Ella se movió histéricamente para tocar el maldito timbre de la puerta, pero una voz amenazante la detuvo antes de que pudiera alcanzarla.

—Tócalo y te arrancaré el brazo —dijo arrastrando las palabras, sin molestarse siquiera en mirarla.

Ella se burló y dejó caer su mano. Quería cruzar sus brazos sobre su pecho con petulancia, pero Draco todavía sostenía su otra mano, por lo que se conformó con mirarlo.

—Creo que has leído acerca de esta maldición —dijo con cansancio, sin mirarla todavía—. Creada por las primeras familias mágicas para proteger sus respectivas tradiciones familiares.

—¿La maldición Traditionem? —ella expresó acaloradamente—. Utilizada correctamente, la maldición Traditionem se puede lanzar para alguna tradición y todos los que rompan esa tradición morirán. Fue prohibida por el Ministerio en 1757.

Draco no pudo evitar poner los ojos en blanco mientras ella recitaba las palabras precisamente como estaban escritas en los libros. A pesar de toda la miseria a la que la había sometido, su cordura y moral seguían intactos. Ella todavía era la misma Hermione Granger sabelotodo; de mente fuerte e inquebrantable.

—Cincuenta puntos para Gryffindor —murmuró sombríamente.

—¿Qué tiene que ver la maldición con esto? —ella exigió en voz alta. Se movió para tocar el timbre otra vez, pero él agarró su otra mano bruscamente y la miró.

—Estamos casados, ¿es necesario que te lo recuerde? Ahora eres una Malfoy. Nuestra familia tiene... tradiciones que cumplir.

Miró nuevamente las puertas con impaciencia. Hermione estudió su inexpresivo rostro y se preguntó en qué estaría pensando. Tenía la sensación de que el timbre no era el problema en absoluto; otra cosa obviamente estaba alterando su estado de ánimo.

—Tu familia usó la maldición Traditionem —dijo, más como una afirmación que como una pregunta.

—Sí. Toca ese timbre y serás condenada de muerte —explicó, haciendo una mueca—. Ni siquiera lo pienses.

—¡No iba a hacerlo! —ella respondió en voz alta.

—Bien. Porque si mueres, amor, me aseguraré de que todos los que te importan mueran contigo —agregó sin prisa—. No querrías eso, ¿verdad?

Él hablaba en serio sobre eso. Estaba claro por el tono de su voz.

Ella comenzó a moverse nerviosamente. ¿Quién sabía qué tipo de perturbadoras tradiciones tenía la familia Malfoy?

Debió haber notado su inquietud porque giró su hermoso rostro, mirándola una vez más con esos tormentosos ojos grises. Ella con determinación sostuvo su mirada y trató de no retorcerse bajo su brutal escrutinio.

—Tu fachada de valentía es realmente creíble, Granger —dijo con voz aburrida—. Relájate. Estarás bien.

En ese momento, Hermione juró que, en algún lugar de la tierra, los cerdos volaban hacia los vastos cielos azules... porque Draco Malfoy en realidad había sonreído.

Era una sonrisa pequeña, apenas una contracción hacia arriba de su mejilla izquierda. Casi había pensado que lo había imaginado, porque desapareció en un abrir y cerrar de ojos y volvió a mirar las puertas de nuevo. No se parecía en nada a las crueles y sádicas sonrisas que usualmente lanzaba en su dirección. Había sido real.

Una minúscula sonrisa de él y sus rodillas se volvieron increíblemente débiles.

«Maldito infierno.»

Su dulce y decadente sonrisaHikayelerin yaşadığı yer. Şimdi keşfedin