— Las princesas están aquí, no deberías expresarte de el príncipe Joffrey de esa forma. —regaño la pelirroja.

— ¿Y qué? Seguramente ellas deben saber de sobra lo insoportable y desagradable que es Joffrey.

Myrcella miró a Gianna sorprendida, aunque muy de acuerdo en lo que la pequeña afirmaba. La Septa, quien hasta ahora se encontraba evaluando el trabajo de una de las otras jóvenes miró a Arya de mala manera, seguramente no tardaría en reprenderla.
Gianna hizo un sonido para llamar su atención y ambas se giraron hacia ella, un tanto avergonzadas, especialmente Sansa.

— Lamento interrumpirlas, pero la Septa las puede descubrir y no quiero que tengan problemas. —dijo.

— Se lo agradezco, Su Alteza. —dijo Sansa, con una pequeña reverencia.

— No hace falta que hagas eso, de verdad. —insistió la princesa rubia, y luego miró a Arya— ¿Te digo algo? Tienes toda la razón, Joffrey es un idiota.

Arya sonrió abiertamente, mientras que Sansa la miraba mal. Al menos sería bueno tenerlas en Desembarco del Rey.

🔸🔶🔸

Por los días siguientes, Lady Catelyn alegaba ofendida por la humillación que su primogénito sufrió en manos del príncipe heredero. Estaba totalmente indignada, incluso más que el mismo Robb. Según supieron, le suplicaba a su esposo todos los días que cancelara aquel compromiso. Incluso llegaba a abogar por la seguridad de la princesa, diciendo que ningún norteño vería con buenos ojos la unión del heredero de Winterfell con una Lannister.

El accidente de Bran Stark no mejoró las cosas. Desde ese momento, cada norteño veía con malos ojos a los nobles de cabello rubio, incluso murmuraban a sus espaldas que todo había sido una sucia jugarreta de los leones. La reina se sentía profundamente ofendida, y anhelaba con todas sus fuerzas el día que tuvieran que abandonar ese espantoso y frío lugar.

Los días pasaban lentamente, y el niño aún no despertaba. El Maestre declaró, después de una dedicada revisión, que el pequeño Stark no volvería a caminar.

En este momento, Evan estaba con su paciencia al límite, luego de pasar un buen rato escuchando las quejas de su hermano Joffrey. Pero antes de eso, pasó unas largas horas con una copa de vino y su tío Tyrion, comentándole la decisión que había tomado y de la cual Gianna aún no sabía nada.

— Antes de irnos, visitarás a Lord y Lady Stark y les darás tus condolencias. —indicó su tío a su hermano.

— ¿Y de qué les servirán mis condolencias? —preguntó el odioso chico rubio.

— De nada. Pero se espera que lo hagas, tus hermanos ya lo han hecho y se ha notado tu ausencia.

— El niño no significa nada para mi.

— Pues debería, Joffrey. —dijo Evan— Después de todo, es el hermano menor de su futura esposa.

Joffrey carcajeó.

— No soporto el llanto de las mujeres.

Apenas terminó de decir esas tontas palabras cuando su rostro se ladeó con brusquedad debido a la bofetada de Tyrion. Evan no lo diría en voz alta, pero disfrutaba cuando eso pasaba.

— Si dices una palabra más, volveré a golpearte.

— ¡Le diré a mi madre! —amenazó.

— ¡Ve, dile! —incitó Tyrion— Pero antes irás con Lord y Lady Stark, te pondrás de rodillas frente a ellos, le dirás cuanto lo sientes, que estás a su disposición, y que todas tus plegarias están con ellos. ¿Entendiste?

— ¡No puedes...!

Lo golpeó nuevamente. Evan comenzó a reír.

— ¿Entendido? —repitió.

Joffrey ya no pudo protestar, así sólo se retiró sin decir nada. Evan dudaba mucho que obedeciera a su tío.

— Y tú. —lo señaló— Será mejor que hables con tus padres de tu decisión, antes de que insinúen que yo te influencie.

— ¿O me golpearas? —preguntó, con tono burlón.

— No, aunque no lo creas, eres uno de mis favoritos. Pero no prometo nada.

LA MALDICIÓN DE UN PECADO ⚜️ HOUSE LANNISTERDonde viven las historias. Descúbrelo ahora