Tequila, Jalisco, México, años 90.

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Tequila, Jalisco, México, años 90.

Mario

Salgo de la oficina con tiempo suficiente para dar un rápido recorrido a los campos de agave antes de ir por mis muchachitos a la escuela. Aspiro profundamente satisfecho; los negocios en la tequilera "Don Arturo" van de lo mejor, si siguen así, lograremos ampliar nuestro mercado. Mi mujer últimamente se ha estado enfadando más rápido de lo normal, generalmente me tiene mucha paciencia, por eso después de semanas de meditarlo, encontré el regalo perfecto para nuestro aniversario y ya tengo todo planeado, ¡mi Margot se volverá loca de felicidad!

En la camioneta subo el volumen para corear Ya supe Lupe de Antonio Aguilar ¡Qué chulos se ven mis agaves! Formando olas interminables de azul, tomando energía con las pencas espigadas apuntando al sol, madurando, endulzándose, generando tradiciones, empleo, orgullo de mi tierra y mi familia, esas pencas terminan


endulzándonos la vida, ahogándonos las penas y entonándonos pa' las fiestas que nunca pueden faltar.

El Pitirijas, mi capataz y mejor amigo, me saluda levantando el sombrero en medio del campo junto con los jimadores, esos hombres recios que se encargan de cortar las pencas de sol a sol. Bajo de la camioneta para saludarlos.

Mario: ¡Qué pasó muchachos! ¿Cómo vamos? (Recibo saludos entusiastas de mis trabajadores que no dejan sus labores, me llena de satisfacción saber que están contentos con su trabajo). ¿Pero por qué chingados están tan callados? ¿Dónde está la música? Ya es viernes y es quincena, además mañana es mi aniversario, quiero que todo "Don Arturo" festeje la suerte que tengo y la paciencia de mi mujer. (Los muchachos me felicitan por mi aniversario y culpan al Pitirijas de no tener música). ¡Ese pinche Pitirijas!, pero ahorita verá el cabrón.

Pitirijas: ¡Chingado Mario!, no me alborotes al gallinero, tenemos un chingo de trabajo. (Responde ante las demandas de los trabajadores al tiempo que nos saludamos, se levanta el sombrero y seca el sudor de su frente con un paliacate que extrae del bolsillo trasero del pantalón).

Mario: La gente trabaja mejor con música, ¿dónde quedó la grabadora?

Pitirijas: Se me olvidó en las oficinas.

Mario: Si serás bruto, bueno, voy por ella y sirve que ordeno que les manden agua fresca, está sabroso el sol. (Hablo en voz alta para que mis empleados se sientan parte de la conversación y por supuesto no falta quien responde).

Jimador: Nos caerían mejor unas cervezas patrón.

Mario: Yo por mí se las mandaba muchachos, pero ya conocen como es el capataz de amargado, en una de esas me corre el cabrón.

Me regreso en friega a las oficinas por la grabadora y le encargo a mi asistente que hable a la casa con Teclita, la esposa del Pitirijas, que trabaja en casa encargándose de la cocina para que les prepare varios garrafones de agua fresca a los muchachos y se los mande a los campos.

Una vez que le entrego la grabadora al Pitirijas y escucho a uno que otro corear y silbar las canciones, me pongo a cantar con ellos.

Pitirijas: ¿Qué no irás por los chamacos a la escuela?

Mario: ¡Chingada madre ya se me hizo tarde! (Varios de los muchachos se empiezan a burlar; "Ándele Patrón, o la patrona lo va regañar", "lo van a dejar sin comer", no los culpo, yo también lo haría, suelto una carcajada antes de responderles mientras camino apresurado a la camioneta). No me preocupa que me deje sin comer, me preocupa que me deje sin cenar.

Agrego divertido en doble sentido escuchando las risas tras de mí, ¡me lleva la jodida! Con lo mal que le cae a mi mujer que lleguemos tarde a la mesa, y yo que no quiero hacerla enojar por nuestro aniversario. Aprieto el acelerador a fondo hasta llegar a la primaria donde ya mi par de retoños esperan por mí.

Mario Un Amor Que TrasciendeWhere stories live. Discover now