¡PLACK! ¡PLACK!

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Pero aunque no podía recordar cuándo se lo habían quitado, sí era capaz de recordar los ojos del hombre. Y más que eso, recordaba el descenso de la luz, las paredes de chapa que la rodeaban, sus compañeros sentados en las sillas, leyendo.

Y el aire escapó de sus pulmones porque los detalles la atropellaron. ¿Sentados leyendo? No, estaban atados. Y entonces ella también podría...

¡PLACK! ¡PLACK! ¡PLACK!

Los golpes relajaron todas sus tensiones. Su cerebro se anestesió. Todo pensamiento pasado pareció perder peso, y sus ojos se sorprendieron ante la nueva revista.

Jamás, en todos sus años de experiencia, la habían castigado. Esta era la primera vez que le daban a leer una noticia con menos de treinta renglones. Era, con total seguridad, una vergüenza. Nunca había dejado una noticia sin terminar, nunca. ¿Y ahora no lograba terminar una y le daban a leer... esto?

Completamente inaceptable. Perpleja, leyó le noticia tan rápido como pudo. Al final, incluso ella se sorprendió de sus capacidades. Disfrutó sus más que merecidos dos minutos de sobra.

Recordó el pequeño episodio como algo lejano. Miró sus manos para asegurarse de no ver nada extraño. Miró las hojas de la revista para no encontrar ninguna mancha extraña. Miró la cámara, la misma que desde hacía tantos años la observaba, para no sentirla extraña.

Solo una palabra llegó hasta su mente: normal.

Así que se miró nuevamente en la cámara. Criticó sus mejillas caídas, pero se sintió orgullosa de sí misma. Estaba hermosa.

Y a decir verdad, sus compañeros también parecían hermosos. Cada uno de ellos, con la misma sonrisa de siempre, leían encantados.

Todos menos uno.

¡Plack!

Sus ojos se apartaron del hombre. Esta vez la nota era más extensa, pero no lo suficiente como hubiese deseado. ¿Acaso se estaban burlando de ella? ¿Tenían alguna idea de todo lo que les había aportado? ¡Nadie leía como ella! ¡NADIE!

Y se los demostró a la perfección. Lo que una persona promedio debería haber leído en cinco minutos ella lo leyó en menos de uno. Estaba segura de que debía ser alguna clase de récord. Intrigada, observó a sus compañeros, deseando encontrar a alguno con la misma noticia. Ansiaba ver esos ojos recorriendo cada línea y saber que, otra vez, había triunfado.

Pero lo único que encontró fue al hombre que no sonreía. Era incapaz de imaginar qué debía estar leyendo como para sentirse tan desdichado... Pero no, no está leyendo. ¿Qué le pasaba? Parecía un niño torpe mirando su tarea sin saber qué hacer. Era patético, era insultante. ¿Si quiera estaba pestañeando?

No, no lo hacía, al igual que ella misma había dejado de hacerlo cuando recordó los ojos del hombre. Tensó sus músculos y miró sus manos. Seguían limpias. ¿Las habían limpiado? Sus ojos volvieron a arderle. Todos sus nervios parecían concentrarse en ellos. ¿Dónde estaba? Las paredes de chapa, el gris oscuro del galpón... Todo iba regresando. Necesitaba correr. ¿Por qué no podía pararse y correr? ¿Qué la retenía?

Eran tanta su tención que ni siquiera sintió el golpe en su espalda. Mucho menos el ruido.

Volvió a mirar el hombre, el único distinto al resto. El único que era igual a ella, la única persona en la que podía confiar. Y allí estaba, sonriendo.

Se obligó a pestañar varias veces para apartar sus lágrimas y cerciorarse. Realmente parecía estar disfrutando la revista. Nunca vio a alguien leer tan rápido, ni siquiera ella se sentía capaz de superarlo.

Galpón de espaldas dañadasWhere stories live. Discover now