Epílogo: Afrontar

Start from the beginning
                                    

—Claro que lo haré.

El transcurso del día fue tranquilo. Erin no dejó de prestarle atención a Nirelle por mucho tiempo, inclusive cuando mi madre se incluyó en nuestro momento familiar junto mi padre. Era agradable, de cierta forma. Aunque sabía que ya se acercaba el momento del entrenamiento especial de Nirelle por compromiso de los Dorrance, sentía que estaba haciendo lo correcto al verla tan feliz.

Y más a Erin.

Como había prometido, en el momento que Erin anunció que ya era hora de dormir para Nirelle, me aseguré de que nada nos interrumpiera y lo esperé en nuestra habitación.

Observé el reloj frente a la cama, mientras que jugueteaba, distraído, con el anillo de mi mano izquierda. El solo mirarlo me hacía volver a los días anteriores, en esos tiempos cuando Erin se recuperaba del secuestro.

Recuerdo el despertar a su lado en el momento que sentí algo moverse en su cama, para que cuando alzara la vista, sus ojos me observaran con confusión.

—¿Wade? —preguntó con voz rasposa.

Me levanté de la silla de golpe, tomando su fría mano entre las mías.

—Sí, aquí estoy—susurré lleno de emoción—. Tranquilo, todo está bien.

—¿Y Nirelle?

—Está a salvo, tus intentos para protegerla dieron sus frutos—Le dije con calma.

Su sonrisa me abrazó. Se notaba lo aliviado que se encontraba, la alegría que estaba sintiendo en ese instante.

—¿Nadie resultó herido? —volvió a preguntar, para luego cubrir su rostro con su antebrazo: —. Cielos...

—¿Erin? —pregunté preocupado.

Sus lágrimas se derramaron por sus mejillas.

—Estoy... estoy muy feliz, Wade—murmuraba—. Cielos, pude proteger a mi familia.

No sabía si reírme o llorar junto a él. De cierta forma, estaba molesto por la forma en la que se arriesgó, pero admiraba esa valentía de él, esa forma de arriesgarlo todo por el bien de los demás.

Sí, había escogido bien a mi compañero.

Observé mi anillo de matrimonio sin evitar sonreír.

Erin era, sin dudas, lo mejor de mi vida.

—¿Qué tienes? Que te ves tan feliz—decía Erin, ingresando a la habitación.

—¿Acaso no puedo? —Le pregunté, causándole una pequeña risa mientras se acercaba a mí.

—Claro que puedes, pero me causa curiosidad verte sonreír de esa forma—dijo colocándose frente a mí, rodeando mi cuello con sus brazos—, vamos, ¿en qué pensabas?

—En ti.

Al inicio Erin me observó incrédulo, como si fuese una especie de broma, pero al ver mi sonrisa extenderse con dulzura, se sonrojó, soltando una suave risa.

—Vaya, sonó tan meloso que me costó creérmelo—reía—. Quién diría que el famoso Wade Dorrance fuera todo un cursi.

—No pretendo ser cursi, solo digo lo que pienso—decía, rodeando su cintura para apegarlo a mí—. ¿Y bien? ¿Cuál es mi recompensa por esperarte como prometí?

Erin mordió su labio inferior.

—Bueno... hay muchas formas de recompensar a un buen perro—apoyó su mano en mi pecho, obligándome a recostarme en mi cama para que él pudiese sentarse sobre mi abdomen—, ¿cuál quieres, específicamente?

Almas perdidasWhere stories live. Discover now