No creía posible que él hubiese reparado en mi presencia —a pesar de tener mi mirada clavada en su persona—, por lo que me sorprendió de sobre manera cuando me invitó a escaparnos de la ultima clase comentando:

—Ya sé ese método de memoria, lo he estudiado toda la semana, además, se nota que a ti tampoco se te dificulta por la manera en la que divagas mentalmente y pierdes tu mirada en la nada.

Me sentía avergonzado, ¿habría notado mi nada cuidadoso acoso?

—Pues, a decir verdad no me vendría mal un poco de aire.

Lo siguiente que viene a mi memoria es verle corriendo frente a mí, sus ropajes se agitaban conforme avanzábamos y yo sólo pensaba en que también así debía de verme desde atrás. Aún me sorprende la imagen de su mano tomando la mía, obligándome a seguirle el paso. En efecto, su piel era suave, su mano era pequeña, de porcelana muy frágil. Mientras corríamos, conté tres pequeños lunares en su brazo y cinco en el recuento cuando nos sentamos codo a codo tras una lapida gris. Fue nuestra primera escapada al cementerio.

Emil Muler suspiró a mi lado en lo que yo sacaba un cigarrillo de mi bolsillo.
Emil Muler fumó ese cigarrillo conmigo.
Emil Muler carraspeo un par de veces en su primera calada.
Emil Muler me sonrió mientras me confesaba que era su primera vez.
Emil Muler sólo fumaba conmigo.

II

No necesitamos mucho tiempo para volvernos cercanos y continuamos caminando al cementerio hasta convertirlo en una clase de ritual nuestro. Pronto supe que fumar no era su fuerte, a pesar de ello, no recuerdo una sola vez en la que él me permitiera fumar solo y ante esta situación mi habito de fumar era casi inexistente con él a mi lado. Pero claro que lo notaba, y nada tonto constantemente me tentaba a fumar con él, preguntándome si había traído a los susodichos, invitándome a fumarnos uno juntos. No era capaz de negarme. Juntos, esa palabra era mi debilidad tratándose de él, juntos y una sonrisa suya eran capaz de derribarme sin poner resistencia.

Emil peonto entendió que conseguía lo que deseaba usando Juntos como palabra mágica, pero también me mataba cuando sonreía de esa manera en la que sólo él podía hacerlo, rompiéndome el corazón; pero me he adelantado un poco. Prosigo.

A todo esto se nos unió un compañero de la clase, Hermann Balan, joven carismático y amigo de la familia Muler, hecho por el que siempre le sentí más amigo de Emil que mío.
Hermann nos bautizó como El Trío (demostrando su abundante originalidad), título que perdía autenticidad cuando él mismo decidía pasar el rato con el primogénito de los Muler, o bien ocurría lo contrario y ocasionalmente Adolf acepaba la solicitud de Hermann para que el primogénito Muler pasara tiempo con nosotros.

Como ya he dicho, nos volvimos lo suficientemente unidos como para ser llamados amigos entre nosotros tres, pero el hecho de tener la sonrisa burlona de Hermann entre Emil y yo siempre fue algo que me fastidió ligeramente. Esto ocurrió porque no pasó mucho tiempo para cuando empecé a sentirme notablemente atraído por Emil Muler, atraído por la forma en que sus ojos, atentos, se paseaban por mi rostro y me leían de esa forma que sólo él podía llevar a cabo, atraído por como solía expresarse balanceando sus manos en el aire como si fueran bailarinas, me sentía curioso por probar el sabor de sus labios rosados y encantado con su manera tan propia de sonreírme. Empecé a perder la mirada en su cabello revuelto y me sentía dichoso al correr tras él mientras sus dedos se entrelazaban con los míos. Oh vaya que me sentía pleno estando a su lado, me sentía enamorado.

III

Emil Muler nunca fue un chico realmente interesado en las artes, solía decirme que alguien que piensa vivir a base de estudios sobre ciencias y números es incapaz de interesare en las artes visuales, "...tal vez la música, pero eso sería todo." me decía, poniendo fin definitivo al tema. Así, fiel a su propia teoría, jamás le vi garabatear algo más que una pequeña y sencilla cara sonriente entre sus apuntes y, aunque también decía ser incapaz de algo tan "sentimental" como apreciar el arte, más de una vez le sorprendí mirando con cierta curiosidad y melancolía los dibujos que yo solía tener tirados en mi habitación: yo era pintor.
Siempre intenté que se interceptara en mi mundo, pintarle, llenarle el alma con mis colores, animarle a intentar, pero él sólo me miraba, mil veces me miró con esos ojos, expectantes a mis movimientos, tragándose mi alma, negaba moviendo lentamente su cabeza y sonreía culpable, entonces Emil Muler me rompía el corazón.

You've reached the end of published parts.

⏰ Last updated: Apr 22, 2020 ⏰

Add this story to your Library to get notified about new parts!

He perdido mis guantes, Emil.Where stories live. Discover now