Su madre solía contar la anécdota siempre que tenía oportunidad, de cómo Ihan se había lanzado a caminar solo para poder perseguir a las doncellas con mayor libertad de la que le otorgaba el gateo. Él había crecido, literalmente, rodeado de faldas. Si bien su padre siempre había estado alrededor y nunca le había faltado el consejo de sus primos, en realidad Ihan había sido criado por su madre y sus hermanas. La más joven de ellas era mayor que él por diez años, por lo que Ihan había sido como el pequeño proyecto de todas ellas, el niño mimado, el heredero buscado por años y el que conseguía todo con una sonrisa o algunas palabras galantes.

La situación a la que se enfrentaba en ese instante era completamente nueva para él. Aunque, puestos a ser justos, dudaba que alguien tuviese experiencia de cómo comportarse durante un secuestro; aquello no era algo que estuviese en un libro de texto del liceo ¿o sí?

—Ash... desearía haber puesto más atención en clases —masculló por lo bajo, logrando que la mujer lo mirara con desconfianza. Ihan le sonrió, algo que ella, por supuesto, no respondió en lo absoluto. Era tan expresiva como un trozo de granito—. No es de las que sonríe mucho, ¿verdad?

Ella apretó con mayor fuerza sus brazos cruzados, dejando en claro que no era el tipo de mujer que sucumbía fácilmente ante sus sonrisas. Pues que pena por ella, no tenía idea de lo que se perdía.

—¿Qué vamos a hacer ahora?

Ihan echó un vistazo en rededor, intentando determinar la hora al observar el cielo. Estaba casi seguro de que había un método para eso, pero debía de ser otra de esas clases que perdió en el liceo porque no tenía idea de cómo hacerlo.

—¿Sabe qué hora es?

Ella rechistó, dando un paso hacia él como si intentara intimidarlo.

—Yo hice una pregunta antes —le espetó con dureza.

Ihan parpadeó, tomado por sorpresa.

—Bueno no estoy bajo juramente, yo también puedo hacer preguntas —replicó con una media sonrisa socarrona.

La mujer masculló una maldición de lo más audible para ambos, antes de elevar sus ojos verdes hacia él y ofrecerle un profundo ceño fruncido.

—¿Acaso no puede tomarse nada en serio?

Él bajó la cabeza lo suficiente como para equiparar sus miradas.

—La vida es demasiado seria ya como está, dulzura. ¿Qué ganas tú poniéndote a la defensiva sobre todo?

—¡Estamos en el medio de la nada, señor!

—Ya... —le concedió con calma—. ¿Y culpa de quién es eso?

—Yo no fui la que pidió subir en el caballo con usted.

Ihan se inclinó incluso más, casi rozando su nariz en el proceso y los ojos verdes femeninos lanzaron chispas de animosidad, pero no hizo amago de apartarse. Ella tenía agallas.

—Pues yo no fui el que pidió ser secuestrado por usted y su grupo de delincuentes de género dudoso.

La mujer jadeó, apartándose finalmente hacia atrás con un indignado movimiento de su mano.

—Usted... —comenzó a decir, sin dejar de balancear su índice frente a su rostro—. Usted... ¡está loco!

—Al menos estamos de acuerdo en algo.

Ella lo observó con sorpresa.

—¿Lo admite?

—Claro que sí, yo también pienso que está loca.

Proyecto "milord" (Serie: Acuerdos Matrimoniales 03)Where stories live. Discover now