6. Los llaneros magníficos (Parte I)

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—Eso pensé. —En su rostro se formó una sonrisa burlona que dejó ver sus largas patillas. Con el pie corrió uno de los bancos hacia él y se ubicó en medio de Diegston Wern y Mick Purcell—. Sabes a qué vengo, Will.

—No he reunido lo suficiente —se excusó, con sus manos apretando los bordes en la barra, en un intento por ocultar su impotencia—. Viniste tan solo hace una semana y te llevaste todo lo que tenía. Vuelve en dos semanas cuando el dinero sea suficiente.

—Verás, Will. —Apoyó las manos en la tabla mientras hablaba—. Un hombre de negocios como yo es quien decide cuándo llegar, y no por las órdenes de un miserable cantinero. Te lo resumo de esta manera: mi pueblo, mis reglas.

Las risas burlonas de los hombres que lo acompañaban terminaron de alterar al impaciente Will.

—Pues este miserable cantinero, —Llevó las manos a la barra. Al volverlas a subir sostenía una escopeta apuntándole a Dex Degron—, está harto de ti, maldito bandido.

Mick Purcell y Diegston Wern, en un movimiento coordinado, apoyaron al cantinero con sus pistolas.

—Ya escuchaste a Will, Dex, largo de aquí —amenazó Mick—. Sabes muy bien que nunca fallo.

Dex rio. Sus hombres, que estaban repartidos por toda la taberna, de inmediato los retaron con sus cañones.

—¿De verdad quieren hacer esto? —Sus ojos resplandecieron en rojo, como recordatorio de por qué había sido apodado El Diablo—. La última vez no resultó bien para ninguno de ustedes.

—Puedes retarnos, Dex, ya no tenemos nada más que perder —respondió Will.

Entonces, sin que nadie lo esperara, los ecos de un estruendo desviaron la atención a la calle principal del pueblo. Una poderosa ventisca y frenéticos rayos azules desataban caos extremo, uno de ellos atravesó la pared de la taberna. Cuando salieron, contemplaron la ferocidad en que se movían las nubes púrpuras de la tormenta; el viento azotaba la arena y provocaba que sus gabanes fueran meneados, cada uno de ellos sujetó los sombreros en sus cabezas.

—Es él —reconoció Diegston entre gritos—. Es el pájaro que vi.

Mick se persignó, perplejo. Nunca en su vida había visto algo así.

—Dame otra de esas mezclas que le serviste a Wern. Esto es alucinante.

Con la misma fugacidad en la que arribó, la tormenta desapareció en las nubes. Su pasó había sido rápido, pero arrollador. Gran parte de las fachadas de madera de los edificios habían sufrido las catastróficas consecuencias.

—Brujería —dijo El Diablo—. Esto sin duda es un embrujo de los chamanes de la tribu. —Dex se apresuró en montarse a uno de los caballos atados afuera del establecimiento—. Preparen sus armas, señores, haremos una visita a los Wanikiy.

—¿Qué hacemos con ellos, señor? —preguntó uno de los hombres.

Los matones de Dex apuntaban a Diegston, Mick y Will.

—Enciérrenlos en prisión. Que aprendan que en Survivor nadie desafía al sheriff.

Otro brillo carmesí en sus ojos enfatizó la severidad de la amenaza.

Otro brillo carmesí en sus ojos enfatizó la severidad de la amenaza

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Mago Universal: Encrucijada temporalWhere stories live. Discover now