Parte 12: Abrazo

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Lima, inicios de febrero de 1776


—Pues, esto ya está. —dijo Alba en voz alta mientras colocaba su firma en la esquina inferior derecha del lienzo—Ojalá sea del agrado de Natalia.

Espero mientras la pintura secaba, cambiose los pantalones y la camisa holgada por un vestido negro. Acercose luego a lavar su rostro que había quedado con una leve mancha de la mezcla y se miró al espejo. Por fin desaparecieron mis ojeras, pensó.

Poco tiempo después salía rumbo al encuentro de la morena, pero dos calles más abajo notó la mirada de alguien y parose a un lado de la vía para intentar encontrar al o la causante de aquello, cogió férreamente el cuadro apegándolo a su cuerpo.

—Doña Alba, que placer verla. —Julia saludó a la mujer con su habitual vestimenta de tapada y la rubia sonrió.

—Buenas tardes a vuestra merced, que alegría toparnos. —respondió alegremente mientras veía a su alrededor.

—¿Busca algo? —inquirió Julia—Doña Eilan no viene conmigo si eso le preocupa.

—No, no... De preocuparme no lo hace. —soltó certera—Esperaba encontrarla con Marta.

—Marta está muy cerca, no tarda. —miró Julia hacia su derecha, dando a entender que se encontraba en una de las bodegas cerca. —Me preguntaba si vuestra merced acudirá el sábado noche al festejo.

—Sí, Famous me puso al tanto de aquello e iré con María.

—Doña Eilan tocará algo nuevo al parecer.

La rubia entrecerró los ojos, ¿De cuando acá esta mujer mencionaba tanto a Eilan? No es que seamos grandes amigas, las pocas veces que hemos conversado han terminado en riñas por su exacerbante sentido del "deber blanco opresivo".

—No quisiera quitarle mucho tiempo, Doña Begoña. —quiso salir del paso e irse a su encuentro con Natalia. Llegaré tarde...

No se percató de la presencia de otra persona hasta que notó la sonrisa bobalicona de Begoña (Julia), un carraspeo la hizo regresar en sí y girar. Esos ojos, esa sonrisa, esos rasgos...

—Quería esperar hasta el sábado, pero ya que Dios mediante nos hemos cruzado, le presento a Don Carlos. —sonrió Julia orgullosa.

—Es un placer conocer a vuestra merced. —saludó Alba, no hubo reverencia ni un movimiento de manos ni sonrisa alguna, solo una mirada a aquellos ojos oscuros que tenía tal hombre. —Alba... Alba Reche.

—Esta ciudad solo posee mujeres bellas, el placer es todo mío Doña Alba. —respondió Carlos, quien a diferencia de la rubia cogió la mano de ella y la besó lentamente. Alba sintió la barba de este raspando su suave piel blanca.

—Perdonarán la interrupción, pero el bodeguero no tiene de las blancas, Señora. —irrumpió Marta comunicándole aquello a Julia. —Oh, Doña Alba cuanto gusto de verla—saludó

—¿Me permiten un momento? Debo solucionar esto. —anunció la rizada, saliendo de tal escena en compañía de Marta.


Alba no tuvo capacidad de reacción y solo pudo ver las espaldas de las dos mujeres entrando a dicho lugar y dejándola en compañía de Carlos. Que no lo diga, que no hable, que se haya olvidado, rogó.


—¿Sabe mi hermano que se encuentra aquí? —no tardó en preguntar Carlos. Le sacaba un par de cabezas, el tono de piel un tanto tostada por el sol que acompañaba esta parte del nuevo mundo, la barba bien cuidada y las facciones aniñadas eran algo que no le traían buenos recuerdos. Es igual que él, pero más enjuto, dijose mentalmente.

olvídate de míWhere stories live. Discover now