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La senda que siguieron ambos chicos era complicada y empinada, parecía ser que Conway lo llevaba a lo más alto de la montaña. El camino fue silencioso e incómodo, el de gorra militar podía contar los minutos de vida que le quedaban con los dedos de una mano. Pero lo alarmante no era eso, era la tranquilidad con la que se lo estaban tomando ambos (al menos a simple vista).

Cuando llegaron a la cima de la montaña Gustabo pudo notar todo el aire frío pegándole en el rostro y las preciosas vistas de la ciudad que había ahí arriba. El paisaje le dejó ensimismado.

Habría sido un bonito lugar para una cita.

— Precioso, ¿verdad? — la voz del superintendente le asustó. Por un momento había olvidado la situación en la que se encontraba.

Conway se puso a su lado. El chivato de la policía se giró hacia él y le sonrió ampliamente. Le alegraba tener la oportunidad de morir en un sitio tan precioso con el amor de su vida. A pesar de que no fuese de la mejor forma posible.

— Si, las vistas son preciosas. Agradezco que me hayas traído a un sitio tan precioso a pasar mis últimos momentos de vida — ante sus palabras, el rostro serio del contrario tembló.— Al final yo tenía razón, no eres tan malo como aparentas ser, ¿verdad?

Un suspiro salió de los finos labios del hombre y se alejó de él. 

— Por supuesto que soy malo, ¿te tengo que recordar que te voy a asesinar? — tras esas palabras sacó un cigarro del bolsillo de su cazadora y se lo colocó entre los labios mientras buscaba un mechero.

Gustabo volvió a acercarse, pero esta vez con una sonrisa burlona.

— Sabes perfectamente que me vas a echar de menos, Jack — sacó un mechero de su bolsillo y encendió el cigarrillo que tenía entre los labios el de traje.— Te vas a tener que deshacer de tu juguete favorito... Eso es una putada.

Jack asintió en agradecimiento por su ayuda con el cigarro. Lo colocó entre sus dedos, lo separó de sus labios y soltó el humo. 

— Puedo conseguir otro juguete cuando quiera y lo sabes perfectamente. Eso no va a ser un problema para mí.

Gustabo asintió dándole la razón y Conway se volvió a colocar el cigarro entre los labios.

— Pero te recuerdo que soy una edición especial y limitada — después de esas palabras se alejó del superintendente y se colocó al borde del terreno, en ningún momento dejó de sonreír.— ¿Listo, Jack?

Asintió y con tranquilidad el de traje tiró el cigarro a sus pies para pisarlo. Sacó la pistola que el extrangero le había conseguido semanas atrás por una infiltración contra su amigo el mexicano y le apuntó directo al cráneo.

— ¿Unas últimas palabras, Gustabín? — asintió.

Cerró los ojos y suspiró tranquilo, como si estuviera alividado.

— Que te amo, Jack Conway.

Lo último que sintió antes de morir fue un grave sollozo, el sonido de una bala, y un impacto en su cráneo. 

Hasta siempre, mi amor.

mirada vacía pero no silenciosa | Intenabo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora