Ella no dijo nada. Él estaba equivocado. Si no fuera por ella, mucha gente estaría viva hoy.

—Escúchame, Hermione. No eres una mala persona. Eres una muy buena persona a la que le han sucedido cosas malas, ¿entiendes? —Harry le dijo en tono serio. Él agarró su mano y la apretó con fuerza—. No es tu culpa. Ahora, de nuevo, dime exactamente cómo sucedió.

—Ya te lo dije —respondió Hermione—. Vino a mi reunión, no dijo una palabra, y solo habló cuando estaba a punto de salir.

—Y luego dijo que no quería nada —terminó Harry, aunque lo dijo más para sí mismo que para ella.

—Sí.

Pensamientos sobre ella y Malfoy besándose volvieron a aparecer en su mente y no pudo evitar sentir su rostro calentarse. Qué cerca había estado de aceptar quedarse con él, había estado tan cerca de ser manipulada por él. Se sintió disgustada consigo misma por casi enamorarse de sus encantos.

Ese era el hombre que había asesinado a Ron, que había celebrado su matrimonio mientras envenenaba a dieciocho personas, que había mirado felizmente mientras su prometido y su familia ardían hasta la muerte y que manipulo a todos para que creyeran que era inocente. Por supuesto, ella debería considerar quedarse con él. Con un maldito psicópata.

¿Qué estaba pensando ella?

—Tal vez solo huiré, a la Antártida o algo así, a algún lugar donde no pueda encontrarme —murmuró. La idea de vivir en la Mansión Malfoy la hizo estremecerse; era un lugar que ella quería olvidar.

Harry simplemente rodó sus ojos.

—Oh, vamos. Como si fueras tan cobarde.

Suspirando profundamente y cerrando los ojos, Hermione se derrumbó derrotada en el sofá. Él estaba en lo correcto; ella no podía huir así. No estaba en su naturaleza.

—No sé qué más hacer.

«¿Disfrutar de mi libertad mientras dure, entonces?»

Ella maldijo en voz baja y volvió a hundir el rostro en la almohada.

—Oh, no me preocuparía demasiado si fuera tú —dijo una tercera voz.

Luna acababa de entrar a la habitación con una bandeja con tazas de té en sus manos. Llevaba un delantal con extraños lunares, encantados para que brillaran y parpadearan, como las luces de Navidad muggle. Ella tenía una mirada extraña en su rostro otra vez y su varita estaba escondida detrás de su oreja. Puso la bandeja sobre la mesa frente a ellos.

—¿Té?

Hermione miró a Luna confundida, pero para nada distraída con el brillante y parpadeante delantal o los reflejos rosas en su cabello.

—¿Y por qué no debería preocuparme por eso? —ella preguntó.

Luna sonrió soñadoramente.

—Bueno, dijo que no quería nada, ¿verdad? —respondió con voz tranquila y distante mientras vertía té en una de las tazas y se la entregaba a Hermione—. Entonces tal vez él no quiere nada.

El que Luna le sirvió, parecía a cualquier cosa menos té. Era incoloro, inodoro, lucia más como agua normal y clara.

—Lo siento Luna, pero me resulta difícil de creer. —Hermione miró a Harry que bebió su taza sin dudarlo. Tan pronto como lo hizo, su rostro tenso se relajó y se veía diez veces mejor de lo que había estado en mucho tiempo.

—Mi esposa cree que debemos... confiar en él —dijo, con el rostro horriblemente arrugado, como si decirlo le causara dolor.

Hermione se rió de él en voz alta, pensando que estaba bromeando.

Su dulce y decadente sonrisaWhere stories live. Discover now