Reclutado. parte 3

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Normalmente iba al bar los sábados.

—Estaré aquí,— dije, y sonrió.

—Puedo encontrarme contigo en la piscina.

—Eso suena perfecto,— le dije.

Me quedé allí tumbado, mirando cómo se ponía la ropa. No le llevó mucho tiempo. Sólo había llevado una camiseta y ese pedazo traidor de ropa que a duras penas se parecían a unos pantalones cortos. Una vez que estuvo vestido, se subió a la cama sobre las manos y las rodillas y bajó la vista hacia mí. — Gracias, Will.

—No me des las gracias, niño,— dije. —No es exactamente como si fuera altruismo por mi parte.

Sonrió ante eso. —Te veré esta noche.

* * * * *

Puesto que llegué a la piscina antes que él, empecé mis largos. No mucho después apareció una mujer con dos niños. Se sentó en una tumbona leyendo mientras los más jóvenes salpicaban y jugaban. Cuando Eddy apareció, nos saludamos y nos ignoramos aposta el uno al otro, flotando en los extremos contrarios de la piscina. Parecía como si no fueran a irse nunca, pero finalmente la mujer les atrapó, declarando que ya había pasado su hora de estar en la cama, y se marcharon, protestando durante todo el camino.

 Para entonces estaba completamente oscuro, y las débiles luces alrededor del perímetro hacían poco para iluminar la piscina en sí misma. Yo estaba en el extremo profundo, agarrado del borde de manera que no tuviera que mantenerme a flote. Podía ver lo justo en la escasa luz como para saber que

 Eddy estaba nadando muy lentamente en mi dirección.

 —Dime que no te lo has repensado,— dijo.

 —No,— le dije. —¿Y tú?

 Rió, una risa gutural densa de excitación, y mi cuerpo ya estaba reaccionando a él. —Definitivamente no,— dijo, moviéndose todavía lentamente hacia mí. Ahora sólo estaba a un par de metros.

 —Podemos ir arriba,— dije.

 Sacudió la cabeza. —No.

 —¿Seguramente no quieres ir a tu habitación?

 Rió. —¡Dios, no!— Para entonces, estaba delante mío. Eddy tendió el brazo sobre mi hombro, agarrando la pared detrás de mí para estabilizarse. —Quiero quedarme aquí,— dijo insinuante.

 —¿Aquí?— pregunté, inseguro. Mi pulso empezó a acelerarse sólo de pensar en ello.

—Si.— Se acercó más. Su erección se frotó contra la mía y gemí. Me besó la mandíbula, y entonces su lengua tocó mi oreja. —Te dije que solía pensar en ti,— susurró, y su mano libre se deslizó entre nosotros para frotarse contra mi polla erecta. —Esto es algo que he querido hacer desde hace mucho tiempo.

 —¿Y si se viene alguien?— pregunté con nerviosismo.

 Su risa en mi oreja era suave y gutural. —Ésa es la idea.

 —¡Quiero decir a la piscina!

 Rió de nuevo entre dientes y su mano me agarró más fuerte.

¡Oh Dios, me excitaba! Mi capacidad para protestar la ubicación se estaba desvaneciendo rápidamente. Sentí como sus dedos tiraban de la cintura elástica de mi bañador, y su mano se deslizó dentro, hirviéndome con su calor.

 Su mano encontró mi polla desnuda y jadeé.

 —Puedes ver la verja,— dijo, y su mano empezó a moverse sobre mí. —

Sólo dime si necesito parar.

 Al final no habría sabido si alguien había pasado por la verja de todos modos. Podría haber explotado una bomba a tres metros de allí y no estaba seguro de que me hubiera dado cuenta. Se sujetó a la pared, y yo me sujeté a él. Eddy me besó con fuerza y deslicé la mano en su traje de baño.

 Y después sólo hubo sensaciones. La humedad persistente del caluroso día, el líquido a duras penas fresco de la piscina, su respiración frenética contra mis labios, el sonido del agua contra el borde mezclado con sus gemidos silenciados, la sensación de su suave hombría en mi puño, y su mano fuerte y callosa acariciándome, apretándome, provocándome, hasta que grité. Me silenció, sus labios sellados contra los míos, y entonces también se corrió. Tuve que sujetar la pared de detrás mío con un brazo para sostenernos, porque él no parecía poder seguir haciéndolo.

 Cuando los temblores hubieron pasado se separó un poco. Incluso en la tenue luz podía ver que estaba sonriendo.

 —Eso ha sido tan divertido como lo imaginé,— dijo, y reí. —Puedo volver a encontrarme contigo aquí mañana por la noche.

 —Creía que tu madre no te dejaba nadar en Sabbath.

 —Ya no soy un niño,— dijo, repentinamente serio. —Además, creo que nadar podría ser el último de mis pecados.

 —¿Te preocupa...?

 —No.— Se movió y me besó rápidamente. —Buenas noches, Will.

 —Buenas noches, Eddy.

Un soldado más - L.SWhere stories live. Discover now