—¿Cómo te llamas hijo de Adán?

—E...Edmund —, le responde mientras se pone de pie

—¿Y cómo, pudiste entrar a mis dominios?

—No...no lo sé, solo estaba siguiendo a mi hermana.

—¿Hermana? ¿Son más de uno?

—Sí cuatro y una amiga seríamos cinco en total. Lucy ha sido la primera estando aquí antes y dijo que conoció a un fauno llamado Tumnus. Peter, Susan no le creyeron, ahora Catalina y Lucy están con el fauno.

—Edmund te estás congelando, ¿Quieres sentarte conmigo?

Edmund se me acerca a ella, ambos se sientan en el trineo, la mujer cubre a Edmund con capa blanca.

—¿Quieres algo de beber?

—Sí, por favor, majestad.

La reina saca un pequeño frasco dentro de el lleva líquido azul, tira una gota en la nieve y está se convierte en una copa llena de chocolate caliente, el enano le entrega la copa a Edmund, el mencionado toma un poco de chocolate.

—Pide lo que quieras y lo tendrás —, dice con gentileza la reina.

—¿Me podría hacer más alto? —Pregunta Edmund, la reina suelta una leve risa.

—¿Te gustaría algo de comer?

—Unas golosinas.

La reina una vez más deja caer otra gota, la cual se convierte en una caja plateada, el enano la recoge y se lo entrega a la reina, hacen un intercambio, el enano lanza la copa contra un árbol pero no se rompe, solo se vuelve a convertir en nieve. La reina pone la caja en las piernas de Edmund y él empieza a comer.

—Edmund, me gustaría mucho conocer a tu familia y a tu amiga.

—¿Por qué? No son nada del otro mundo.

—Seguro que no son ni la mitad de encantadores que tú —, le dice limpiando la boca a Edmund con el gorro del enano —. Verás Edmund, yo no he tenido ningún hijo y tú eres un niño encantador que veo como futuro príncipe de Narnia, incluso hasta Rey.

—¿Enserio?

—Claro, trae a tu familia y a tu amiga.

—¿Entonces, Peter también sería Rey?

—No, no, es solo que un Rey necesita sirvientes ¿No crees?

—Entonces los podré traerlos.

—Tras estos bosques, entre esas dos montañas, allí está mi castillo. Te encantará, tiene habitaciones que están llenas de golosinas —le dice  señalando a dos montañas.

—¿Ni podría darme un poco más ahora? —le preguntó bajando del trineo.

—¡NO! No, no quiero arruinar tu apetito, además nos veremos pronto, ¿Verdad?

—Eso espero, majestad.

—Hasta entonces querido Edmund, te echaré de menos.

Edmund baja del trineo y la reina se despide con la mano mientras el trineo comienza a avanzar y desaparece por completo a la vista de Edmund.

—¿Edmund? ¡Edmund! Qué alegría que tú también hayas venido. ¿No es maravilloso? —Pregunta alegremente Lucy y lo abraza pero Edmund la aparta.

—¿Dónde estaban?

—Con el señor Tumnus, está bien, la Bruja blanca no sabe que me ayudó.

—¿La B..bruja Blan..Blanca?

Las crónicas de Narnia: El león, la Bruja y el ropero Where stories live. Discover now