Heroína Anónima

Lleva casi un mes de trabajo interrumpido. Desde que leyó las primeras noticias sobre el COVID y su veloz propagación en China, a finales del año pasado, discutió en los pasillos con un par de colegas la posibilidad de que fuera a convertirse en un gran problema, eventualmente; fue un comentario, no esperaba que realmente llegará a los niveles que lo ha hecho. Y ahora se encuentra compartiendo el departamento de un residente que vive cerca del hospital, con él y otros dos colegas; todos han buscado la forma de acomodarse entre las dos camas, el sofá cama y la alfombra de la sala, es mejor que dormir en alguna camilla del hospital, al menos por unas horas sale de ese tenso ambiente.

Es cierto que cuando decidió estudiar medicina, lo hizo con la idea de un día salvar vidas, ama su profesión, todos los días agradece la oportunidad que tuvo de estudiar lo que tanto ama. Pero después de 4 largas semanas de aislamiento familiar: ¿qué no daría por ver a su novia? Suspira frustrada después de salir de ducharse limpia el espejo que se encuentra sobre el lavamanos y mira su reflejo: un par de ojeras surcan su rostro. Ha sido una noche complicada, perdieron a un hombre de 56 años con problemas de diabetes e hipertensión, su familia decía que sólo se trataba de una gripa mal cuidada y a pesar de haberle oído tener complicaciones para respirar, lo aludieron a su peso, los hijos eran fieles partidarios de que la enfermedad es una invención política para infundir miedo en la población <<¡Qué casualidad que justo comienzan con esto después de toda la movilización de las mujeres que clamaban por los feminicidios!>> oyó decir a uno de los chicos mientras esperaban a que les diera un informe del estado de su padre recién lo ingresaron a la Unidad de Cuidados Intensivos, eso fue hace cinco días y lamentablemente esa noche el hombre pereció. Cuando se hizo médico, sabía que la muerte venía de la mano, era de su conocimiento que no siempre iba a ganar, aún así no puede evitar sentirse tan devastada e inútil, aún cuando hizo todo lo que estaba en sus manos. Suspira una vez más antes de comenzar a aplicarse crema, repasa cada protocolo en la cabeza, piensa en cómo administraran los recursos en el piso, necesita diseñar un plan de acción con el resto de titulares de la Unidad "Deberías desconectarte un rato del hospital" piensa en un tono de voz más dulce que el propio, sonríe, sabe perfectamente que es su subconsciente usando la voz de su novia para compensar la falta física. "Le marcaré en cuanto termine aquí", promete.

—¿Pasta? —pregunta un rubio desde el sofá cuando al fin sale de la ducha.

—¿Bromeas? Le estás invitando de esa pasta a Juliana— un moreno de ojos ámbar que viene saliendo de la cocina se acerca solo para darle con la mano en la parte trasera del cuello —A ese platillo le hace falta potencial para ser digno de la doctora Valdés, su novia la lleva a comer a restaurantes en los que hay que hacer reservación dos meses antes— vira los ojos mientras cruza los brazos sobre su pecho, el moreno le sonríe burlón detrás del rubio.

—Cállate Eduardo— ordena mientras le lanza una mirada fulminante, se sienta al lado del rubio y toma uno de los tenedores desechables que se encuentran en la mesa para coger una porción de la pasta y probarla. Es cierto que no es la gran receta culinaria: sólo espagueti con crema y jamón, pero es suficiente para callar el sonido de su estómago clamando por alimento.

—¡Qué rico John! — sonríe avergonzado el residente, la morena le guiña un ojo, sabe lo mucho que el chico se esfuerza por simpatizar con sus jefes. Desde que llegó hace menos de 8 meses ella lo acogió como protegido, y, el chico nunca deja de sorprenderla con su sorprendente habilidad profesional y su gran valor humano.

—¡Miren al doctor Mars sonrojado! — una joven de cabello rizado sale de una de las habitaciones, lleva puesta su pijama de gatos y sus habituales lentes han abandonado su rostro, su comentario hace que el moreno comience a darle de codazos al chico que cada vez se sonroja más.