Gris

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Un día me comencé a sentir gris. Soy terrible expresando mis sentimientos de forma coherente y con palabras existentes, así que generalmente me expreso mediante colores, formas, olores o sonidos que semejen lo que siento.

En mi vida empezó a predominar el rojo, ya saben, el estrés, las peleas, los problemas que te puede dar la vida envueltos en un caramelo, uno de los que tienen varias capas y cada una es una sorpresa.

El rojo me drenó, el color rojo agotó mi energía hasta sentirme gris.
Entonces me refugié en mi cuarto con paredes y cortinas azules y una cama al centro, y decidí que iba a descansar en aquella cama suave. Porque eso es lo que haces cuando estás agotado, ¿no? Descansar.
Y dormí, pero cuando desperté aún me sentía gris, y decidí acostarme de nuevo y dormir más, pero con cada día me sentía igual, entonces pensé que tal vez necesitaba más tiempo, y dormí dos semanas completas.

Y cuando desperté, me di cuenta de que las paredes de mi cuarto ya no eran azules, eran grises, así como las cortinas.
Y al principio ese gris no era molesto. Era un tono claro que no me expresaba nada en particular, así que con tal de no moverme de aquella cómoda cama con la que había formado una hermosa relación, iba a soportar el gris de las paredes.

Me acosté y miré al techo, muré un largo tiempo, tanto que cuando volteé a la ventana, noté que las cortinas ahora lucían un gris tan lúgubre como el mío.
No era una tonalidad clara, sino un gris que no parecía claro ni obscuro, un tono monótono y frío; parecido al gris de los ataúdes, aquellos que tienen un color tan horrible que no puedo entender por qué alguien querría enterrar a un ser querido rodeado por ese color.

Todo se veía tan opaco y frío que me daba arcadas estar ahí, decidí que extrañaba los colores y cualquier cosa sería mejor que aquél cuarto que una vez amé, y salí de nuevo. Y al principio encontré mucho rojo y morado, al menos eso me aliviaba, pero poco a poco mientras más frecuentaba los mismos colores, más se apagaban hasta llegar al mismo tono gris, al mismo tono horrible, frío y monótono.

¿Para qué salir de mi cuarto si aún fiera de él todo va a ser gris? Al menos en mi cuarto no tenía que brindar explicaciones a nadie.
Regresé al cuarto que alguna vez fue mi refugio y ahora me causaba repulsión.
Y me acosté en la cama, dejando mi vida pasar en aquella cama.
Intenté buscar distracciones, prometo que lo hice, pero al final seguía en el mismo cuarto gris.
Fue ahí cuando me di cuenta de que me sentía gris porque era todo monótono, nada me dejaba percibir un tinte de alegría.
Me sentía vacío. No hay mejor forma de explicarlo. Era agotamiento físico y mental constante que no me dejaba hacer nada y me hacía un inválido.
Vacío, esa es la mejor palabra para describirlo.

Y extrañé incluso el color rojo así que intenté teñir mi cuarto de éste color con lo que encontré dentro de él, pero aunque lo quisiera, el rojo sólo se mantenía así unos minutos al brotar de los poros, pero en cuanto acababa, mi cerebro olvidaba cómo se sentía el rojo y deseaba sentirlo de nuevo porque era lo único que podía experimentar unos cuántos segundos.

Rojo.
No recuerdo cómo se sentían los demás colores. No recuerdo cómo era escuchar bien y no como ai estuviera en una nube.  No recuerdo cómo sabía algo que no fuera café y polvo.

No puedo interactuar porque miles de agujas se clavan en mis piernas y mi lengua si quiero hablar.

Estoy cansado del gris.
Prefiero el rojo al gris.
Tal vez pueda lograr negro, de forma permanente, tal vez mañana o en un mes, pero quiero sentir el negro de una vez por todas porque no lo he experimentado, no hay forma de hacerlo en éste plano.
Pero tal vez sea más duradero que el rojo, incluso que el rojo que puedo ver como el de la sangre, y absolutamente todo es mejor al vacío del gris.

Odio el gris.
G.

Gris. (OS)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora