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Estuvimos abrazados bastante tiempo. Normalmente no hubiera dejado que se me viera tan vulnerable alrededor de alguien a quien a penas conocía, pero en ese momento me vino bien tener a una persona que me abrazara.

No quería admitirlo, pero después de ocho años aún no lo había superado. Seguía llorando y sufriendo por lo mismo. Quería que acabara ya y aún así nunca funcionaba. Tenía miedo de mi misma y de todo lo que era capaz de hacer. Ya lo había comprobado una vez y no quería volver a pasar por eso. Si tenia que ocurrir, que ocurriera pero que no se quedara a medias. Eso me hacía sufrir mucho más.

Edward pasó su mano por mi cabeza acariciándome lentamente. Me separé de él, no por que me hubiera acariciado sino por que quería hacer como que no había pasado nada. Le miré fijamente a los ojos, aún rodeada por sus brazos. Era bastante más alto que yo.
Edward tenia los rasgos masculinos bastante marcados. Tenía un pelo castaño que le llegaban por debajo de las orejas y gracias a la longitud de su pelo se le hacían unas ondas en las sienes. Sus ojos eran de color miel y su piel pálida, rasgo característico de la familia. Lo que más destacaba de su físico eran sus brazos llenos de tatuajes, y que los únicos colores de su armario eran blanco y negro.
—Gracias —Le dije haciendo una pequeña sonrisa.
—Siempre que lo necesites Laylah —Me contestó. Era muy agradable estar a su lado.
Ambos nos separamos y salimos de la habitación en dirección a una sala común. Al llegar, Arian y William nos miraron sorprendidos. Se habían quedado hablando mientras nos esperaban y parecía que habíamos interrumpido una conversación importante al llegar.

Arian sacó un tablero de juego, me explicaron las normas y empezamos a jugar. Nadie habló durante la partida. Yo estaba metida en mis pensamientos, me había quedado mirando las fichas y mis movimientos eran automáticos, ni siquiera estaba pensando en jugar. Notaba como los ojos se me secaban de vez en cuando, entonces, parpadeaba y volvía a la habitación. Ellos parecían estar debatiendo algún tema en silencio. Todos mirando el tablero. Fue un momento incómodo. 


De repente apareció una sirvienta preguntando por Edward. Él se fue sin decir nada. Arian, William y yo continuamos jugando sin prestar atención a la partida. Sonó un teléfono que a pocos metros de nosotros. Arian atendió y después de colgar dijo que se tenia que ir a acabar un trabajo de clase. Nos quedamos William y yo.

El ruido del teléfono me había sacado de mis pensamientos y aunque a mi me apetecía entablar conversación para distraerme, sabia que William hablaría poco. Seguimos jugando un rato hasta que acabamos la partida.
—¿Quieres jugar al ajedrez? —Me preguntó. Pensé que se iría con sus hermanos y me dejaría sola, pero no fue así.
—Claro.
Mientras él cogía el otro juego, yo me distraje mirando el cristal. Aún granizaba.
—¿Blancas o negras? —Preguntó mientras dejaba caer el tablero bruscamente encima de la mesa.
—Negras —puso una mueca—. Si prefieres las negras, quédatelas tú.
William no contestó.


Al principio de la partida me di cuenta de que William era un jugador experto, en cambio, yo era malísima. A mitad de juego yo ya lo daba por perdido y me estaba volviendo a distraer.  
—Si no vas a estar concentrada en la partida, mejor no juegues —Me dijo secamente a la vez que movía su torre hacia mi reina. Me tomó desconcertada, pero en vez de contestarle mal, decidí obviar el tema: —Oye, no te había dicho aún las gracias por el libro. Así que, gracias. 

Por su expresión noté que seguía pensando en jugar pero de un momento a otro su cara cambió y sonreía mientras movía el caballo y me decía levantando la cabeza hacia mi: —¿El corazón delator o la máscara de la muerte roja?

Reaccioné rápido moviendo mi peón hasta su rey y terminando la partida.
—El corazón delator —Le miré con picardía, me había animado. Su cara reflejaba la satisfacción que uno siente al haber dejado ganar a alguien. Me dio rabia.

—El corazón delator nunca me ha gustado —Dijo de repente. Yo ya me había cansado de sus tonterías de ser grosero y cualquier cosa que se le pasara por la cabeza para ser tan borde. 

—Nadie te ha preguntado —Me crucé de brazos, me respaldé en la silla y me giré para mirar a la ventana. Donde las dan, las toman.

Sin apenas darme cuenta, William se había ido de la habitación. 
Como me había quedado sola en esa sala me relajé durante un rato, sin embargo, comencé ha aburrirme al poco tiempo. Recogí el tablero y me subí a mi habitación. Cuando llegué escuché algo de música para alegrarme y espabilarme. Aún me quedaban varios días en esa casa y no quería estar enfadada con alguien. Así que después de pensármelo un rato, decidí que ir a disculparme a William seria la mejor opción, aunque yo no tuviera la culpa de sus groserías.

Salí y nada más llegar al final del pasillo me di cuenta de que no sabia donde estaba su habitación. Por suerte, me lo encontré saliendo de otra habitación en el pasillo.
—Em, hola —Dije con los brazos detrás de la espalda. Se hizo un silencio incómodo—. Eh, bueno. Que quería pedirte perdón por como te he contestado antes.
Al ver que él no iba a decir nada, me dirigí hacia mi puerta. Tuve un mínimo de esperanza de que me fuera a decir algo o a parar, pero no hizo nada y yo entré en mi habitación sin problemas. Él ni siquiera se había girado para mirarme, se había quedado plantado en el pasillo. Me apoyé en la puerta y me dejé resbalar hasta tocar el suelo. ¿Por qué me molestaba tanto su actitud? Cuando alguien se comportaba así conmigo normalmente pasaba de la situación, pero sentía que esto no lo debía dejar pasar.

Volví a la realidad cuando mi hermana me llamó por teléfono. Le contesté rápido, y después de escucharle hablar durante diez minutos sobre todo lo que estaban haciendo en casa, me preguntó que cómo estaba:
—Pues bueno, al parecer todo iba bien hasta esta mañana. Se ve que hay algo que molesta a la familia y no sé que es, aunque creo que es algo relacionado conmigo.
—Ala, ¿pero qué dices? Tú tranquila que seguro que no les molesta nada, lo que pasa es que a veces te preocupas demasiado por lo que la gente piensa de ti. Tanto que te vuelves un poco paranoica eh. —Dijo riéndose.
—Puede ser. Pero bueno, igualmente estoy bien.
—Me alegro. Y con los chicos ¿qué tal? —Preguntó con un tono pícaro. Yo le expliqué todo lo que había pasado con William, incluido el hecho de que me molestara que estuviera enfadado conmigo— Uyuyuy, eso me suena a que te gusta.
En ningún momento se me había pasado por la cabeza ese pensamiento, además de que no me hablaba casi y yo a él tampoco, así que ¿cómo me iba a gustar una persona con la que ni siquiera había mantenido una conversación de más de diez minutos? Aunque sí era verdad que me sentía extrañamente cómoda a su alrededor.
—¿Pero qué dices? ¿Tú te has oído? —Le contesté. Me di cuenta de que mis mejillas estaban ligeramente más calientes que antes de que mi hermana contestara—. Anda, ya sabes que es imposible. Sabes que yo ese sentimiento no sé cómo es, así que según mi lógica, William no me gusta. 
—Ya, tú no lo sabes. Pero yo sí, y sé que a veces se siente eso.
—Bueno mejor dejémoslo en un "a veces".
Mi hermana se dio cuenta de que no quería seguir hablando de ese tema así que empezó a preguntarme sobre cómo me estaban enviando deberes y sobre qué estaba comiendo allí. Le hablé sobre como era la casa y le pregunté sobre sus amigas y la cantidad de películas que estaba viendo. Poco después dejamos de hablar, ella fue a merendar y yo me quedé en la habitación acabando unos trabajos para clase. Menos mal que había llevado el ordenador a la última clase, sino a saber cómo hubiera hecho los deberes.

Al acabar fui a la biblioteca a leer para relajarme. Cuando llegué, no había nadie, así que me puse a investigar todos los libros que habían. Tenían de todo tipo, desde literatura clásica hasta libros científicos. Decidí coger uno que hablaba de la anatomía de las mariposas. Eran un insecto que siempre me había gustado, especialmente las especies nocturnas. Además, me encantaba dibujarlas. Después de leer durante unos minutos, cogí de mi habitación mi cuaderno de dibujo y lápiz para dibujar algunas mariposas. Volví a la biblioteca, la cual seguía vacía. ''Mejor'' pensé. 


Me concentré en dibujar una Actias luna. Al cabo de un rato me di cuenta de que al parecer, la biblioteca no estaba vacía. Había estado tan concentrada dibujando que no me había dado cuenta de que William estaba leyendo en la mesa enfrente de mi. " ¿Que estará leyendo? " Me pregunté al mismo tiempo que volvía mis ojos hacia mis dibujos. 

Con sumo cuidado, William se sentó delante de mi,. Yo seguí buscando mariposas en el libro y él, al ver que me estaba haciendo la loca, carraspeó para llamar mi atención:
—Laylah.

La chica del secretoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora