suavemente-. Ya no eres una niña.
La joven no contestó. Aquella noche se había visto obligada a enfrentarse a sí misma.
Si eso significaba que ya había dejado de ser una niña, la verdad era que no sabía si le
gustaba. Se sufría demasiado.
Nick no se fue con Victoria y con Tony. Se quedó esperando a que regresara Cheryl.
Victoria todavía estaba estupefacta por su comportamiento. Hizo la mayor parte del
viaje a casa en silencio, escuchando vagamente los entusiastas comentarios de Tony
sobre la pelirroja y cuando esté le sugirió que compartieran una botella de champaña al
llegar a casa, estaba demasiado atontada para protestar.
Nick llegó poco después de las doce, y para entonces ya casi se habían terminado la
botella y estaban sentados en el suelo, apoyando la espalda en el sofá, mientras Tony
contaba otra de sus divertidas historias.
-¿Es ésta la única forma que tienes de divertirte? –preguntó Nick, con la mirada fija
en el rostro de Tony.
-¿Sabes que últimamente te estás convirtiendo en una persona insoportable? –repuso
Tony con voz pastosa.
-Me voy a la cama –anunció Victoria, mientras intentaba levantarse.
Nick se quedó mirándola fijamente.
-Si es que eres capaz –la desafió Nick.
-Juntos somos capaces de cualquier cosa –anunció Tony-. ¡Abordaremos la escalera
sin temor!
-Y la bajaréis rodando –lo interrumpió Nick con enfado. Se acercó a Victoria a
grandes zancadas y la levantó.
-Si por un momento has llegado a imaginarte que estoy borracha… -comenzó a decir
la joven con altivez.
-No necesito utilizar mi imaginación –se burló Nick-. La prueba que tengo ante mis
propios ojos es suficiente.
-Déjala sola –le ordenó Tony-. Vick y yo Nick vamos a permitir que nos separen.
-Vete a la cama –replicó Nick mirando a su hermano disgustado-. Ya protestarás
mañana, cuando tengas la cabeza sobre los hombros.
-Es el cuello lo que está sobre los hombros. Una persona tan importante como tú
debería saberlo –contestó Tony, y se derrumbó bruscamente en el sofá para continuar
protestando.
Pero Nick ya no escuchaba nada más. Salió con Victoria de la habitación y cuando se
dio cuenta de que las piernas de la joven tenían una marcada tendencia a doblarse, la
levantó en brazos y comenzó a subir con ella las escaleras.
-¿Y Tony? –preguntó la joven. Estaba muy mareada, y Tony había bebido mucho
más champaña que ella. Ninguno de los dos estaba acostumbrado a beber grandes
cantidades de alcohol y, sin embargo, aquella noche lo habían hecho sin medida.
Victoria se dijo que quizá había sido una forma de esconder su último descubrimiento,
una forma de esconderse de Nick. Pero era evidente que no le había dado ningún
resultado.
-Me ocuparé de Tony cuando haya terminado contigo –gruñó Nick-. Si no hubiera
llegado a casa, habríais amanecido mañana durmiendo en el suelo.
-Tampoco puede decirse que hayas llegado muy pronto –señaló la joven muy
seriamente. Rodeó el cuello de Nick con el brazo ara no perder el equilibrio y le dolió
profundamente advertir cómo Nick se tensaba ante aquel gesto-. Cuando tú te cases,
Tony y yo seremos perfectamente capaces de arreglárnoslas sin ti. Y nos las
arreglaremos muy bien.
-¡Por mí puedes empezar a hacerlo ahora! –se detuvo en las escaleras, la dejó en el
suelo y la miró con enfado mientras ella se aferraba a él sin intentar siquiera disimular
su pánico; en aquel momento las escaleras le parecían más empinadas que nunca.
-¡Nick!
-Así que, después de todo, me necesitas… -le preguntó Nick-. Siempre lo has hecho,
de modo que no tiene sentido fingir que las cosas han cambiado. Volvió a levantarla en
brazos, y en aquella ocasión Victoria se estrechó con fuerza contra él, dispuesta a no
apartarse de sus brazos hasta que el suelo hubiera abandonado aquella ridícula tendencia
a moverse.
Una vez en su dormitorio, se sintió un poco más segura, y cuando Nick la dejó en el
suelo, lo miró con expresión solemne.
-Gracias –musitó-. Sin tu ayuda no habría podido llegar hasta aquí.
Nick la miró y, de forma totalmente inesperada, su rostro abandonó su dura
expresión para suavizarse con una enorme sonrisa.
-¿Crees que puedes acostarte sin que ocurra ninguna otra desgracia?
-Antes siempre estabas así… como estás ahora –le dijo Victoria desconcertada-. Ya
me había olvidado. Ha pasado tanto tiempo desde entonces… No entiendo lo que ha
ocurrido para que hayas cambiado tanto…
-Supongo que hemos crecido –respondió Nick suavemente-. ¿Puedes acostarte sola?
Victoria asintió.
-Claro que sí –le aseguró a él-. Hasta mañana.
-No creo que nos veamos mañana. Voy a pasar todo el día con Cheryl, ayudándola a
preparar la fiesta. La fiesta de compromiso es la semana que viene, no sé si te acuerdas.
-Odio esa fiesta –anunció Victoria.
-Pero, en cualquier caso, vas a ir –no lo decía de forma amenazadora, sino
completamente con la certeza de que Victoria iba a cumplir con su deber.
-Sí, iré. Supongo que todos tenemos que llevar alguna cruz.
-Pero la tuya va a durar menos de veinticuatro horas –señaló Nick-. Dime, ¿por qué
te parece tan insoportable la idea de ir a esa fiesta?
-No lo sé. Estoy empezando a pensar que quizá sea por todo el lío de la boda…
-¿Crees que podrás soportarlo? –le preguntó Nick, le acarició suavemente el pelo,
pero Victoria no quería que lo hiciera. Realmente, no sabía lo que quería. Lo único que
sentía era una terrible y repentina depresión, como si estuviera a punto de llegar el fin
del mundo.
-¿Acaso tengo alguna posibilidad de elegir? Estoy atrapada en medio de todo este lío
y no entiendo por qué. ¡Al fin y al cabo es tu maldita boda!
-Sí, es mi maldita boda –afirmó Nick quedamente. Inclinó la cabeza, y Victoria supo
que iba a besarla otra vez, como lo había hecho el día de la tormenta. Y también sabía
que aquello no estaba bien, pero no iba a hacer nada para evitarlo. El otro beso le había
parecido dolorosamente dulce, y aquel fue igual. Y aunque sus labios sólo se rozaron,
Victoria permaneció durante lo que le pareció un tiempo interminable en suspense.
-¿Y Cheryl? –susurró cuando Nick alzó la cabeza para quedarse mirándola muy
serio.
-Oh, llegó en seguida y la llevé a su casa.
-No me refería a eso.
-¿Entonces qué es lo que quieres decir? –había cierto tono de burla en su voz y
Victoria no se atrevía a decirle que lo que estaba preguntándole era que por qué la había
besado cuando estaba comprometido con Cheryl.
-Nada –musitó con un hilo de voz, y antes de que Nick pudiera decir nada, se metió
corriendo en su habitación.
Los efectos del vino y del champaña parecían haber desaparecido, y aun así, seguía
sin comprender la actitud de Nick. Durante años, había hecho lo imposible para alejarse
de ella, y de pronto cambiaba completamente de actitud.
La joven suspiró y se metió en la cama. Una semana más, y prácticamente todo
habría terminado. Nick ascendería a un nuevo plano, accedería a un estatus que no tenía
nada que ver con ella.
-¿Por qué te molesta tanto el compromiso de tu hermano? –le preguntó Craig Parker
a Victoria el lunes en la oficina.
-No es mi hermano… ¿y cómo te has enterado de lo de su compromiso? –lo miró con
hostilidad. Aquel compromiso estaba llegando a convertirse en algo muy molesto para
ella. Lo último que le apetecía era que le hablaran también de él en la oficina.
-Lo he leído en el periódico –le informó Craig-. Ya sabes que para la prensa no hay
ningún secreto –le pasó el periódico y la joven leyó inmediatamente el titular:
“Importante abogado a punto de contraer matrimonio…”
Victoria no quiso leer nada más. Había ido a la oficina a trabajar, no a pensar en el
próximo matrimonio del Nick. Se volvió musitando algo para sí misma y Craig la
observó divertido.
-Cualquiera se daría cuenta de lo mucho que todo esto te afecta –observó-. De alguna
manera, lo entiendo. Las rupturas con la familia son siempre difíciles.
-¡Yo no soy de la familia! –estalló Victoria. Lo miró furiosa y se metió en su
despacho dando un portazo. Al cabo de unos segundos, reparó en lo que había hecho y
fue a buscar a su jefe.
-Lo siento, Craig. La verdad es que no sé lo que me pasa. Últimamente discuto con
todo el mundo.
-Olvídalo. Un acontecimiento de este tipo siempre genera tensiones en el seno de la
familia.
-Pues yo creo que no debería ser así –señaló Victoria irritada-. Se supone que esas
cosas tienen que llevar alegría a las familias.
-Entonces es evidente que algo va mal –murmuró Craig y la miró de soslayo-. A lo
mejor estás celosa.
-¿Qué?
-Piensa en ello. Aunque Nick no sea tu hermano, durante años has podido contar con
toda su atención. Ahora las cosas han cambiado. De alguna manera, es como si lo
hubieras perdido.
-Tú no eres psicoanalista, ¿verdad? –señaló Victoria con sarcasmo-. Entonces
dedícate a otra cosa que se te dé mejor.
-Bueno, lo siento, pero te advierto que tampoco pensaba dedicarme profesionalmente
a ello.
Craig soltó una carcajada y Victoria sacudió la cabeza con gesto burlón. Pero se
alegró de poder refugiarse en su oficina. ¿Estaría celosa?, se preguntó preocupada. Era
cierto que le había herido el comportamiento de Nick de los últimos años, pero ya no
era una niña. Sabía que, con Nick o sin él, la vida continuaría, y estaba dispuesta a ir a
su fiesta de compromiso disimulando su malestar.
Tardó toda una semana en encontrar el vestido que quería. Cheryl y su madre
llevarían diseños exclusivos, pero ella prefería algo más sencillo, y al final lo encontró
en una pequeña boutique.
En cuanto lo vio, supo que era el modelo perfecto. Era un vestido corto de color azul
oscuro y con tirantes, tenía un discreto escote y la falda ligeramente acampanada. Lo
compró en cuanto se lo probó, y salió de la tienda feliz y contenta.
Nick estuvo fuera durante toda la semana, pues el juicio acaparaba toda su atención,
y Clifford Court estaba mucho más tranquila sin él. Pero el viernes por la noche, llegó a
casa poco antes que Victoria y, durante la cena, de lo único que estuvieron hablando fue
de la fiesta de compromiso que iban a celebrar el día siguiente.
Muriel se volvió hacia Victoria y le comentó:
-Algún día, organizaremos una fiesta de compromiso para ti, Victoria.
-¡Oh, no! –musitó la joven-. Yo me escaparé de casa y volveré casada.
-¡No te atreverás! –le advirtió Frank-. A Muriel y a mí nos apetece preparar una gran
boda. Eres la única con la que lo podemos hacer. La familia de la novia es la que se
lleva toda la gloria. Y después de la boda de Nick, sólo nos quedará Tony, así que…
-¡Yo también me escaparé y volveré casado! –anunció Tony, alzando su copa hacia
Victoria-. De hecho, vamos a hacerlo juntos.
-¡Avísame cuando llegue el momento! –le pidió Victoria entre risas.
Eran las bromas habituales que compartían con toda la familia, pero Nick no parecía
especialmente divertido. Más tarde, cuando estaba Victoria sola en el cuarto de estar, se
acercó a verla.
-Espero que no estés pensando en anunciar en el último momento que no vas.
-Ya he comprado el vestido, así que no te preocupes, iré. Supongo que tú pasarás allí
todo el día, para asegurarte de que todo está en orden.
-Vendré a casa a buscar un poco de cordura –repuso Nick malhumorado. Se
derrumbó en el sofá y Victoria comprendió que estaba cansado.
-Estás agotado por culpa de ese caso en el que estás trabajando, ¿verdad? He estado
leyendo algo sobre él en la oficina. Aunque me hubiera enterado de cualquier forma, la
gente no habla de otra cosa. ¿Crees que ese tipo se librará de la cárcel?
-Para mí es más terrible saber a cuanta gente ha engañado ese tipo –le aseguró Nick-.
Tenías que conocer a sus víctimas, viene al juzgado a diario y están destrozadas –alzó la
mirada-. ¿O piensas quizá que yo no tengo corazón?
-No pretendía criticarte, Nick. Y, por favor, no empecemos a discutir. Esta noche no,
es la última noche que vamos a pasar juntos antes de que estés comprometido.
-¿Y por qué das a eso tanta importancia? No me voy a ir para siempre. Sólo me voy a
comprometer con Cheryl.
-¿Sólo? –Victoria se quedó mirándolo con sus enormes ojos azules abiertos de par en
par-. Es un acontecimiento importantísimo, y, además, después de comprometerte,
tendrás que casarte.
-Pero todavía falta mucho tiempo para eso.
-¿Por qué?
Nick se levantó y se acercó hacia ella.
-¿Qué más te da? ¿O acaso estás deseando que me vaya de casa?
-No –volvió la cabeza, pero Nick la tomó de la barbilla para obligarla a mirarlo-. De
hecho, todo esto ya me está resultando suficientemente doloroso. Craig dice…
-Continúa, ¿qué es lo que dice Craig?
-Dice que probablemente estoy celosa porque… porque voy a perder a alguien que
ha formado parte de mi vida –no había terminado de decirlo cuando ya se estaba
regañando por haber hecho aquella confesión-… como cuando perdí a mis padres. Pero
a mí me parece que no es lo mismo, ¿no crees?
-En absoluto. Quizá Craig debería dejar ese tipo de reflexiones para alguien que
entienda sobre el tema.
-Eso es lo que le dije.
-Supongo que irás con Tony a la fiesta.
-Supongo que sí. Por lo menos no ha invitado a nadie a ir con él.
-Nunca loase. Creo que es evidente que eres la niña de sus ojos. Nos veremos allí
entonces.
Victoria lo observó marcharse, pensando en por qué no podría hablar tranquilamente
con Nick. Con Tony se pasaba horas hablando de cualquier tema. Por un momento,
había llegado a pensar que las cosas habían vuelto a la normalidad, pero era evidente
que no. a ella tampoco le hacía ninguna gracia tener que ir a aquella fiesta. Tendría que
andar con mucho cuidado. Estaba segura de que la señora Ashton no le quitaría ojo.
Sólo había visto a la madre de Cheryl una vez en su vida, pero el desagrado había sido
recíproco.
Afortunadamente, podría contar con Tony para manejar la situación. Pero qué estaba
pensando, ¿acaso no tenía orgullo? Ella era perfectamente capaz de enfrentarse a
cualquier situación, y lo había demostrado en su trabajo.
Se levantó bruscamente, enfadada consigo misma.Iba a ir aquella fiesta y estaba
dispuesta a causar sensación. Rápidamente, subió a su habitación, dispuesta a probarse
el vestido y a buscar algún peinado que la favoreciera.
Estaba frente al espejo, empezando a peinarse cuando llamaron a la puerta. Pensando
que era Muriel, la invitó a pasar inmediatamente.
Pero fue Nick el que entró y se quedó mirándolo con tal expresión de asombro a
través del espejo que éste no pudo evitar una sonrisa.
-La verdad es que no me sorprende tu expresión. Supongo que pensabas que era
Tony.
-Creía que eras Muriel –lo corrigió-. Si hubiera pensado que era Tony el que
llamaba, probablemente le habría dicho que estaba a punto de meterme en la cama. No
tengo ganas de bromas. Y tampoco de sufrir una de tus regañinas –añadió, volviéndose
hacia él.
-Vengo a disculparme –Nick cerró la puerta y se apoyó contra ella-. No tengo
derecho a desahogar mi tristeza contigo.
-¿Pero estás triste, Nick? No lo entiendo, se supone que mañana será uno de los días
más felices de tu vida.
-¿De verdad? –dio media vuelta, dispuesto a marcharse, pero Victoria se levantó y se
acercó hasta él antes de que pudiera salir.
-Debería serlo –insistió-. Mañana vas a comprometerte con la mujer a la que amas.
Un compromiso es… como una muestra de fidelidad, una promesa.
-Quizá yo no esté dispuesto a hacer ese tipo de promesas.
-Entonces no deberías comprometerte –replicó sin dar crédito a lo que estaba
oyendo-. Además, estoy segura de que no piensas lo que estás diciendo. Creo que es
otra estratagema para que no me niegue a ir mañana.
-¿Cómo voy a hacer algo así? –le preguntó suavemente-. Por lo que me ha dicho
mamá, te has comprado un vestido nuevo y te has propuesto ser la más sofisticada de la
fiesta. No creo que nadie pueda hacerte perder mañana los papeles.
-Tú podrías –quiso volverse, para evitar su mirada, pero Nick la agarró suavemente
del brazo.
-No voy a hacerlo, Victoria –le prometió-. Y es cierto que venía a disculparme. No
quiero que te enfades conmigo, ni que te sientas triste.
-No te preocupes por mí. Estoy dispuesta a sobrevivir.
-Los dos sobreviviremos. Bueno, ya sólo me queda desearte buenas noches –la
acercó de pronto hacia él, inclinó la cabeza y besó su boca.
Victoria no intentó detenerlo. Aquellos inesperados besos estaban empezando a
desorientarla. La primera vez que la había besado, se había quedado completamente
sorprendida, pero, desde entonces, los esperaba con cierta expectación.
-¿Por qué? –susurró cuando se separaron.
-Lo sabes, Victoria, pero te asusta pensar en ello.
-Pero Cheryl…
-Cheryl es un misterio para ti. Pero lo comprenderás todo cuando llegue el momento
–la miró a los ojos, se encogió ligeramente de hombros y abrió la puerta-. Procura
descansar, porque mañana va a haber muchas mujeres pendientes de Tony y tendrás que
estar alerta.
Antes de que pudiera replicar, se marchó, dejándola sin ninguna gana de probar
peinados ni maquillajes. Aquellos encuentros con Nick la dejaban destrozada, y, al
mismo tiempo increíblemente emocionada. Ojala Craig no hubiera hablando nunca de
los celos. A partir de aquella conversación, la palabra rondaba constantemente por su
mente, y no se atrevía a rechazarla, porque en el fondo, sabía que su jefe tenía razón.

CIEGA DE AMORWhere stories live. Discover now