(Fic) Reencuentro en el Limbo

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Lo iba a guardar para después, pero visto los acontecimientos más recientes, acá va:


Las nubes bajo su cuerpo eran suaves, cediendo ante su peso pero manteniéndole a flote sobre la superficie. Se extendían a su alrededor como césped nevado, dándole al paisaje un toque invernal. Mangel cerró los ojos, dejando que las memorias le invadiesen.

Recuerdos de renos corriendo por la nieve, los gritos, las risas. Una aventura digna de los mismísimos dioses que eran, corriendo tras monstruos bajo árboles navideños y dulces dignos de gigantes. Pero aun allí, junto a sus pares, se sentía solo...

Las memorias cambiaron, nieve derritiéndose y dando paso a los brotes de la primavera. Y allí estaba, donde todo comenzó. Un bosque junto a la montaña, una casa modesta. Dos camas a centímetros de distancia. Una idea, un plan para el futuro.

Si tan solo se pudiese volver atrás...

Pero no. No se puede.

Con un suspiro abrió los ojos y se puso de pie. Trozos de nube flotaron a su alrededor, como molestos por su movimiento. Mangel los miro subir, llevados por la brisa inexistente a su nuevo lugar de reposo. Si tan solo el pudiese hacer eso. Dejarse llevar por el viento y así sin más legar a su lugar.

'para eso debes tener un lugar al que llegar' le recuerda su mente, amargamente. Y es verdad. Él no tiene un lugar. Tal vez lo tuvo, alguna vez. Vegetta siempre solía hablarle sobre el propósito de personas como el, las grandezas que podría lograr si se lo propusiese.

Una sonrisa apagada se le escapo sin dársele cuenta. Era el dios del orden, por supuesto que para él sería simple; su propia naturaleza le guiaba, dándole un fin claro e inmediato. Organizar, dar seguridad, asegurar el cumplimiento del contrato divino.
No era como él.
Un cabo desatado, sin meta ni destino, vagando por el mundo en busca de un sentido.

Inconscientemente su mano se deslizo por su ropa hasta la cintura, hurgando en su morral y sacando una pipa. Era larga y fina, intrincados diseños adornando la madera pulida. Los movimientos fueros casi involuntarios, demasiado practicados; sacudir ligeramente, llevarse un extremo a los labios y cerrar los ojos. Con un chasquido y una pizca de magia el humo comenzó a subir, danzando en el aire inmóvil frente a él.
Era demasiado fácil. Era como si el mundo mismo hubiese decidido que debía recaer, una y otra vez. Su vida era un ciclo de subidas y bajadas continuas, cada una más abrupta que la anterior. La columna blanca alzándose desde el extremo contrario de la madera parecía burlarse de él, de su inhabilidad de alejarse y seguir adelante. Del hecho de que no podía dejar de volver.

Sus cejas se fruncieron, enojo corriendo por sus venas. Sin pensarlo dos veces tomo la pipa recién encendida y la lanzo tan fuerte como pudo. No importaba donde cayese, solo quería quitarse el olor a tabaco que le perseguía.
¿O era el quien lo buscaba?

Se paso una mano enguantada por la cara. ¿¿Que estaba haciendo?? Incluso en el medio de la nada era incapaz de escapar de sus vicios, sus rencores. Estaba predestinado a derrumbarse, recoger los pedazos y volver a empezar, en espera continua del siguiente terremoto.

¿Hubo algún momento en el que se haya sentido real y completamente feliz?

Volvieron las memorias.

La casa en la montaña. Las vistas del pueblo a la distancia, apenas un capullo de la flor en la que se convertiría. ¿Acaso no era perfecto?
Y allí estaba el...

Pelo brillante como un atardecer de verano, ojos verdes como esmeraldas. Sus palabras, su sonrisa... Sus necesidades, su obsesión. Su sed de sangre y sus crímenes. La lava, la sangre, los huesos, el corazón-

Karmagods AUWhere stories live. Discover now