Capítulo 4: En la cornisa.

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-¿Chloe?- me llamó Jayden. Me volteé para verlo con expresión horrorizada mirando el pañal de Simon.

-Dime que no...- comencé con una mueca de asco que se acentuó con una oleada de fragancia a... bueno a desechos de bebés.

Asintió con la cabeza e hizo ademán de decirme que lo cambiara. Con una velocidad de la que no me creía capaz tomé mi toalla, una camiseta, shorts y me metí al baño. Debí haber tardado quince segundos, como mucho.

Encendí la ducha y le coloqué el pestillo a la puerta. Tal vez la idea de abrirme en mitad del baño se cruzara por la retorcida mente de Jayden y eso no hubiera terminado bien.

Me desvestí y me metí debajo del agua caliente. El vapor me engulló y con el jabón provoqué que la espuma acariciara mi piel. El chorro me enjuagó con rapidez, muy similar a la lluvia limpiando restos de hojas en una ventana. Cepillé mi cabello debajo del agua aprovechando el shampoo y a los pocos minutos estuve lista.

Me envolví en la toalla y me dejé reposar contra la pared; con los ojos cerrados. La falta de sueño me estaba carcomiendo la mente poco a poco y el deterioro se hacía notable en las manchas oscuras debajo de mis ojos.

La ducha al menos me había despejado las ideas y podía pensar con claridad. Esa tarde debía hablar con Stacy y preparar un informe para la universidad. Por suerte estaba libre y no me tocaba entrenamiento. Si hubiera sido así, la imagen mía arrastrándome por la acera fue visible en mi mente.

Me sequé rápidamente y me vestí. Caí en la cuenta de que me había olvidado de las bragas y el sostén. Maldije internamente mi apuro por escapar. Me coloqué la ropa lo mismo y salí algo incómoda.

-¿Te encuentras bien?- me preguntó Jayden, receloso.

Negué un poco con la cabeza y luego esbocé una sombra de sonrisa. Tal vez solo me salió una mueca debido a mi falta de fuerzas.

-Tienes ojeras.- murmuró preocupado. Tal vez temía que el comentario me ofendiera; pero qué más daba si era la pura realidad. En contraste con mi piel pálida, el contorno morado de mis ojos eran muy notorios.

-Hace mucho que no duermo... bien.- respondí y un bostezo se me escapó de los labios.

Unos ruidos provenientes de la sala captaron mi atención. Unas risillas resonaron por todas partes y pronto me di cuenta de que los niños miraban tele, divertidos.

Tomé disimuladamente mi ropa interior y con una disculpa me metí nuevamente en el baño. Terminé de vestirme y salí finalmente.

Fui hasta la cocina y me preparé un café bien cargado. El calor entraba por la ventana rota y me golpeaba el rostro.

Un segundo... ¿ventana rota?

Miré extrañada por todas partes y solo encontré lo evidente: la pequeña ventanita de ventilación de la cocina -la que, con Sam, habíamos acordado no abrir- estaba completamente destruida. Una pequeña bujía yacía en el suelo ya utilizada.

El pánico me invadió al pensar en alguien con sus sucias manos encima de los niños. Solté la taza y corrí hasta la habitación. Pasé por alto la mirada que los tres me dirigieron.

Me tumbé debajo de la cama y saqué una buena pistola. La escondí debajo de mi playera y preparé mi inseparable navaja. Corrí hasta la sala y Jayden comprendió mi actitud al instante.

-Escóndanse debajo del sillón.- les ordenó con amabilidad a los niños.

Caminó cauteloso hasta llegar a mi lado. Se puso en posición de ataque y juntos rastreamos con la mirada cualquier señal de un sujeto. Un estruendoso golpe llamó nuestra atención.

She's a Fighter ©Where stories live. Discover now