CAPITULO UNO

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Los ojos de Freya se mantenían fijos en la humeante taza de café entre sus manos, cansada de las palabras que salían de la boca de Jocelyn, suspiró frustrada, haciéndola callar.

Excusas, excusas y más excusas. Eso era lo único que salía de Jocelyn Fray.

La mujer se seguía negando a contarle la verdad a su hija, prefería mantenerla en la ignorancia, aun cuando su vida mundana era como una bomba de tiempo; explotaría en cualquier momento y acabaría con su intento de vida feliz y tranquila, llevándolas a correr un mayor riesgo, estando expuestas ante el Mundo de las Sombras, sin ningún conocimiento de él por parte de Clarissa Fray.

—Si algo me ha enseñado ésta vida, es que los adulto siempre subestiman a sus menores —fue lo que le dijo. —Además, Clarissa está cumpliendo dieciocho años, no es una niña. Una niña era yo cuando por primera vez me encajaron un serafín en la pierna.

Jocelyn agitó su cabeza, pasando las palmas de sus manos por su cabello, aun indecisa sobre lo que tenia que hacer. Siendo que todo era demasiado claro.

—Sé que se lo tengo que decir, pero también sé que no esta lista para recibir toda esta información tan bruscamente.

—Oye, está bien, no juzgo la decisiones que tomaste porque aun no sabiendo todo, puedo comprender que todo lo que has hecho has sido para mantenerla a salvo a ella —declaró Freya. —Pero incluso así, Clarissa nació para esto, merece saber de dónde viene y a qué tendrá que dedicarse toda su vida.

—Se lo diré, es un hecho eso. Pero será paso a paso, sin abrumarla.

Freya asintió antes de darle un sorbo a su taza de café oscuro.

No conocía mucho de Jocelyn Fray. Sabia lo básico, y por qué había decido aceptar el ayudarla con su problema. Ignorando el hecho de que Jocelyn era tan cabeza dura como su hija, le parecía una buena compañía. Aunque le parecía un poco decepcionante la manera en la que huía de sus problemas, ella prefería escapar a enfrentar y no comprendía por qué.

Ambas almas se tensaron al escuchar la puerta principal del departamentos siendo abierta y cerrada con euforia. Clarissa estaba de regreso.

Siendo la faltante en felicitar a la chica peli naranja, Freya se puso de pie, recibiendo a su amiga entre sus brazos con un corto y significativo abrazo.

Habían pasado algunos meses desde que la chica Argent había regresado a Nueva York, presentándose ante Clarissa como hija de un viejo amigo de su madre (lo cual no era totalmente mentira). Se había ganado la confianza de la Fairchild menor en tan poco tiempo, que incluso le sorprendió bastante. Clarissa tenia esos aires de ingenuidad cuando la conoció, por supuesto que había acertado, aunque no estaba de mas decir que la chica no era tonta, si era algo distraída y confianzuda; algo que debía cambiar si estaba apunto de entrar al submundo. Y aunque la actitud tan mundana de Clarissa había irritado a Freya, tampoco era algo que no podía soportar. Los mundanos se habían vuelto algo de su persona después de pasar dos temporadas en Beacon Hills.

—Feliz cumpleaños, Clarissa —la castaña le sonrió cuando se separaron.

—Muchas gracias, Freya —habló. —Significa mucho para mi viniendo de alguien que apenas soporta el contacto.

Ambas rieron.

—Bueno… las dejo solas. Esperare en tu habitación —dijo la Argent, retirándose. Se dirige a la habitación de la peli naranja, esperándola tumbada sobre su cama.

Pasaron unos minutos antes de que la menor estuviera de regreso con ella.

—Mamá está un poco rara hoy —le comentó Clarissa, sacándose la chaqueta y dejándola al borde de la cama.

complicated .ALEC LIGHTWOOD [en pausa]Where stories live. Discover now