Traición

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Aquel viernes amaneció como cualquier otro, algo nublado y semilluvioso. Los estudiantes del castillo se dirigieron perezosos hacia el gran comedor para el desayuno, arrastrando los pies y alguna hora de sueño acumulada. Desde el incidente del dementor, los pollos sin cabeza (o pollos simplemente, como habían pasado a llamarse) solían sentarse juntas en esas horas libres. Ya no había ninguna regla que prohibiera gente de distintas casas sentarse en la misma mesa, pero aún así era inusual ver a un grupo tan amplio y distinto pasar tanto tiempo junto. Algunos les tenían envidia y otros, mucha admiración.

El grupo había acabado adoptando a Itziar, la periodista de un curso menos. Era una chica avispada y bastante curiosa, que les hizo repetir la historia del dementor unas cinco veces a cada una y no paró de preguntar por aquella chica misteriosa que había desaparecido hasta que el grupo accedió a presentársela. Ahora que todas eran amigas, Itziar había entendido la importancia de mantenerla fuera de la historia en el periódico, aunque se habría muerto de ganas de cubrir un escándalo como ese.

Esa mañana, Estela y Alex desayunaron deprisa y se fueron a charlar con sus otros amigos. Del grupo, ellas eran las más populares sin duda. Al ser la capitana y prefecta, Estela tenía demasiadas responsabilidades y muchas veces no podía acudir a las pequeñas quedadas que realizaban los pollos. Alex también se perdía algunas. No era capitana del equipo de Quiddich, pero tomaba clases extra de vuelo para poder cumplir su sueño de dominar aquella materia y dedicarse a ello enteramente. Al principio, Elena y Noe se preocuparon por ellas. Tal vez pasar tiempo con los pollos estuviera afectando a su reputación, pero en seguida Estela le quitó hierro al asunto, alegando que a ella no le importaba un carajo ser querida o no por gente a la que no conocía de nada. Además, todas coincidían que sus momentos favoritos eran cuando estaban todas juntas.

Emmet llevaba todo el desayuno medio ida y Mer le zarandeó del brazo. Habían pasado parte de la noche estudiando. Slytherin y Ravenclaw tenían un examen a primera hora y Mer había obligado a Emmet a quedarse despierta para, al menos, poder responder a algo más que su nombre. Elena, frente a ellas, les repitió una vez más el temario y June, aunque se quejaba en alto de tener que estar repasando en el desayuno, puso la oreja para asegurarse de que se lo sabía tan bien como pensaba.

Javi y Noe charlaban, pasando de todo. La primera había aceptado que, como no le funcionara la chuleta mágica que tenía escrita con tinta invisible en el brazo, iba a catear tan fuerte que sus padres se levantarían de su tumba para arrearle una paliza, y ni siquiera estaban muertos.


– Javita, bébete el colacao que vais a llegar tarde al examen.

– ¡Es nesquik! Cómo osas. – La morena se llevó la taza a los labios y las observó con instintos asesinos, como un gatito enfadado. Noe la miró con ternura.

– Noe, no hables tanto que se te va a caer la hoja de la boca. – Le recordó June, defendiendo a Javi casi por instinto. Las chicas ahogaron risas.

– ¡Fue una vez!

– Fue cagando. – Apuntó Itziar. – Aún no entiendo cómo.

– Da igual, la cosa es que ya la tengo tan adherida al moflete que cuando la intente sacar va a ser peor que hacerse la cera. – Respondió Noe, muy digna.

– Qué tranquilita estás, cómo se nota que no tienes examen. – Le dijo Elena. La joven se encogió de hombros.

– Ni clase. He bajado para veros, pero ahora tengo que ir a ver a Kass y luego he quedado con Clau.

– ¿La de adivinación? – Preguntó Itziar. – ¿Para qué?

– ¿Vas mal con la asignatura? – Se interesó Emmet. – Si quieres te ayudo.

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