—Steve, tienes que bajar más, debes estar perfecto para mi graduación. Quiero que te envidien.

—¿Y podré besarte frente a todos?

—¡Mira esos zapatos!

El rubio dejó ir una oportunidad para vender unos cuadros porque tuvo que ir a la graduación en Boston de Tony. Con los Stark. Una universidad lujosa con estudiantes adinerados en su mayoría y otros que estaban convirtiéndose en ricos ante las buenas oportunidades laborales. Cuando les decía lo que estaba estudiando, los amigos del castaño solamente reían como si fuese una broma. ¿Quién era ese chico de Brooklyn con acento gracioso que decía cosas tan divertidas? Influenciado por las películas, Steve creyó que tendría algo de más acción el día de la graduación. Ambos conocían sus cuerpos lo suficientemente bien para hacer un mapeo de memoria. Faltaba la última base, como decía Bucky. Pero para su frustración eso quedó solamente en besos apasionados en un pasillo antes de ir cada quien a dormir a su habitación de hotel ya por la madrugada.

—Tony... quédate en mi cuarto.

—Sabes que no puedo, Steve.

—Pero...

—¿Por qué eres así? No me hagas esto, no hoy.

Lentamente, Steve comenzó a sentir que algo no estaba del todo bien con ellos. Mucha de la culpa la tuvo esa lluvia en su propia graduación que arruinó los arreglos florales por los que ahorraron tanto como el sencillo bufete en el jardín de la universidad. Una celebración a la que no asistió Tony. Tenía que presentar uno de sus proyectos ante el Pentágono, no se le decía que no al Pentágono. Con los dos graduándose al fin, era tiempo de lo siguiente cuando llegó el aniversario de su noviazgo. Steve había recibido de Joseph un anillo de compromiso para Tony como regalo de graduación y como disculpa por no haber sido tan asertivo en un principio. El rubio no pudo esperar a que Tony bajara del avión para enseñarle en esa cajita de madera la argolla a punto de poner una rodilla en el suelo. Un par de manos le sujetaron, el castaño abriendo sus ojos de par en par y cerrando la cajita, nervioso.

—¿Qué haces? Sabes que en público no.

—Tony, cásate conmigo.

El castaño sonrió feliz, apretando sus manos. —Vamos a tu departamento.

Fue la primera vez que hicieron el amor, lo triste fue que Steve tuvo la impresión de que fue un momento para evadir la respuesta. Cuando en la mañana durante el desayuno repitió su pregunta, Tony le miró, bebiendo ese café que nunca dejaba de tomar.

—Debes estar en forma, hacer algo mejor que solo perseguir a representantes artísticos y cambiar de lugar donde vivir. Este departamento es horrible, Steve.

—¿Y luego me dirás que sí?

—Debo ir a casa, mamá me llamó. Te manda saludos.

Steve siempre se había considerado paciente, amoroso, comprensivo. Cuando se quedó solo en su cocineta mirando la dona a medio terminar como el café con los primeros rayos del sol entrando por su ventanita, sintió un tirón en su pecho nada agradable y sus mejillas húmedas. Estaba llorando. Se dijo que debía confiar, no pensar en todas las cosas que de pronto vinieron a su mente cuando por accidente vio en un puesto de periódicos un tabloide con la fotografía de portada mostrando a Tony saliendo de una fiesta acompañado de una hermosa joven rubia. Pepper Potts decía la revista que era su nombre, una exitosa ejecutiva muy querida por la familia Stark. Tony no era infiel, no lo era. No era fácil escapar de ese círculo donde vivía, lleno de apariencias, eso era lo que pasaba.

—Tienes una cara que diría que te sacaron a patadas del cementerio —le dijo Bucky cuando se vieron en el café donde trabajaba y era dueño. El muy bastardo ya se había casado con un chico de Harlem llamado Samuel Wilson, ambos dirigían el negocio y el rubio lo envidiaba de veras— Dime qué quieres, la casa invita, punk.

Siempre juntosWhere stories live. Discover now