CABAÑA

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—¿Nos has traído aquí para morir?

—Claramente.

—No sé si lo estás diciendo en serio o si estás siendo sarcástico.—Murmura Mangel, agarrando con algo más de seguridad la bolsa que lleva cargando desde que os bajasteis de la furgoneta. Pesa, lo sabes porque tú has intentado llevarla más de una vez y no has llegado ni a alejarte del vehículo, pero él se ve más que capaz de llevar una o cuatro bolsas como esas- siempre lo hace.

Auron lidera la fila, con seguridad y una pequeña sonrisa de autosuficiencia que nunca te hace sentir bien- o seguro, si eso importa- y sabes que nada de lo que vayáis a hacer va a ser común, legal o bueno para tu salud mental. Pero es tarde para recular ahora: quince minutos de caminata y muchísimos árboles entre vosotros y la furgoneta te impiden echar a correr y encerrarte en el vehículo a la espera de que tu novio vuelva de la expedición.

A estas alturas sólo puedes seguir de cerca los movimientos de Mangel que, como siempre, tiene una de sus manos extendidas hacia atrás para que puedas agarrar un par de dedos- un método que te proporciona seguridad y comodidad siempre que tenéis la mala suerte de ir en el mismo grupo que Auron. Que además, como siempre, os está llevando a los recovecos más terroríficos que se le puedan ocurrir.

No te gusta estar aquí: notas un picazón general en todas las partes expuestas de tu cuerpo, las ramas de los árboles hacen formas que hacen volar tu imaginación y, aunque tu gorra está haciendo su trabajo todo lo bien que puede, pequeños mechones de pelo blanco no paran de entorpecer tu campo de visión, haciéndote sudar por puro nerviosismo mientras intentas no tropezar con las piedras que adornan el camino hacia la pequeña cabina del bosque que con tanto entusiasmo os ha descrito Alexby minutos antes de que Auron os arrastrara a grabar un nuevo episodio.

¡No es justo! ¡De verdad! Sabes que Auron y tú tenéis muchísima química, que todo el mundo shippea el Rubiusplay en vuestro canal. Que dais muchas visitas y, por ende, ganancias al canal etcétera...Pero, ¿de verdad tienes que ser siempre tú?

—No es justo. —Repites en voz alta, dejando que estos pensamientos se materialicen fuera de tu subconsciente, apretando un poco el agarre que tienes en el dedo índice y corazón de Mangel, intentando llamar su atención.— ¿Por qué no ha venido Luzu con vosotros? Él también es entretenido de ver...

—Luzu grabó un capítulo con Auron ayer, Rubius.—Te responde de inmediato, moviendo un poco la mano para afianzar el agarre y, esta vez, entrelazar todos vuestros dedos, dándote un pequeño apretón. Odias que tenga razón.— Además, hace mucho que no grabas con Auron.

—La última vez casi me meo encima, literalmente.

—¡Y por eso es gracioso! —Exclama Auron, que ha parado de golpe para miraros, apuntando vuestras manos entrelazadas con la linterna, acusatorio.— Te he dejado venir con tu niñera por algo, deja de quejarte. —Refunfuña entonces, apuntándote a los ojos con la luz. Te encoges sobre ti mismo, entrecerrando los ojos a disgusto mientras Mangel empuja el objeto con el dorso de la mano para que deje de cegarte sin motivo.

—No hagas eso, que duele.—Le regaña, con cierta seriedad en la voz y, gracias a Dios, Auron obedece, encogiéndose de hombros antes de darse la vuelta y seguir andando, la molesta luz apuntando al camino frente a vuestros pies.

Parpadeas un par de veces, intentando hacer que las motas de luz que ocupan tu campo de visión desaparezcan, aferrándote con la mano que tienes libre al brazo de Mangel, que sin pensárselo dos veces cambia un poco de posición y te suelta la mano para rodearte la cintura, colando un par de dedos bajo la sudadera que llevas puesta para hacer contacto con tu piel, acariciándote suavemente en un intento de calmar tus nervios.

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