Capítulo 29: Regreso

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No paramos de correr y lo que nos persigue nos pisa los talones. Tanto así que ha tomado los míos, doy un alarido de sorpresa y frustración cuando siento que algo tira de mí. Entierro mis dedos en la tierra, tratando de sostenerme, esa cosa me arrastra de vuelta al interior del bosque. Los gemelos se detienen, pero les grito que continúen, miran dudosos antes de retomar el camino, los veo alejarse hacia un claro, mientras yo vuelvo a las profundidades del bosque. Me he partido una uña y mis manos están sucias. Pataleo con fuerzas y uno de mis tobillos es liberado, en un rápido movimiento me giro quedando frente a mi agresor. Es como si el tiempo se detuviera, al igual que mi respiración, su rostro está completamente desfigurado, sus ojos se me hacen muy conocidos solo que no logro recordar de dónde.

Su cuerpo está totalmente cubierto. Pero por la piel de sus manos, yo diría que es una persona de avanzada edad, como mi abuela. Aunque, si fuera ese el caso, ¿de dónde saca tanta fuerza? Sus dedos se entierran con fuerza en mi tobillo, haciéndome gritar y retorcerme de dolor, con la pierna libre lanzo una patada. El golpe la desestabiliza el tiempo necesario para que mis manos temblorosas den con la daga que me acompaña. Sin poder hincar bien el pie adolorido, me levanto con dificultad con el brazo firme sobre la daga apuntándole, aunque mi cuerpo no se mantiene muy bien en equilibrio.

Ella, porque es una mujer, da un paso hacia mí y yo doy uno atrás. Una sombra comienza a formarse a su espalda. Mi corazón golpea con fuerza hasta que veo dos enormes alas desplegadas, esas alas que tanto terror me provocan. Sus labios desfigurados sonríen, mis palpitaciones se aceleran. Es un hada de esa hermandad, pero ¿qué le ocurrió en el rostro? Mientras mi mente se hace preguntas que no vienen al caso, ella se mueve como las sombras, al igual que Gerald y la pierdo de vista.

Giro desesperada con el dolor insoportable de mi tobillo, pero no está por ningún lado. Esto no me gusta, sé que, si aparece en cualquier momento, me tomara desprevenida. Y como si mis pensamientos cobraran vida, sus manos presionan mi cuello hasta que expulso todo el aire de mis pulmones.

Sin saber dónde se clavará la daga, si en mi piel o en la suya, dejo que mis manos se muevan en dirección de mi cuello. Ella grita, mientras yo golpeo con fuerza en su estómago con mi mano libre, logrando que me liberara por completo. Mi pierna no resiste y caigo de rodillas contra el suelo, desesperada tanteo mi cuello. Está perfecto. Volteo y ella grita de una forma desbocada, su mano se quema desde dentro, como antes había visto con las otras hadas. Un revoltijo de sombras la cubre y desaparece.

Me desplomo en el suelo, mi respiración se tranquiliza mientras veo las pocas estrellas en el cielo oscuro. Después de unos minutos, con mucha dificultad, retomo el camino por donde se fueron los gemelos. Antes de salir a la carretera, escucho sus voces y la de alguien más acercándose. Me tranquilizo al reconocer la silueta, es el padre de Shema, el comisario del pueblo.

¡Gracias Dios! Exclamo para mis adentros. Aunque es extraño ver al padre de Shema por este lugar, a estas horas. ¿Qué estará ocurriendo?

—¡María Fernanda! ¿Te encuentras bien? —pregunta, observando bien.
He estado fuera bastante tiempo, verme de repente a orillas del bosque no es algo que él se espere.

—Sí, ahora lo estoy —digo un poco agitada.

—Me alegra tanto verlos, pero es tarde y es mejor alejarnos de este lugar. Suban a la camioneta —ordena, sin apartar la vista del oscuro bosque.

Nos encontramos lejos de casa, pero muy cerca de la casa de la abuela de Tony.

El señor George se sube al auto, haciendo rugir el motor en la oscuridad.

No me hace preguntas en el camino, cosa que agradezco, no sé cómo voy a explicar mi ausencia de un mes y la llegada de Kevin que estaba desaparecido, si hasta lo habían dado por muerto. Estoy tan cansada que ni me percato del tiempo en carretera. El motor del auto se apaga, los chicos salen apresurados al interior de la casa, él permanece en su asiento y yo en el mío, en un silencio más que incómodo.

Encantus. Alas negras (libro 1)On viuen les histories. Descobreix ara