- Nunca me ha importado que diga el resto de mí, ¿A ti te importa? – Sanemi abrió sus ojos con sorpresa ante las palabras que había dicho el contrario, acaso, ¿Le estaba diciendo que no le importaba estar con él? Dios, ese muchacho cada vez le dejaba más atrapado y emocionado.

No podía dejar de sentirse de esa manera, eran cosas que nunca antes había experimentado, era un revoltijo de sentimientos.

- Pues no, nunca me ha importado – Contestó el más alto luego de unos segundos en silencio – pero, ¿En verdad estas dispuesto a caer en posibles burlas o que te juzguen de mala manera por juntarte conmigo?

Kyoujuro no lo dudó ni dos veces y asintió repetidas veces con su cabeza. Volvió a acercarse más al contrario mientras sacaba un pañuelo de su bolsillo trasero, comenzando a limpiar la sangre que aún estaba en el rostro ajeno

- No me importa, en verdad. Yo feliz sería tu amigo – Habló de manera tranquila mientras limpiaba las heridas - ¿A ti te molesta?

Volvió a guardar silencio por un largo rato mientras dejaba que el contrario le ayudase con sus heridas. Era un silencio cómodo, tranquilo, que no le hacía sentir extraño, al contrario, lo estaba disfrutando. La persona frente a él lograba que se sintiera de esa manera: bien, sin ser amenazado, su aura era completamente pura, le transmitía los más puros sentimientos. Hasta le había hecho sonreír.

- No me molesta, Rengoku-san - el muchacho mantenía una pequeña y casi imperceptible sonrisa, estaba contento.

Desde ese momento ambos muchachos comenzaron a verse, solían juntarse a la hora del almuerzo y a veces caminaban juntos al regresar a sus casas. En un principio no hablaban mucho, tan solo compartían un grato silencio y la compañía del otro, Rengoku leyendo un libro y Shinazugawa oyendo música, así podían estar toda una tarde, tan solo en silencio, disfrutando de algo que les gustase como lo era la lectura para Kyoujuro y la música para Sanemi. Le siguieron las primeras conversaciones, el rubio era el que más hablaba, también salían juntos fuera del horario escolar, al cine, a beber un café o simplemente a caminar por la ciudad.

Todo eso era una nueva experiencia para el muchacho de cabellos grisáceos, nunca antes había estado de esa manera con otra persona, al contrario, siempre se sentía solo, al único que tenía en su vida era su hermano menor, a quien quería mucho y era muy importante en su vida, pero por primera vez alguien más estaba convirtiéndose en alguien importante para él, veía al rubio casi todos los días y pasaba bonitos momentos en su compañía, oyéndole hablar sobre lo que a este le gustaba, también de alguna anécdota que le ocurrió en alguna de sus clases, adoraba oírle hablar y reír, le hacía feliz. Nadie antes había causado aquellos sentimientos en Shinazugawa. Rengoku de a poco comenzaba a ganarse el afecto de Sanemi.

Llevaban casi tres meses siendo amigos y hasta el momento nadie les había juzgado de mala manera, de vez en cuando había gente que le decía a Rengoku que por qué se estaba juntando con aquella mala persona, con esa mala influencia, a lo que el rubio contestaba que solo la cara de Sanemi daba miedo, que era un gran chico, claramente los demás se reían por lo que Kyoujuro decía, pero aparte de ello no habían tenido ninguna clase de inconveniente, algo que aliviaba el corazón de Shinazugawa, él no iba a permitir que molestasen a aquel dulce y amable muchacho. Por otro lado, las riñas de Sanemi habían disminuido, estaba más calmado y evitaba meterse en problemas, Kyoujuro estaba feliz de ello, ya que odiaba ver herido al más alto.

Una tarde de otoño, caminaban hacia una cafetería a la que Kyoujuro adoraba ir, ya que preparaban el más delicioso chocolate caliente que había probado. Iban en silencio hasta que Sanemi habló, quería ser sincero con el rubio junto a él y agradecer por su incondicional compañía.

- Rengoku... - murmuró el más alto, llamando la atención del radiante muchacho, quien de inmediato le miró - te agradezco que hayas aparecido en mi vida

De inmediato se sintió un tanto avergonzado por las cosas que estaba diciendo, no era parte de su personalidad decir ese tipo de palabras, por lo que estaba completamente nervioso con su corazón saltando como loco dentro de su pecho. Dejando de lado aquella pena, en verdad estaba muy feliz de que el destino haya querido que se conociesen, apreciaba inmensamente a Kyoujuro y hasta hace poco se había terminado de convencer en que ese adorable chico le gustaba bastante, nadie como él le había hecho sentir tantas cosas indescriptibles. Nadie como Rengoku Kyoujuro le había hecho sentir una inmensa calidez en su pecho, él había tocado hasta en lo más profundo de su tosco ser.

El chico junto a él sonrió ampliamente mientras se detenía y en un rápido movimiento abrazó por el cuello a Sanemi.

- Estoy tan feliz de oír eso – susurró Rengoku sobre el oído del contrario mientras dejaba reposar su rostro en el hombro de este. Las manos de Sanemi pasearon por la espalda del chico hasta rodearle por la cintura – pensé que era el único que se sentía así, pero veo que no es así.

La sonrisa del rubio era distinta a todas las demás, era una sonrisa pura, como ninguna otra, era demasiado sincera. Esa era la sonrisa que tanto adoraba y que le gustaba ver, una de las primeras cosas de Rengoku que habían cautivado a Sanemi.

Se abrazaron por unos cuantos minutos más hasta que Kyoujuro decidió apartarse un poco para dejar un corto y casto beso sobre los labios de Shinazugawa. Por unos momentos se sintió fallecer, que su corazón había dejado de latir por un segundo mientras que un calor recorrió todo su cuerpo. Ese había sido su primer beso. No dijeron nada, solo se miraban sonriendo, al parecer no había nada que decir, ese gesto había sido suficiente para ambos. Sobraban las palabras.

Los dedos de Sanemi se entrelazaron cuidadosamente con los de Kyoujuro y retomaron su camino rumbo a la cafetería con sus cuerpos y corazones contentos.

Sobran las palabras | SanemixRengokuWhere stories live. Discover now