La clienta y la florista

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Ana suspiró cuando se pinchó con una espina. De nuevo. Agresivamente dejó las flores sobre la mesa, frustrada consigo misma y fue en busca de una tirita. Otra vez. Cualquiera diría que trás varios años de ser la dueña de una florería o flower shop como a ella le gustaba decirle a pesar de tener un Inglés pésimo, ya sabría esquivar las espinas de las rosas al cortar los cabitos para armar los ramos..

Pero su mente estaba en otro lado. En alguien en particular. En Mimi Doblas. o al menos, eso era lo que el recibo le decía. Los recibos.

Mimi Doblas iba un montón a la florería de Ana. Y muy seguido. Ana sacudió la cabeza, intentando evitar que su mente se funda en la imagen de la mujer que perseguía sus pensamientos día trás día.


La primera vez que Mimi entró hacia la floreria de Ana, estaba lloviendo. Pero llovía torrencialmente. Una mujer rubia en un vestido brillante y colorido, con un jersey empapado encima y gafas borrosas corrió dentro de la tienda, cerrando con fuerza la puerta detrás de ella. Estaba mojando todo el suelo que Ana hacía apenas unos minutos acababa de limpiar, pero por alguna inexplicable razón, a la morena muy poco le importo.


-Ehm.. ¿Necesito algunas flores? -La mujer rubia hizo una mueca mientras decía aquello y Ana, casi congelada, mientras armaba un pequeño ramo de tulipanes con un moño, la observaba. El acento de la mujer era cerrado, mucho más que el madrileño y no se sorprendió, ya que muchos turistas pasaban por la florería.


-¿Es una pregunta? -Ana dijo, mientras continuaba observando a la mujer que temblaba un poco del frío de la lluvia.

-¿N-no? Espera. No. Necesito flores. -Se sonrojó un poco mirando hacia abajo, lejos de aquellos ojos café que la observaban casi inquisitivamente.

-¿Así que esto no era sólo tú intentando refugiarte del torrencial? No te hubiese hecho comprar nada. -Ana rió y el color rojizo que teñían las mejillas de la rubia se intensificó.


-¿No se enojaría tu jefe? -La mujer susurró, ojos verdes ensanchándose ante su propia pregunta. A Ana le parecieron los ojos más bonitos que había visto en mucho tiempo.

Ana rió.

-Señorita, yo soy la jefa. -Dijo aún riendo.


La mujer sonrió avergonzada, llevando ambas manos a su rostro. -Dios, lo siento!

Ana negó con la cabeza, sonriéndole con calma. -No pasa nada. ¿Le gustaría comprar algo hoy?

-Umm.. -La mujer se mordió el labio inferior, en señal de que estaba pensando. -En realidad, si! -Sonrió mirando a Ana, a quién aquella sonrisa le robó un poco el aliento. -Es el cumpleaños de mi amigo Patri hoy.

-¿Así que quieres comprarle flores? -Ana no lo decía en tono de burla, pues trás varios años en el negocio, había escuchado de todo.

-Sí! Es el destino! No tenía idea de que comprarle. -Murmuró entusiasmada caminando hacia el mostrador detrás del cuál Ana estaba parada.

Firmas y floresWhere stories live. Discover now