Capítulo Dieciséis

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Amber estaba acostada en la cama de su habitación. Era de madrugada y no lograba conciliar el sueño; llevaba mirando el techo fijamente por más o menos dos horas. No se había movido, tenía las manos entrelazadas sobre su pecho y soltaba largos suspiros de vez en cuando. En lo único en lo que podía pensar era en todo el tiempo que tuvo a su padre a su lado y no lo había aprovechado. Pensó en todas las veces que comió en la misma mesa que él y no le dirigió la palabra, incluso hubo ocasiones en las que ni siquiera se miraban el uno al otro, y cuando lo hacían, notaba la mirada de tristeza que se reflejaba en su padre. Amber era la viva imagen de su madre, sus facciones y color de piel eran bastante parecidos; y el cabello lacio y los ojos café claro que había heredado de ella hacían que se parecieran aún más. Ella era consciente de que cada que Arthur la veía fijamente, veía a una joven Elizabeth. Y eso le rompía el corazón

Sabía que su padre había cambiado desde que asesinaron a su madre y a su hermano, ella también lo había hecho. Ninguno de los dos ayudó a sanar al otro, mantuvieron su dolor para sí mismos y trataron de aprender a vivir con él y eso solamente los había separado más.

Su padre era el último pensamiento que atravesaba su mente antes de dormir y el primero que tenía cuando se despertaba. Ni siquiera sabía si aún estaba vivo, pero su mente y su corazón se negaban a perderlo.

Amber había estado experimentando un sentimiento de frustración a lo largo de la semana. Sabía que si lograba controlar sus dones tenía una posibilidad de sacar a su padre del Edificio Principal. Quizás era mínima, pero era considerablemente mayor a las probabilidades que había de volverlo a ver si se quedaba en El Refugio sin hacer nada.

Miró el reloj que estaba sobre el mueble al lado de la cama: marcaba las cuatro con doce minutos. El recuerdo de su padre y la esperanza que tenía de verlo otra vez la hizo levantarse. Se quitó el pijama, reemplazándolo por un pantalón de mezclilla oscuro y una camiseta de tirantes blanca. Tomó lo tenis que había dejado cerca de la puerta y salió de la habitación.

Se dirigió a paso apresurado al edificio donde entrenaba, Jaden le había dicho que siempre se mantenía abierto en caso de que alguien quisiera ir en horas más tranquilas. Estaba completamente dispuesta a practicar sus dones hasta hacer salir a cada uno de ello. Sobre todo a aquel don suyo, el cual no le habían mencionado cuando le dijeron las capacidades que tenía y del cual Lara no había querido hablar

Al llegar al edificio notó que el brillo de las luces era más tenue de lo normal, supuso que durante esas horas las mantenían menos brillantes para no incomodar a nadie, pues estaba bastante oscuro. Cuando entró sintió una corriente de aire frío que la hizo abrazarse y frotarse los brazos con las manos. Caminó hacia el elevador, al entrar presionó el botón que la llevaba al piso donde normalmente entrenaba con Jaden. Mientras subía iba pensando en lo que el chico le había dicho la última vez que estuvieron ahí:

"Debes de liberar tu mente para que sea más fácil".

Iba mentalizándose para dejar de pensar en querer controlar sus dones lo más rápido posible. Pensaba hacer caso al consejo de Jaden y dejar que las cosas fluyeran.

Llegó a su destino y salió del elevador, sintiendo otra corriente de aire frío que pasaba por su cuerpo. Recorrió todo con la mirada y se dirigió al centro de la habitación. Tomó una gran cantidad de aire y la dejó salir lentamente de su pecho, buscando relajarse. Bajó los hombros, que hasta el momento había mantenido tensos y abrió las manos lentamente, ya que sin darse cuenta las había cerrado fuertemente en un puño provocando que sus nudillos estuvieran casi blancos y se encontraba a nada de enterrarse las uñas. Cerró los ojos y regularizó su respiración.

Ya que el don que había logrado hacer salir primero era la crioquinesis —y hasta el momento era uno de los que mejor manejaba— se concentró en éste. Pensó en el frío fluyendo por sus brazos hasta los dedos y se quedó así, creando en su mente una sensación gélida que se concentraba en sus manos; no se permitió cuestionarse cómo debía de hacerlo o cómo iba a conseguirlo —cómo había estado haciendo durante la semana—, pues no le había funcionado muy bien.

DefectuososWhere stories live. Discover now